Hacia el fin del “pesocentrismo” en la consulta médica: profesionales proponen ir más allá del índice de masa corporal (IMC)

Ariadna Martínez

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“Siempre se considera que el paciente tiene la razón y que hay que escucharle y creer sus síntomas o su historia. Las únicas excepciones son las personas gordas y las personas psiquiatrizadas”. Esta es la frase pronunciada por un profesor que se le quedó grabada a una estudiante de medicina. Y es solo una de las montones de “anécdotas” que ha escuchado de personas con las que ha hablado a lo largo de su trayectoria Magdalena Piñeyro, filósofa, activista, y autora de libros como 10 gritos contra la gordofobia.

Según el informe Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria: impacto de los roles y estereotipos de género, la consulta del médico puede ser un territorio de conflicto para ellas, especialmente si se trata de personas cuyo peso se sale de lo definido como “estándar”. El estudio, publicado este mes por el Instituto de las Mujeres –y en el que muchas participantes contaban con cuerpos no normativos y padecían o habían padecido trastornos de la conducta alimentaria–, destaca que el 63,6% de ellas habían sufrido situaciones de infravaloración del personal sanitario sobre sus decisiones sobre alimentación, sobre su peso (64,3%), sobre su aspecto físico (57,6%) y relacionadas con el ejercicio físico (56,5%). Consecuencias: las personas gordas retrasan o evitan ir al médico por miedo a ser humilladas y regañadas por su peso y, cuando deciden ir, se tienen que preparar mentalmente para poder afrontar la consulta médica.

“Es un abanico que va desde comentarios hirientes y fuera de lugar a diagnósticos erróneos que llegan a poner en peligro nuestras vidas”, asegura Piñeyro, que lleva años estudiando los diferentes fenómenos asociados a la gordofobia. Relata cómo el ejemplo más extremo de este sesgo el de una mujer a la que no le diagnosticaron un tumor en el útero a tiempo y falleció. “Fue a consulta por dolor en el vientre y como era una persona gorda le dijeron que tenía que adelgazar, que estaría hinchada de las navidades”. Pese a ser este el caso más alarmante, los testimonios son innumerables: desde ir con una gripe y que la primera recomendación sea bajar unos kilos hasta llegar embarazada y que te culpen por estarlo asegurando que “eres la futura asesina de tu hijo” por tener sobrepeso.

Las personas gordas evitan ir al médico por miedo a ser humilladas y regañadas por su peso

“Existe evidencia más que suficiente de cómo los sesgos existentes en la sociedad afectan al conocimiento médico y a la práctica de sus profesionales”, anota Mario Fontán Vela, médico especializado en Medicina Preventiva y Salud Pública y epidemiólogo. “En la medicina existe una tendencia a moralizar las prácticas de las personas y su impacto en la salud y a juzgarlas desde esta óptica. Esto responde, creo yo, a una carencia de formación en epidemiología social dentro de la medicina. Otro motivo es que generalmente es más fácil aleccionar a una persona en una consulta que tratar de cambiar su contexto social, que requiere de políticas públicas encaminadas a mejorar la salud de las personas”, explica, a la vez que denuncia que es el propio sistema el que fomenta tener hábitos no saludables como el sedentarismo, el consumo de alcohol o el de tabaco.

El Índice de Masa Corporal, demasiado reduccionista

Uno de los focos de este “reduccionismo” en la medicina es el IMC (Índice de Masa Corporal), nacido en el 1832. Se trata de un método de evaluación que consiste en dividir el peso de una persona en kilogramos entre el cuadrado de la estatura en metros. Dependiendo del resultado, se evalúa si una persona está dentro de un “peso normal” o “anormal”. Es mediante esta fórmula que se suele afirmar si una persona tiene “sobrepeso” o “infrapeso” y, en base a este resultado se suelen desplegar toda una serie de recomendaciones médicas.

Podemos tener personas con un IMC dentro del rango normal pero que, por ejemplo, acumulan mucho tejido adiposo en la zona abdominal y esto aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular

Sin embargo, infinidad de profesionales de la salud están comenzando a demandar una ampliación de la mirada, como ratifica María del Mar Malagón, presidenta de la Sociedad Española de Estudio de la Obesidad (SEEDO): “Lo que sabemos es que el IMC solo mide el peso y la altura, pero no determina cómo está nuestro tejido adiposo, dónde está distribuido, ni si ese tejido adiposo está funcionando correctamente”. No tanto el peso, sino la distribución de la grasa corporal, es el factor atribuible al posible desarrollo de otras enfermedades. “Podemos tener personas con un IMC dentro del rango normal pero que, por ejemplo, acumulan mucho tejido adiposo en la zona abdominal y esto aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular”, afirman desde SEEDO.

“Las críticas se pueden resumir en que es un indicador demasiado simple como para pretender que sintetice la multitud de factores que influyen en el estado metabólico de una persona y, por tanto, predecir el riesgo de una persona para determinados resultados en salud”, apostilla Fontán. Indicadores como el de la circunferencia de la cintura abdominal, el índice cintura-altura o cintura-cadera podrían ofrecer más precisión, al ser combinados con el IMC y entre sí, asegura.

Malagón explica que en la salud —así como en la obesidad— interfieren multitud de factores, como la oferta de alimentación hipercalórica que hay en el mercado, factores biológicos, genéticos, ambientales, la falta de sueño o problemas psicológicos. “Las personas con obesidad sufren diariamente el estigma social generalizado en todos los estratos, que se apoya sobre la idea de que este peso es la causa de todo y que, además, tener un peso corporal determinado se debe a falta de disciplina y es plena responsabilidad del individuo, pero ahora mismo sabemos que no existe un control voluntario de ese peso corporal”, incide.

Una mirada “pesocentrista”

María Calado Otero, psicóloga y autora del informe publicado por el Instituto de las Mujeres, incide en que “hay salud y enfermedad en todos los pesos y formas corporales. Ese es el problema: que actualmente se está asociando 'enfermedad' con 'persona gorda'”.

Lo que está sucediendo es que en nombre de la salud se está vulnerando nuestra salud

Piñeyro recuerda que “hay personas que no comen lo que recomienda la OMS y que no hacen el deporte que dice la OMS y sin embargo son flacas” y pone en el centro la “clara tendencia” que tienen las personas gordas a tener problemas de salud mental tales como ansiedad, depresión, aislamiento, fobia social o trastornos de la conducta alimentaria: “Se habla poco de toda la gordofobia que hay detrás de la anorexia, la bulimia, los trastornos por atracón... La delgadez está asociada al éxito y la gordura, asociada al fracaso. Cómo consigas la delgadez a esta sociedad le da igual. Le da igual que te enfermes, que te hagas operaciones terroríficas, que pases hambre, que bajes de peso por una depresión. Buscamos la delgadez a cualquier precio y eso es uno de los problemas de salud que tenemos en esta sociedad. Lo que está sucediendo es que en nombre de la salud se está vulnerando nuestra salud”, sentencia.

Según datos de la Fundación FITA, casi medio millón de personas sufren un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) en España, y se espera que los casos aumenten un 12% durante los próximos 12 años. Estos diagnósticos, además, se dan cada vez en personas más jóvenes, rozando la infancia. Los casos en infantes se dispararon un 61% entre 2018 y 2021, en base a los datos rescatados del Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya. “Es posible que la pertinaz insistencia de algunos profesionales en situar el peso en el centro del tratamiento pueda ser un detonante en personas vulnerables para desarrollar un trastorno alimentario. Siempre es más fácil culpar al paciente de falta de compromiso con el tratamiento que al profesional de reduccionismo”, explica Antoni Grau, psicólogo y parte de la Junta Directiva de AEETCA (Asociación Española para el Estudio de la Conducta Alimentaria). “Me preocupa quizás más la falta de detección de estos trastornos por parte de los profesionales de la salud por la creencia de que si no tienen un peso bajo es muy difícil que tengan un trastorno alimentario”, añade.

Las recomendaciones médicas de dietas restrictivas o de altas dosis de ejercicio diario pueden ser un factor de riesgo a la hora de desencadenar un TCA

Los síntomas de trastorno alimentario son más frecuentes en personas con sobrepeso que en personas con un peso “estándar” o infrapeso, aseguran desde AEETCA. Sin embargo tienen la mitad de posibilidades de recibir ese diagnóstico. Las recomendaciones médicas de dietas restrictivas o de altas dosis de ejercicio diario, muy normalizadas, pueden ser un factor de riesgo a la hora de desencadenar un TCA, afirma la psicóloga Calado Otero. “Yo tenía una nutricionista que a mí me hacía pesar la comida, controlar los gramos, las calorías, y llevar un registro en un cuaderno de cada cosa que yo comía. Eso podía haber desatado un trastorno de la conducta alimentaria, perfectamente, según me comenta mi psicóloga”, remarca la filósofa Magdalena Piñeyro.

La fuerte fiscalización del cuerpo de las mujeres

También tiene un protagonismo clave el género: nueve de cada diez casos de TCA afectan a ellas: “Tenemos identificados desde hace décadas cuáles son los factores de riesgo que inciden en la salud mental de las mujeres relacionados con la imagen corporal y los trastornos alimentarios, y no se está haciendo nada. Eso es violencia, porque estamos viviendo un montón de situaciones que generan que nosotras enfermemos”, afirma la psicóloga. “Hace 15 o 20 años se empezaron a hacer campañas sobre el tabaquismo porque se vivió un proceso en el que la comunidad médica identificó que había unos factores de riesgo para la población general, que estaba siendo dañada, sobre los que se podría intervenir. Nosotras, para nuestros problemas de salud, queremos lo mismo”, insiste en referencia a los trastornos desencadenados por la presión estética.

“Ahora mismo los profesionales de la salud que están buscando una perspectiva 'antigordofóbica' se están teniendo que formar por fuera de las instituciones educativas oficiales. Buscan cursos privados, estudios… Y están teniendo, además, que hacer un ejercicio de construcción de la mirada, porque están educados y educadas para mirarnos con esa perspectiva gordofóbica. Ellos y ellas están haciendo un esfuerzo enorme por mirarnos de otra manera y por cuidarnos y tratarnos de otra manera”, agradece Piñeyro. 

Creo que debemos hablar de hábitos de vida saludables relacionados con la alimentación, consumo de tabaco o alcohol, actividad física, etc., más que de IMC o peso como indicador de salud

Fontán apunta que “es contradictorio que lo que censuramos a nivel individual no lo demandemos a nivel político”. Los diferentes expertos piden un cambio de paradigma mediante acciones como la construcción activa de sociedades y entornos saludables o la integración de temarios que aborden todo lo referido a la salud pública —que no obvien el contexto social— en las facultades de Medicina. “En términos generales creo que debemos hablar de hábitos de vida saludables relacionados con la alimentación, consumo de tabaco o alcohol, actividad física, etc., más que de IMC o peso como indicador de salud”, recomienda el médico y epidemiólogo.

Desde SEEDO piden un Plan Nacional contra la Obesidad que permita actuar de manera temprana, con grandes medidas de salud pública y campañas de concienciación que sirvan para promover hábitos de vida saludables, así como campañas de concienciación alimentaria para la población general, donde se incluya un diálogo entre las sociedades científicas y la industria alimentaria. Insisten, también, en una mayor difusión de información que contribuya a desestigmatizar a las personas gordas. Este año han publicado la Guía Giro, para el manejo integral y multidisciplinar de la obesidad en personas adultas que trata de poner encima de la mesa todas estas cuestiones, además de aportar soluciones para ampliar la mirada.

El citado estudio del Instituto de las Mujeres recomienda, entre otras cosas, regular a través de leyes y normativas “aquellas industrias que se están lucrando de las inseguridades corporales de las mujeres y del estigma de peso, como las industrias farmacéutica o alimenticia”. “Si la gente está preocupada por nuestra salud y la gordofobia nos enferma y nos mata, parte del camino es dejar de ser gordofóbicos”, sentencia Magdalena Piñeyro.