Como era de esperar, los precios de los autos se acomodaron fuertemente al alza en estos últimos días, post asunción del nuevo gobierno y –especialmente– post devaluación del peso.
Igualmente, entender los precios de autos en Argentina es desde hace ya varios años una quimera. Dependiendo de cada marca, hay precios de lista en pesos, precios en dólares (para algunos productos importados y para casi todos los de marcas premium), y para estos últimos hay que ver a qué dólar se toma (billete físico, CCL, o la conversión a pesos de cualquiera de las cotizaciones no-oficiales).
Estos precios “de referencia” provistos por las empresas también están muy condicionados por los impuestos internos, especialmente por el llamado “impuesto al lujo”, implementado en 2014, que establece dos escalas de gravamen de acuerdo al precio del auto. Según la última actualización de diciembre, los modelos por debajo de 14,7 millones de pesos al público no pagan el impuesto, entre 14,7 y 27,5 millones pagan un 25% extra, y por encima de los 27,5 millones el gravamen asciende al 35%, aproximadamente. Este impuesto se venía actualizando más o menos trimestralmente, acompañando la evolución de los precios mayoristas de los autos, que son la base para la aplicación del gravamen.
Esto hace que las marcas, a medida que los precios suben, elijan “pisar” los precios de algunos modelos, para no empezar a tributar alguna de las escalas del impuesto. Esto podría verse como un beneficio para el consumidor, pero en la práctica solo generó que los precios de lista de las empresas sean solo “simbólicos”, ya que los que realmente se pagan en las concesionarias son mucho más altos. Son los llamados “sobreprecios”: la concesionaria le compra a la marca con la referencia del precio “de lista”, pero vende al mayor precio posible que el cliente esté dispuesto a pagar. Por supuesto mucha gente se enoja, al comprobar que los precios publicados por las marcas no son los que realmente se pagan, pero esto no es ni más ni menos que el mercado funcionando en términos de oferta y demanda. El problema, ya no desde un punto de vista ético sino legal, es cuánto de ese sobreprecio se paga “en negro”, evadiendo impuestos, pero eso ya es otro tema. Lo cierto es que estas distorsiones y faltas de referencias vienen haciendo ganar monumentales sumas de dinero a las concesionarias, tanto en los libros contables, como probablemente fuera de ellos.
Gran dispersión en los aumentos de precios
Más allá de su real utilidad en las transacciones finales, los precios de lista “sugeridos” por las automotrices permiten observar cómo la industria va haciendo el pasaje de inflación y costos al precio de sus productos.
Era obvio que las expectativas de inflación con el cambio de gobierno iban a generar un rápido aumento de precios, y más aún con la fortísima devaluación del 12 de diciembre, de más del 110%. Hay que tener en cuenta que –al menos en teoría– casi todas las empresas tenían fijados buena parte de sus costos (de importación de partes para producción o autos completos) a precio de dólar oficial de $380 en noviembre, que ahora pasó a más de $800.
En la Tabla 1 se puede apreciar una muestra de la evolución de precios sugeridos en pesos para 3 marcas (Toyota, Peugeot y Fiat) y 9 productos (cada uno con su versión de entrada y tope de gama), que es lo suficientemente variada como para (intentar) entender qué es lo que viene pasando con los precios en los últimos 45 días.
Lo primero que se puede apreciar es la enorme dispersión en los porcentajes de aumentos. La variación va desde un 25% hasta un 91%, con un promedio de 49% para los 18 casos considerados.
En el caso más extremo, el salto del 91% del Peugeot 208 Feline AT (la versión tope de gama del modelo), se debe a que justamente empieza a estar alcanzado por la primera escala de impuesto interno, y su precio se dispara. La versión más barata del 208 (Like 1.2L), en cambio, queda “topeada” por debajo de los 14,3 millones (41% de aumento) para mantenerlo por fuera del alcance del gravamen. Algo parecido pasa con el Fiat Cronos y el Fiat Pulse: se dejan las versiones base por debajo de los 14,6 millones (aumentan “solo” un 56% y 40%) y se “liberan” las versiones más caras, que vuelan 83,4% y 77,1%, para llegar a 18,9 y 29,7 millones respectivamente.
El Peugeot 3008 es un típico caso de auto de alta gama que ya es alcanzado por la segunda escala del impuesto en su versión más accesible, la GT Pack, que aumentó un ¡91%! Entre el 7 de noviembre y el 16 de diciembre, para llegar a los 42 millones de pesos. La versión más cara –Hybrid4– “solo” aumentó un 41,7%, porque ya estaba alcanzada por el segundo tramo del impuesto desde antes.
Interesante es el caso de las pickups, que por su carácter “utilitario”, no están alcanzadas por el impuesto al lujo. Aun así, los aumentos son significativos: 40,7 y 45,9% para las versiones más accesible y más cara de la Toyota Hilux respectivamente; y 32% en ambos casos para la Fiat Toro. Al no tener sus precios distorsionados por el impuesto interno, estos productos podrían ser una referencia más clara acerca del promedio de aumentos para todo el mercado.
Precios en dólares al alza o a la baja, dependiendo cómo se mida.
La locura de la variación de precios en estos 45 días se exacerba si se miden en dólares. Si se toma el dólar oficial (inaccesible para los consumidores, pero referencia para los costos de las empresas), todos los precios considerados bajan significativamente, como se puede apreciar en la Tabla 2: es parejo en el caso de todos los Toyota (entre -40,8% y -45,6%), y más disperso en Fiat y Peugeot (entre -15,3% para el Peugeot 208 tope de gama y -42,6% para ambas puntas de la Fiat Toro). Esta perspectiva es interesante porque, hasta antes de la devaluación, los precios en dólares oficiales estaban carísimos, y luego de la misma se acomodaron a los precios internacionales. Por ejemplo, una Toyota Hilux de entrada de gama vale unos $23.000 dólares en Europa, y hoy vale 25.000 en Argentina (antes de la devaluación, ¡41.000!). En el caso de un Peugeot 208 base, arranca en los 22.000 dólares en Europa y aquí pasó a valer “solo” 17.000, desde los 27.600 de antes de la devaluación.
Ahora bien, si se toma en cuenta la cotización del dólar blue, la cosa cambia y la sorpresa es mayúscula: hay aumentos de entre 35% (los modelos “topeados” para no ser alcanzados por el impuesto) hasta 87% para los que empiezan a ser alcanzados, como el Peugeot 208 tope de gama. Si, ¡87% de aumento en dólares billete “cara grande” en solo 45 días!
Para el caso de Toyota, los aumentos en blue van desde un 17,9% para un CorollaCross tope de gama, hasta un 37,6% de aumento para una pickup Hilux full.
Un caso particular es el del Peugeot 3008, el SUV mediano de Peugeot: hay un aumento de 83,1% en dólares para la versión de entrada, que pasa a estar alcanzada por el segundo tramo del impuesto, y 36,8% para la versión híbrida tope de gama, que llega a los 60.450 dólares. Por supuesto que todos estos valores a dólar blue son extremadamente volátiles y pueden cambiar de un momento a otro, si eventualmente la cotización paralela se dispara. Estos números son simplemente una foto de hoy, que incluso son un poco distintos de la de ayer.
Precios relativos entre productos
Más allá de los aumentos, medidos en dólares o pesos, un efecto interesante de estos reacomodamientos de las listas de productos nominados en pesos, es que se reposicionan con respecto a competidores que siempre han venido teniendo (y manteniendo) valores sugeridos en dólares. El caso del Peugeot 3008 es ejemplificativo: si en noviembre la versión de entrada valía 31.000 dólares menos a valor blue que un Kia Sportage base (un modelo lanzado hace muy poco en su mismo segmento), en diciembre esa brecha se redujo a un solo 11.000. Por el momento, Kia (y algunos otros importadores) no ha modifcado sus listas de precios en dólares, pero es probable que haya “retoques” en enero.
De todas maneras, hay que insistir en esto: todas estas estimaciones y referencias están hechas en base a los precios sugeridos por las automotrices; las cosas en las concesionarias pueden ser muy distintas.
¿Conviene comprar un auto como “inversión”?
Si hay algo que está desvelando a cualquier persona con ahorros por estos días, es qué hacer con ellos para que conserven su valor. Estamos en un escenario en el que el principal instrumento de ahorro de la mayoría de la gente –el plazo fijo–, promete un dramático rendimiento negativo frente a la inflación. Y la apuesta por resguardarse en dólares blue es antagónica: si las cosas le salen bien al gobierno y la brecha no se dispara, significará que habrá una inflación en dólares casi tan alta como la nominada en pesos. Y si el dólar billete resulta ser un buen resguardo porque acompaña (o supera) la inflación, significará que en poco tiempo será necesaria una nueva devaluación… Y ya sabemos cómo termina eso.
En este contexto, la compra de bienes, especialmente los durables, podría ser una opción. Pero en el caso de los autos no pareciera ser el mejor momento. Primero, porque está la gran expectativa de que el Gobierno cumpla con su promesa de desregular la economía y eliminar impuestos, especialmente el gravamen “al lujo”. Parece un poco utópico, pero eso podría hacer que bajen los precios de los modelos actualmente alcanzados, o eventualmente se planchen con respecto a la inflación. Así que conviene esperar a ver qué pasa. Otra cosa que podría hacer bajar los precios, o al menos que empiecen a perder contra la inflación, es la misma recesión que el Gobierno está tratando de inducir como “ancla” anti-inflacionaria. El mercado automotriz es muy sensible a la acumulación de stocks, y si la demanda cae es muy probable que rápidamente aparezcan las bonificaciones y “oportunidades”, que le van a restar valor a una compra hecha hoy.
Una buena oportunidad podría ser la compra de productos nominados en dólares (importados y premium), entre los que mantienen los precios de hace unos meses (como el caso de Kia), porque seguramente esos números van a comenzar a aumentar a partir del año que viene. Pero ya estamos hablando de productos de 50 o 60 mil dólares para arriba, y acceder a precios de lista en una concesionaria también puede ser una quimera.
Para colmo de males, enero es el mes que todo el mundo está esperando para comprar un auto, porque ya se adquiere un “modelo del año siguiente”. Pero lo cierto es que en estos meses que se avecinan, el riesgo de cualquier decisión que involucre un movimiento de dinero importante –como la compra de un auto– es extremadamente alto si de mantener el valor se trata.
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