Mediante un referéndum realizado ayer, los parisinos aprobaron una propuesta de la alcaldesa Anne Hidalgo para penalizar en el costo del estacionamiento a los vehículos de mayor peso. La medida aplica al estacionamiento público en las calles de la ciudad (no incluye parkings privados) y tiene como objetivo reducir la contaminación ambiental y mejorar la seguridad de los transeúntes –especialmente los niños– por el peligro que representan los vehículos particulares de gran tamaño en las zonas urbanas. A partir del 1 de septiembre, se multiplicará entonces por 3 el precio del estacionamiento para los autos a combustión o híbridos que pesen más de 1.600 kg, para llevarlo hasta los 18 euros la hora (sí, casi 25.000 pesos de los nuestros) en el centro y 12 euros en el resto de la cuidad. Lo llamativo es que la medida también incluye a los autos totalmente eléctricos: a partir de los 2.000 kg de peso también entran en la penalización. La restricción exime a los vehículos radicados en la ciudad, así que solo pagarán la tarifa más alta los conductores que entren a la ciudad desde las afueras.
Votación cerrada (y politizada)
De los 1.300.000 ciudadanos habilitados a votar solo lo hicieron unos 70.000 (un 5,7%), pero fueron suficientes para aprobar la normativa, ya que el referéndum era vinculante. Los resultados fueron 55,5% a favor y 44,5 en contra de medida, bastante más cerrado de lo que indicaban los sondeos previos.
Por el lado de la penalización, se encolumnaron los sectores ambientalistas y por el de la negativa los “automovilistas”. Pero más allá de esos intereses específicos, la votación los trascendió largamente para convertirse también en un debate entre izquierda y derecha. Cabe destacar que la alcaldesa Hidalgo, que ya lleva casi 10 años en su cargo, es de extracción socialista, y eso motivó que muchos sectores de la derecha parisina se alinearan en contra de la medida. París no es la primera ciudad europea que implementa este tipo de restricciones, pero sí la primera gran capital, y se especula con que esta iniciativa tenga un fuerte impacto por imitación en el resto del Continente, que se debate entre incentivos y restricciones a su industria automotriz.
Es por peso, no por ser “SUV”.
La mayor parte de los medios tituló la noticia –erróneamente– como un “castigo a los SUV”, cuando la disposición se aplica por peso y no discrimina por formato de vehículo. Pero esto se explica porque las sigla “SUV” está desde hace tiempo asociada a vehículos particulares de gran tamaño (“camionetas”) que tienen un pernicioso impacto en el medioambiente y en el uso del espacio público. Pero si bien es cierto que esta tipología de vehículos –cuya única particularidad en común es una posición de manejo uno poco más alta– son el símbolo de una tendencia del mercado hacia autos cada vez más grandes y pesados, en realidad hay muchos SUV pequeños y “urbanos” que quedarán (razonablemente) fuera de la penalización. Del mismo modo, autos con formato de sedán o rural, o incluso hatchbacks, serán alcanzados por la restricción, siempre y cuando pesen más de 1.600 kg.
Que la disposición se extienda los autos eléctricos es algo interesante, ya que implica una visión que va más allá de lo ambiental, y se extiende al uso (y abuso) del espacio público. Si bien los modelos eléctricos –supuestamente “no contaminantes”– gozan de un margen de 400 kg sobre los convencionales e híbridos, no están eximidos de la tarifa extra, en una clara señal hacia los usuarios y la industria de que es hora de ponerle límites al tamaño de los vehículos particulares que tienen pretensiones de ser usados en la ciudad. “Ha llegado el momento de romper con esta tendencia a que los autos sean siempre más grandes, más altos, más anchos. Ustedes tienen el poder de recuperar la propiedad de nuestras calles”, les dijo la alcaldesa Hidalgo a los parisinos antes de votación. Le hicieron caso.
Opinión: una medida deseable, no perfecta
Hace ya bastante tiempo que, en nombre de la seguridad, la habitabilidad –pero sobre todo por status–, las grandes “camionetas” se han impuesto como la tendencia y el aspiracional para la mayoría de los automovilistas. Pero no hay dudas que estos vehículos, que pueden ser razonables para viajes largos en la ruta, o tienen capacidades para terrenos difíciles o climas hostiles, son un despropósito en las ciudades, especialmente las muy densificadas que padecen serios problemas de tránsito. Por eso es muy difícil no estar de acuerdo con cualquier medida que desincentive su uso o ingreso a áreas urbanas. Claro que después está la implementación, que siempre acarrea claroscuros, porque cuando se aplica una solución es simple ante un problema complejo, se pueden generar distorsiones.
El “corte” que hará París es simplemente por peso y tipo de propulsión, según la homologación de cada modelo. Parece de lo más razonable, porque el peso de un vehículo en general está vinculado al tamaño. Pero en las zonas cercanas al límite siempre hay excepciones. Por ejemplo, hay vehículos híbridos de tamaño mediano-chico –que incluso pueden funcionar en modo 100% eléctrico en las ciudades–, que por el peso de sus baterías van a terminar pagando el sobrecosto de estacionamiento, como el Volkswagen Golf eHybrid (1.691kg) o el Peugeot 308 HYbrid (1.679 kg).
Resulta un poco injusto para alguien que vive en Neuilly-sur-Seine, a apenas 1 km del límite de París, que se compró en 308 justamente porque NO le gustan los SUV, y eligió el híbrido porque puede hacer hasta 50 km en modo 100% eléctrico, tener que pagar 54 euros por 3 horas de estacionamiento en el distrito V de París, en lugar de solo 18 si su auto pesara 80 kg menos. Y más injusto aún, si al lado tiene un enorme Tesla Model Y Performance, que SÍ es un SUV (pero pesa “solo” 1.998 kg) que paga solo un tercio.
También sucede que este tipo de escalas fijas y con un salto tan abrupto (sin transiciones entre la tarifa base y la máxima) siempre generan insatisfacción por su falta de proporcionalidad: solo por 2 kg de peso de exceso el precio puede triplicarse. Pero está claro que la alcaldía de París no se anduvo con sutilezas y prefirió mandar un mensaje claro y contundente a consumidores, fabricantes y sobre todo a sus ciudadanos, con respecto a cuáles son las prioridades en la ciudad. Máxime cuando la ciudad tiene probablemente el mejor servicio de subterráneos de Europa, complementado con una excelente red de bicisendas.
Pensado desde el punto de vista de la industria, no deja de ser una medida aislada: para que este tipo de regulaciones tengan un real impacto en las decisiones los fabricantes, además de refinarse en su implementación, deberían alcanzar consensos más amplios, a nivel continental. Tal vez París sea el puntapié inicial para ello.
Desde nuestra lejana perspectiva local, sería buenísimo que Buenos Aires y otras grandes ciudades argentinas empiecen a tomar nota de estas medidas, sobre todo considerando la proliferación de enormes pickups en las zonas céntricas. Claro que tal vez no sea este el mejor momento para estas iniciativas, en una época en la que toda regulación que priorice el interés colectivo por sobre el individual es tachada de maliciosa.
RT