“Se debería hacer una separación entre lo que es una asistencia y no mezclarlo con las jubilaciones, porque entonces queda degradado el concepto de jubilación. Mi papá y mi mamá tienen la misma jubilación, ¿cómo puede ser? Mi mamá no trabajó y mi papá sí…”. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que expresó el presidente Javier Milei en una entrevista con Chiche Gelblung en marzo 2024. Preludio de lo que se está debatiendo por estos días, a partir de la eliminación de las moratorias que introduce la ley Bases, aprobada por la Cámara baja.
Las amas de casa ¿qué hacen durante el día? Limpian, cocinan, realizan las compras, coordinan la atención médica, asisten con las tareas escolares, acompañan a las personas de las familias en sus actividades cotidianas y mucho más. ¿Acaso estas tareas no son un trabajo? Algunos dicen que lo que hacen las personas cuando se ocupan de la casa y la familia no es trabajar. Sin embargo, según la Real Academia Española (RAE), el trabajo se define como la actividad humana que se realiza con el fin de producir bienes o servicios para satisfacer las necesidades de la vida, abarcando todas las labores y actividades que implican esfuerzo físico o mental y que contribuyen al funcionamiento y desarrollo de la sociedad. Queda claro que el cuidado, vital para el funcionamiento de la sociedad, sí es un trabajo.
Para comprender plenamente la importancia del cuidado como trabajo, es crucial considerar tres ideas fundamentales:
En primer lugar, todas las personas somos a lo largo de nuestra vida cuidado-dependientes. Para insertarse en el mercado laboral y alcanzar la independencia económica es necesario primero resolver las responsabilidades de cuidado. Antes de salir de casa cada familia debe resolver quién se encargará del cuidado de los niños, o coordinar cuando integrantes de la familia que tengan alguna discapacidad o sean mayores puedan requerir algún tipo de apoyo en su día a día. Esto lleva a visibilizar el hecho de que las personas somos interdependientes, y que no hay producción para el mercado si no se resolvió antes la reproducción de la vida.
En segundo lugar, es importante destacar que el cuidado genera un valor económico significativo. Si asignamos un valor por hora equivalente al de la escala salarial de casas particulares a las horas de trabajo de cuidado y trabajo doméstico no remunerado, este sector representaría el 16,8% del Producto Interno Bruto (PIB) de Argentina, superando a sectores como el comercio y la industria. Esto demuestra el aporte económico al país que hacen las personas que cuidan. Este dato resalta una paradoja evidente: mientras el trabajo de cuidado permanece invisible y subvalorado es, de hecho, la actividad que más contribuye a la economía.
En tercer lugar, estas necesidades de cuidado demandan tiempo. Mucho tiempo. Tiempos que llegan a exceder a una jornada laboral legal de 8 horas (por cuya conquista, dicho sea de paso, se celebra el 1° de Mayo). Las tareas de cuidado, invisibles pero vitales para la sustentación de la vida, recaen en Argentina ampliamente sobre las familias. Esta es en parte la explicación de por qué demandan tanto tiempo. A pesar de que el cuidado es una responsabilidad social compartida, lo cual sugiere la necesidad de políticas públicas que provean servicios de cuidado y apoyo y regulen sus condiciones, las familias se enfrentan a menudo en soledad, debida a la escasa provisión de servicios estatales y el involucramiento de otros actores, al desafío de conciliar estas responsabilidades con el trabajo remunerado.
Dentro de las familias, estas tareas recaen desproporcionadamente en las mujeres, lo que afecta negativamente su participación en el mercado laboral. Según datos de la Encuesta del Uso del Tiempo del INDEC, las mujeres dedican en promedio 10 horas diarias al cuidado cuando hay dos o más niños o niñas en el hogar. Dada esta demanda de tiempo sobre las mujeres es que muchas de ellas se retiran del mercado de empleo para cuidar. Esto es lo que explica, entre muchos otros datos, la caída de 20 puntos porcentuales de la tasa de actividad laboral entre las mujeres que no tienen hijos y quienes tienen 3 o más. Como resultado de esta situación y a la prevalencia del trabajo informal, que tiene causas sociales estructurales y no es el resultado de preferencias individuales, actualmente solo una de cada diez mujeres cuenta con los aportes suficientes para jubilarse. El derecho a una jubilación digna de quienes cuidan es una forma justa de reconocer su rol social y la riqueza que han contribuido a generar y, esta misma riqueza, constituye el pilar sobre el cual se financia su propia jubilación.
Es indudable que la política jubilatoria, concebida hace más de un siglo en una sociedad notablemente distinta en términos de mercado laboral, demografía y composición familiar, necesita una revisión de fondo sobre sus características y su esquema de financiamiento. Sin embargo, no es a este debate al que nos invitan. Tampoco la motosierra apunta a los regímenes previsionales de excepción, cuyos haberes son un 85% superiores al promedio del régimen general y cuyo costo sobre el PIB alcanza casi el 7%, según los últimos datos disponibles.
Resulta desalentador que esta revisión comience por la derogación de la moratoria previsional que tenía como objetivo compensar una evidente injusticia social. Este enfoque pone de manifiesto que los argumentos económicos están siendo utilizados como una mera excusa para justificar argumentos ideológicos que continúan subestimando e invisibilizando las imprescindibles tareas de cuidado.
Seguimos insistiendo con las mismas preguntas: ¿la libertad no era también para las mujeres? ¿Qué futuro nos espera con las medidas que está tomando el Gobierno?
La autora es Investigadora del Área de Políticas de ELA
MS/DTC
“Se debería hacer una separación entre lo que es una asistencia y no mezclarlo con las jubilaciones, porque entonces queda degradado el concepto de jubilación. Mi papá y mi mamá tienen la misma jubilación, ¿cómo puede ser? Mi mamá no trabajó y mi papá sí…”. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que expresó el presidente Javier Milei en una entrevista con Chiche Gelblung en marzo 2024. Preludio de lo que se está debatiendo por estos días, a partir de la eliminación de las moratorias que introduce la ley Bases, aprobada por la Cámara baja.
Las amas de casa ¿qué hacen durante el día? Limpian, cocinan, realizan las compras, coordinan la atención médica, asisten con las tareas escolares, acompañan a las personas de las familias en sus actividades cotidianas y mucho más. ¿Acaso estas tareas no son un trabajo? Algunos dicen que lo que hacen las personas cuando se ocupan de la casa y la familia no es trabajar. Sin embargo, según la Real Academia Española (RAE), el trabajo se define como la actividad humana que se realiza con el fin de producir bienes o servicios para satisfacer las necesidades de la vida, abarcando todas las labores y actividades que implican esfuerzo físico o mental y que contribuyen al funcionamiento y desarrollo de la sociedad. Queda claro que el cuidado, vital para el funcionamiento de la sociedad, sí es un trabajo.