La historia de Maximiliano Acosta

Viajaba por un tratamiento médico y terminó 21 días preso porque Gendarmería confundió talco con cocaína

“¿Qué pasó? ¿Te abandonó Rexona?”, le preguntó el 2 de octubre en tono socarrón una gendarme a Maximiliano Ariel Acosta, un vendedor ambulante marplatense que en pocas horas se hizo famoso como “el hombre del talco”. Lo habían detenido minutos antes en un control fronterizo en la provincia de Mendoza por llevar entre sus pocas pertenencias 18 frascos de desodorante en polvo para pies que la fuerza confundió con cocaína.

“Mucho talco, poco Eficient-e”, festejó la ministra de Seguridad Patricia Bullrich en su cuenta de X. Y relató: “Un hombre intentó burlar un control en Mendoza, llevando más de 2kg de cocaína ocultos en envases de talco dentro de un micro de larga distancia. Pero la Gendarmería lo descubrió rápidamente gracias a su nerviosismo y actitud sospechosa. ¡La seguridad de nuestro país va un paso adelante de los delincuentes! Las hace, las paga”.

Lo que Maximiliano recuerda de ese momento es diferente. Ni se ubica en la escena nervioso ni cree haber tenido actitud sospechosa. Lo único que quería era volver a su casa y reencontrarse con su familia después de haber pasado tres meses en la región cuyana por un tratamiento para el alcoholismo bajo la supervisión de la ONG Remar.

Con 42 años, Acosta decidió tratarse por su adicción al alcohol. Pidió ayuda a la organización no gubernamental cuya forma de operar consiste en enviar a quienes se tratan a zonas alejadas de sus entornos para discontinuar aquellos vínculos que puedan resultar conflictivos. Tres meses más tarde, cansado de estar en Mendoza, quiso volver a Mar del Plata. El dinero que tenía apenas le alcanzaba para un pasaje en colectivo, que puede rondar entre los $80.000 y los $100.000, con una duración de entre 20 y 22 horas. Entonces, se le ocurrió recurrir a lo que conoce: la venta ambulante. Por Remar tenía el contacto de un proveedor de productos para vender en la calle. Lo llamó y le preguntó qué le podía facilitar. La respuesta fue talco.

“El tipo vendía talco. No sé si original o no, pero los frascos tienen fecha de vencimiento 2027. Te trae lo que tiene, entonces me puse a vender eso”, explicó Maximiliano a elDiarioAR. Una vez que tuvo la mercadería dio algunas vueltas en Mendoza bajo la indecisión de pasar una noche en esa provincia o tomar el primer colectivo que saliera. Fue a un hostel, pero le pareció “escalofriante”, entonces fue a la terminal. Llegó a las 19:20 y el próximo bus partía a las 20. “No hice tiempo a vender los talcos, por eso directamente los metí en la mochila y me los quise llevar para casa”, dijo.

En el paraje de La Paz, antes de atravesar el Arco Desaguadero, a 145 kilómetros de la ciudad de Mendoza, Gendarmería controló el colectivo en el que viajaba Acosta. Le revisaron sus pertenencias y encontraron el talco. Pensaron que se trataba de cocaína. Según Maximiliano, hicieron unas pruebas con ampollas reactivas. Usaron varias, solo una cambió de color. Entonces, como no estaban convencidos del resultado intentaron reforzar el operativo. “Llamaron a un camioncito con más ampollas para seguir probando. Después no volvió a salir ninguna otra como positiva. Simplemente agarraron la primera prueba que salió, no me dejaron hacer absolutamente nada, ni hablar, ni mirar qué hacían. Llamaron a dos testigos, camioneros, que pidieron hacer todo rápido porque se tenían que ir. No grabaron, me sacaron el celular y continuamente me amenazaban diciendo que me iba a comer unos cuantos años”, describió.

“Estaban extasiados. Se me venían locos y me preguntaban si yo era 'Talco'. Se felicitaban entre ellos, se hacían chistes”, agregó. “En el laboratorio les pregunté qué pensaban hacer cuando supieran que era talco, pero no me dejaban hablar. En ese momento me sentaron de golpe y me apretaron las esposas. Se burlaron y hasta me invitaron a pelear”.

El periplo de Maximiliano cambió de escenarios varias veces en pocas horas. De la vera de la ruta a un móvil, del móvil al laboratorio y del laboratorio a la Unidad 32. “Me largaron de golpe, ningún preso me quería porque decían que soy porteño, cuando les conté que era inocente, por supuesto algunos no me creían. Me podrían haber hecho un montón de cosas, pero gracias a Dios no pasó. Me preparé para lo peor”, cuenta.

Después de 21 días a Maximiliano le avisaron que el talco, efectivamente, no era cocaína. El juez le argumentó que “puede fallar”, pero según Acosta nadie le pidió perdón. Recibió su libertad, pero siguió preso de Mendoza. Su celular y el poco dinero que llevaba consigo estaban bajo el poder de la Justicia y no podía retirarlos hasta el próximo día. Así salió de prisión a la calle, sin sus cosas, incomunicado ni con un lugar adonde ir. Otra noche de Maximiliano rodando. Finalmente la Justicia le dio un papel, una especie de vale, para que pudiera tomar un colectivo pero el tramo era sólo hasta Buenos Aires, por lo que una vez en Retiro Maximiliano se las tuvo que ingeniar para llegar a Mar del Plata. Esta vez sí se comunicó con su familia, explicó lo que había pasado y le facilitaron el dinero necesario.

Maximiliano está en pareja y tiene tres hijos. En su casa tiene un pequeño kiosco, lo que le genera un ingreso que complementa con algunas ventas en la calle. Le gustaría tener otro empleo, más formal, pero hasta el momento no consigue. Su paso por Unidad 32 fue la primera experiencia de su vida en prisión, según relató. Le resultó traumática y todavía intenta recuperarse. Por la dinámica de Remar está acostumbrado a vivir en distintos puntos del país, además de tratarse lo tomaba como la posibilidad de recorrer y conocer. Ahora su deseo más fuerte es no volver a Mendoza nunca más. “Fue demasiado”, confesó. “Me trataron como un delincuente. Sobre todo Gendarmería. Bullrich se burló, celebró antes de saber cuál era la verdad y ese fue su error, pero los que peor actuaron fueron los gendarmes”, insistió.

MM/DTC

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