Análisis Sector

Con un repunte en abril, las ventas de autos siguen casi un 25% abajo del año pasado

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La pronunciada caída del mercado automotor en Argentina parece haberse detenido en abril. Según los datos informados por ACARA (Asociación de Concesionarios de Argentina), se vendieron el mes pasado 32.710 unidades, entre autos y vehículos comerciales ligeros (VCL), lo que representa una suba de casi 27% con respecto a marzo, que ya había evidenciado un ligero repunte, luego del peor primer bimestre post crisis de 2001.

Para los más optimistas –entre los que se encuentran varios CEOs del sector–, con estos números se podría pensar que finalmente estamos llegando al vértice inferior de la famosa “V” de la economía, lo que implicaría que de aquí es más es “todo para arriba”. Los más cautelosos creemos que, tal vez no solo no se llegó al piso de la caída, sino que esa eventual recuperación se ve amenazada por múltiples factores, como la inflación del 80% en dólares en lo que va del año, que ya se “comió” la brutal devaluación de diciembre de 2023 y dejó los precios de los autos en sus máximos históricos en la moneda estadounidense. Son precios estructuralmente muy difíciles de sostener, y un necesario reacomodamiento a la baja solo puede venir de la mano de una reducción de impuestos, o –en el peor de los casos– de una tan temida nueva devaluación, que sin dudas aceleraría el proceso recesivo que estamos atravesando.

En el interín, lo que sí se están observando son distintas tácticas comerciales, que algunos gustan en llamar “guerra de precios”, pero no son más ni menos que descuentos –siempre temporales– que mueven los patentamientos en una u otra dirección circunstancialmente. Por eso, más allá de los vaivenes del mes-a-mes en el mercado –signado por disponibilidades, bonificaciones y otras especificidades de la venta minorista–, es interesante hace un análisis más integral del primer cuatrimestre, como para observar las tendencias y perspectivas que se van generando.

Números fríos: marcas y modelos

Yendo a los números del cuatrimestre, las ventas totales llegaron a los 117.492 vehículos, lo que representa una caída del 24,4% con respecto al mismo período de 2023. Es una cifra un poco mayor a la caída de la actividad económica en general, y bastante similar a la caída de la producción de vehículos.

El mercado sigue siendo liderado por Toyota, que con casi 23.000 unidades vendidas de enero a abril se queda con un 20,6% de la torta total, aunque eso representa 1,5 puntos menos que el año pasado. En el segundo lugar se ubica Volkswagen, con 16.024 unidades, que desplazó a Fiat al tercer lugar (con 15.781 patentamientos), y luego se encolumnan Peugeot, Renault, Ford y Chevrolet, todas ellas manteniendo sus lugares con respecto a 2023. El octavo lugar fue para Jeep, con un notorio aumento de ventas de 24,7%, invirtiendo posiciones con Nissan, ahora noveno, para cerrar con Citroën las 10 marcas más vendidas. Por fuera del top 10, la cosa estuvo más movida y hubo desempeños destacados: Ram, que llegó al puesto 12 y fue una de las de mayor crecimiento (¡721%!); BMW, que duplicó sus ventas respecto del año pasado; Audi, y Honda, también con crecimiento interesante, y más atrás la china BAIC (+67%); Hyundai (+34%) y Subaru (+136%), aunque estas últimas tres con volúmenes mucho menos significativos.

En términos generales, se observa que 7 de las 10 primeras marcas (en su mayoría fabricantes en el país) tuvieron una caída de ventas por encima de la media del mercado (con Chevrolet y Renault “liderando” esos descensos); una con una caída algo menor (Volkswagen); y solo 2 marcas con crecimiento nominal (Jeep y Citroën).

Por el lado de los modelos más vendidos, no hubo variaciones en el podio –ocupado nuevamente por el Fiat Cronos, el Peugeot 208 y la Toyota Hilux–, más allá de algunos datos sorpresivos en abril, como la caída del Cronos hasta tercer lugar, o el ascenso del Toyota Yaris al segundo. Detrás sí hubo mucho más movimiento, con performances destacadas como la del mencionado Yaris (que se ubicó 5to en el cuatrimestre), y la pickup Ford Ranger, que llegó al 4to lugar desplazando a una de sus grandes rivales, la VW Amarok, que cayó hasta el 6to lugar. Más notable aún fue el desempeño de las VW Taos y Chevrolet Tracker, ambas SUVs de producción nacional, que subieron 12 y 7 lugares respectivamente, para así entrar en el top 10, que se completa con dos Toyotas: el CorollaCross (9no) y el Corolla (10mo). Más atrás hubo varios desempeños muy destacados en el cuatrimestre: la pickup chica Fiat Strada (+108%); la pickup compacta Fiat Toro (+88%); el Jeep Compass (+59%); el Ford Territory (+141%) y el VW T-Cross, con un notable 223% de mejora en sus ventas. Mención también para la nueva pickup Ram Rampage (“prima” de la Fiat Toro), que patentó 814 unidades y viene haciendo un muy buen debut en el mercado.

Más importados, menos nacionales

Más allá de los números fríos, hay varios cambios en el mercado que ya son bien visibles. Las variaciones en los rankings mes a mes fueron una constante, producto de políticas comerciales más o menos agresivas de las marcas en cuanto a bonificaciones y descuentos. Algunas están siendo implementadas por las mismas empresas –como el plan VW Week, que impulsó fuerte las ventas de la VW Taos– y otras por las concesionarias, que para deshacerse del stock y conseguir flujo de caja empiezan liquidar, amparándose en el sustancioso “colchón” que acumularon el año pasado, cuando la demanda superaba con creces a la oferta y sus ganancias volaban por las nubes. Estas tácticas comerciales explican en buena medida la recuperación nominal de ventas de abril (además de un piso de marzo muy bajo por un feriado XL sin patentamientos). Pero es improbable que se extiendan por mucho tiempo más, a riesgo de comprometer la salud económico-financiera de las empresas, porque es imposible sostener durante un largo período una rentabilidad negativa, por más colchón que se tenga.

Más allá del volumen del mercado, condicionado por la fuerte recesión y rogando por un rebote, lo que ya se empieza a ver es el impacto de las nuevas políticas económicas en su distribución. Según lo que declaran casi todas las marcas –ya sean fabricantes o importadores– prácticamente no hay restricciones en cuanto al tipo y la cantidad de vehículos que se pueden importar. Esta incipiente “apertura” está generando un claro desplazamiento de los clientes hacia productos importados, cuya oferta estaba muy restringida. Y no solo eso: aún cargando con el cuestionado impuesto país, los precios de los autos importados –especialmente los que vienen desde Brasil, sin arancel extra-zona– comienzan a ser cada vez más competitivos, gracias a un dólar que se va retrasando.

Como suele suceder, esta nueva situación tiene un anverso y un reverso. Por el lado de los clientes –aunque sean pocos los que hoy tienen dinero suficiente para comprar un 0 km– el gran beneficio es que pueden elegir entre muchos más modelos, incluso algunos muy demandados que habían casi “desaparecido” del mercado (como el VW T-Cross o el Jeep Renegade), o acceder a mejores plazos de entrega (como en el caso de varios modelos de Toyota, como el Yaris o el CorollaCross). Por el lado de la industria local, el panorama es más incierto y desafiante, porque al achicamiento del mercado en general, se suma (o se resta, más bien) la mayor competencia de autos importados, con la consecuente disminución en la proporción de la torta para autos made in Argentina. Habrá que ver las consecuencias que eso trae en la producción, y por ende su efecto por en el empleo del sector, un tema siempre delicado.Ganadores y perdedores entre las marcas

Por el lado de las marcas, Volkswagen es tal vez la más beneficiada por esta situación de comercio exterior más normalizado. Con una oferta mejor abastecida, confirma que es una de las marcas más apreciadas por los argentinos, y marcha hacia recuperar sus números de participación históricos. La menor restricción a importaciones incluso se nota en el mejor desempeño de la Taos, fabricada en el país, que tuvo retrasos en su producción por la falta de componentes. El opuesto es el caso de Fiat, que padeció esta mayor oferta de otros modelos con una caída fuerte de ventas del Cronos, el best seller nacional desde mediados de 2020. A favor de la marca italiana, aumentaron significativamente sus ventas de modelos traídos de Brasil, como las pickups Strada y Toro. Además, no hay que olvidar que Fiat es parte del Grupo Stellantis, que con su enorme cantidad de marcas tiene más chance de equilibrar la balanza. Esto incluye a Peugeot y Citroën –también fabricantes locales– y a Jeep, Ram y DS.

El caso de Toyota es paradigmático con respecto al reacomodamiento del mercado. Logró compensar la marcada caída en ventas de la Hilux, con mayores importaciones del Yaris y el Corolla, dos productos que se venden ni bien pisan las concesionarias. Y esto sin apelar a más incentivos que el de mantener los precios fijos luego de los fuertes aumentos del primer bimestre. Por el lado de la producción, a Toyota no le conviene tanto un dólar “planchado” porque es exportador neto, pero eso también le facilita mejorar su oferta de productos traídos desde Brasil.

Más críticos son los casos de Renault y Chevrolet, muy dependientes –tanto en producción como en ventas– del mercado local. La marca francesa ya no tiene modelos en el top 10 de ventas (tenía 3 en el primer cuatrimestre de 2023) y es una de las que más cayó en su participación relativa. De todas maneras, en Renault atribuyen esa baja a “fluctuaciones normales del mercado, que obedecen a estrategias de posicionamiento que tienen que ver con el posicionamiento y el stock”. Su apuesta para la producción es potenciar las exportaciones del utilitario Kangoo en el corto plazo, y la nueva camioneta compacta Niagara en el mediano. Y para recuperar cuota de mercado, toda la confianza está depositada en el SUV Kardian, que llegará desde Brasil en el segundo semestre, libre desde trabas, y será “extremadamente competitivo”. Chevrolet está sufriendo el cese de la producción local del Cruze –gran producto y una ganga estos días, por cierto– y no llega a compensar su caída de ventas con la suba de la Tracker (fabricada en Argentina). Tampoco está aumentando demasiado su oferta con modelos traídos de Brasil, como el Onix (que supo ser líder del mercado argentino) o la pickup S-10. Habrá que ver si esta última situación se revierte en los próximos meses.

Ford parece tener un mix nacional/importado equilibrado –con la pickup Ranger fabricada en Pacheco y varios productos extranjeros que la complementan– y la prueba está en que mantuvo estable su participación a pesar del cambio de escenario. Con la Ranger como locomotora de ventas y producción, su panorama parece auspicioso.

Nissan es el último de los fabricantes locales y sintió fuerte la caída de ventas de su pickup nacional Frontier, que no se compensó con las mejoras en las ventas del sedán Versa (que viene de México). Tampoco amplió su oferta del SUV Kicks (importado de Brasil), siendo que este último supo tener gran demanda en su momento. Al igual que Renault, la marca japonesa es bastante reticente a sumarse a eso de la “guerra de precios” y eso se siente ­–por el momento– en sus ventas.

Un capítulo aparte merecen los importadores, cuya situación no termina de clarificarse, porque casi todos sus productos son “víctimas” de los altos impuestos: el arancel extra-zona (35%), el impuesto país (11%) y el impuesto al lujo (entre un 20 y un 35% extra). De todas maneras, el levantamiento de muchas de las trabas para importar y el dólar “barato” los favorecen para fortalecer su oferta y satisfacer una demanda que estaba latente, sobre todo en los sectores de altos ingresos que siempre escapan a las crisis. Esto explica los crecimientos de ventas de BMW (¡104%! interanual en estos 4 meses), Audi (+15%) e incluso Hyundai (+33%). Y vaya un dato para entender el disparate que es la economía argentina: si en noviembre del año pasado alguien pasaba 50.000 dólares a pesos y los invertía en un plazo fijo UVA, hoy se podría comprar un Mercedes de 100.000 dólares.

Perspectiva para el resto del año

Habiendo pasado 4 meses del año, la perspectiva sigue siendo tan incierta como en enero. En el mejor escenario, que es el de una inflación a la baja y sin devaluaciones abruptas del tipo de cambio, todos descuentan un mercado más chico que el de 2023, con un 10%  de caída, siendo optimistas. En ese mismo escenario, se va a consolidar un fuerte desplazamiento de la demanda hacia modelos importados en detrimento de los productos locales, con un panorama favorable para marcas importadoras, especialmente las premium que venían con una fuerte demanda contenida. De todas maneras, la decisión de importar sigue representando un alto riesgo, porque aún hay cepo y los autos se traen tomando deuda con las casas matrices, ya que los dólares recién se entregan en cuotas hasta 180 días. No hace falta explicar lo peligrosa que sería una nueva devaluación en este contexto.

Por el lado de los fabricantes, habrá que ver cómo lidian, no solo con la caída de ventas de modelos fabricados en el país, sino con un peso cada vez más sobrevaluado, que empeora su competitividad exportadora.  

Todo parece pendiente de un hilo… O mejor dicho: de que aparezcan pronto muchos dólares. 

R.T.