La escena parece franciscana. Antes de la vigilia por la misa final por la muerte del papa Francisco frente a la Catedral porteña, e incluso antes de una intensa lluvia, sobre la calle Yrigoyen, al costado de una de las fuentes de la Plaza de Mayo, una red solidaria compuesta por distintas organizaciones sociales desplegaba su labor habitual desde hace quince años: repartir medicamentos y alimentos a hombres, mujeres y niños que no tienen hogar.
A partir de las 20, como cada día, entre 150 y 200 personas se sientan a cenar en una larga mesa, que esta noche bautizaron “Papa Francisco”. Los activistas suelen desplegar la estructura de madera frente a la Catedral. Anoche no hubo mesa y se juntaron en la otra punta de la plaza, a unos cien metros de distancia.
“No quisimos interferir con la organización de la misa, por eso nos corrimos a esta parte”, explica uno de los voluntarios, parado junto a un colectivo de la Policía Federal. “Igual, a Francisco le hubiera gustado que diéramos los alimentos dentro de la Catedral”, agrega otra de las voluntarias.
Sobre el césped, niños y adultos se tiran con sus viandas y jugos. Los médicos de la Red caminan entre ellos, revisan medicaciones, toman la presión, preguntan nombres. Una de las personas sin techo, un hombre de barba, cuenta lo que para él fue un momento muy emotivo: “En 2023, la Catedral nos abrió las puertas para bautizar a nuestros hijos. Entre nosotros, que no tenemos casa, elegimos a los padrinos y madrinas. Fue muy fuerte”.
Mientras tanto, en la otra punta de la plaza, sobre la avenida Rivadavia, los preparativos para la misa avanzan: vallas blancas con banderas argentinas, estructuras con pantallas, centros de hidratación y las 300 sillas que estarán ocupadas este sábado por la mañana los invitados especiales de la ceremonia presidida por el arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva.
Lejos de las carpas VIP armadas para la vicepresidenta Victoria Villarruel y su equipo —aisladas por personal de seguridad—, Mario, un hombre de 50 años, da el primer bocado del día, recién a la noche: guiso de lentejas con pan.
Su caso es testigo de los que siempre estuvieron en el centro de la mirada de Jorge Bergoglio. “Él proponía una Iglesia que se lastime por salir y que no enferme por quedarse. Que vuelva a los primeros símbolos del cristianismo, al barro, al cuerpo a cuerpo”, dice Lito Borello, del Movimiento de Misioneros de Francisco.
“En esta misa algunos símbolos van a cambiar: se va a dar al ras del piso y no en un lugar elevado. Va a haber sonido, gradas para que los viejos se puedan sentar. Después hay otras cosas que no podemos cambiar”, agrega Borello, también secretario de Derechos Humanos de la UTEP, el gremio de las organizaciones sociales peronistas que siempre estuvieron vinculadas al papa. Son las 23 y las carpas de los movimientos barriales ya están armadas frente al Cabildo. Acogerán a los fieles que estarán hasta el amanecer.
“Estamos transitando la pena, pero con la responsabilidad de seguir el legado de Francisco”, dice Borello. En una de las esquinas, Rodolfo Romero, de 47 años, recuerda su historia: empezó como cartonero en los años ‘90, cuando no había movimientos ni sindicatos para ellos. “Bergoglio y Grabois fueron clave en la creación del Movimiento de Trabajadores Excluidos. Francisco era un tipo muy sencillo, un poeta social, extremadamente solidario”.
A su lado, Gabriel Duna, de 59, cuenta que siempre trabajó en la informalidad, y que fue Francisco quien lo hizo volver a la Iglesia. “Desde que asumió en el Vaticano, me metí en los Misioneros de Francisco. Hoy siento que quedamos huérfanos… pero también estoy acá porque quiero seguir su legado. Todos queremos eso”.
Por su parte Mariela, una mujer que vino desde Moreno con su hijo adolescente, dice: “Cuando Francisco hablaba, sentía que le hablaba a gente como yo, a los que no la han pasado tan bien pero que tienen fe”.
A la medianoche, la vigilia seguía firme. La lluvia empezaba a caer, pero nadie se movía. Entre facturas y mates, la espera por la misa se hacía parte del homenaje al papa. Una batucada comienza a sonar sus tambores. Hace honor a uno de los pasacalles desplegados en las inmediaciones de la Catedral y la Plaza de Mayo, que recupera una de las frases más famosas de Francisco: “Hagan lío”.
MC