Siempre requerido como opinador contundente, este martes el filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek dio desde Liubliana con gusto, impaciencia y cortesía en partes iguales, todas las respuestas a todas las preguntas que no sin audible inquietud le formulaba en vivo y en directo desde París la radio francesa. “Si lo tuviera en su diván, usted que es analista, ¿qué diría del presidente ruso? Putin, ¿está loco o está cuerdo?”. “Sería difícil decidirlo”, contestó. Esto significaba, advertimos pronto, ‘¿Qué importa?’ Lo que importa, continuó, es que Vladimir Putin, aun cuando, como lo fue antes, sea obsceno en la sexualidad de su violencia, “siempre dice la verdad y es siempre lógico”. Occidente sería víctima de pensar que el presidente ruso sólo dice mentiras -y entonces rápidamente buscar ‘verdades’ en otro lado-. A EEUU y a la OTAN, prosigue el argumento de Žižek, los vence su incredulidad de Putin, y Putin estalla, incrédulo de que Occidente parezca incapaz de seguir su argumentación. “There is method in madness”, cita Žižek a Shakespeare, a Hamlet, príncipe de Dinamarca, escandinavo como Jens Stoltenberg, el actual secretario general de la Alianza Atlantista.
Tan patentes han sido esta semana demasiadas locuras, insensateces, atrocidades, atropellos a la razón, tan visibles, que es hacia ese método latente, acaso más desconocido o ignorado o menospreciado que invisible, que esta vez se dirigen las diez vueltas de El mundo es azul como una naranja, la Newsletter semanal de Política Internacional de elDiarioAR.com que hoy les llega aquí y así.
1. No más caras no máscaras
En unas semanas en que las operaciones militares de Rusia en suelo de Ucrania se prolongan más allá de lo que gobiernos y opinión pública en Occidente esperaron, la cobertura periodística en los medios nacionales europeos y americanos dedicó más tiempo y espacio a estos episodios internacionales que a ningunos otros de su clase en al menos cinco años. La línea de fuego entre ofensiva y defensiva pueden mostrarse en un mapa, las historias de interés humano muestran qué quemó ese fuego, quienes huyen, dos millones que dejaron Ucrania, la capital Kiev que resiste y que es el objetivo de caravanas de tanques y de decenas de miles de tropas. Esto permite dar por conocidos, más que nunca en el lustro, los ítems mayores de la crónica, un relato, sus protagonistas y antagonistas, sus aliados y sus enemigos, sus simpatías y diferencias. Lo que permite esta vez a esta Newsletter semanal de Política Internacional de elDiarioAR.com, evitar recapitularlos y en cambio presentar una colección de lados B, de contracaras, de incredulidades inconvenientes, de notas al pie, de comentarios marginales, de glosarios que siempre vienen al final.
2. La guerra de Troya no tendrá lugar
Así se titula, en traducción muy literal, una comedia de Jean Giraudoux, estrenada en París en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. En los medios occidentales, una de las pruebas de la mentira del Kremlin es que la palabra guerra se omite sistemáticamente en las comunicaciones del gobierno ruso. Se prefiere, y se usa de modo consistente, el cliché “operaciones militares especiales”, o análogos. La disputa es verbal, porque la guerra en Ucrania consiste en las acciones de las FFAA rusas en Ucrania. No es ‘neolingua’ de una dictadura como en la novelada distopía 1984 (1948) de George Orwell, la de Putin: falta el eufemismo, falta la voluntad de atenuar, o de sustituir por el contrario. Es pasión inútil el reproche, tanta como en toda la conferencia de Glasgow sobre el Clima, ejemplifica el Dr Žižek.
3. En Ucrania nunca hubo guerra antes
Guerra, en Ucrania, no hay de ningún modo, repite Putin. Operaciones militares, ya hubo, en el oriente del territorio de lo que fuera en tiempos de la URSS, hasta 1991, la República Socialista Soviética de Ucrania. En 2014, cuando cayó el gobierno prorruso en Kiev, y se levantaron en contra y no reconocieron al sustituto prooccidental, en la región llamada Donbás, y reclamaron su independencia, separatistas, como repúblicas, las de Lugansk y Donetsk, prorrusas como lo era el gobierno derrocado. En los acuerdos firmados posteriormente en la capital de Bielorrusia, Minsk, los gobiernos de Moscú, de Kiev, de Bruselas, todas las partes reconocieron que la participación militar rusa en defender a estas áreas independentistas, había sido operación militar, no una guerra, no la intervención de una parte beligerante en un conflicto bélico.
4. Ni hay guerra ahora
Ante las distracciones ucranianas con los acuerdos de Minsk, ante la voluntad declarada del gobierno de Kiev por integrar la OTAN, de permitir ejercicios militares de sus tropas y de participar en ellos, de conversar sobre la posibilidad de dotarse de drones para el conflicto con el Oriente separatista (como los israelíes que usó Azerbeiján contra Armenia), prohibidos por los acuerdos, ¿por qué llamar guerra a las operaciones militares de tropas rusas en el suelo de las que ahora Rusia, por ley del Congreso, reconoce como independientes, como República Federativa de Lugánsk y República Federativa de Donetsk? ¿O al apoyo a esas repúblicas de la agresión de Kiev, aun cuando lleve a las FFAA hasta la propia capital ucraniana? ¿Y no son guerra, en cambio, las sanciones económicas? (Aun aquí, hay que decirlo, la disputa sigue siendo verbal, porque todas las partes difieren en las palabras, pero hablan de las mismas e indisimulables cosas).
5. Ni jamás habrá guerra
Como tantos 8 de marzo anteriores, este martes el presidente Vladimir Putin dirigió un especial discurso por radiotelevisión a la Federación Rusa con motivo del Día Internacional de la Mujer. Esta vez, se dirigió muy espacialmente a las madres. Que conservaban el espíritu de la Gran Madre Rusia en tiempos de hostigamiento, burla, degradación, decadencia, hostilidad ideológica, massmediática, económica, militar, desde Occidente.
Como esto no es una guerra, podía tranquilizar a las madres añadía el presidente ruso, anunciándoles que nunca la habrá, tampoco. Y respondía a una angustia que se empezaba a expresar abiertamente en la redes, y la impopularidad entre las madres es de aquellos signos a los cuales Putin sabe prestar una atención alerta proporcional a la gravedad de la alarma. Anunciaba que no habría movilización general, leva de combatientes. Que no se convocaría a los reservistas. Y que tampoco, y que sobre todo, nunca participarían en Ucrania de los ejercicios, maniobras, operativos en curso, los conscriptos, los jóvenes rusos bajo bandera, que están cumpliendo con su obligación de servicio militar obligatorio.
6. A menos que…
Hay una figura retórica que se llama aposiopesis. En la Eneida, la epopeya romana de Virgilio, Neptuno el dios de los mares amenaza a los vientos, a los que (quos ego…), y deja la frase en suspenso, sin terminar, como Putin con sus sugerencias de que no hesitará antes de ordenar el empleo defensivo o disuasivo de armas de una violencia masiva y mortífera nunca antes usadas entre el agua y el aire, entre potencias atómicas igualmente originarias y básicas. Y esto ocurrirá si EEUU, si la OTAN, cruzan determinadas líneas rojas. ¿Cuáles? El Pentágono, la Casa Blanca, no quieren dar el mal paso hacia delante.
7. Arrancar las raíces del cielo
El gobierno de Kiev pide, suplica, es más, exige, a Washington, a Londres, a Bruselas, a la OTAN, que declare los cielos ucranianos un espacio de exclusión aérea. La respuesta de Moscú fue: “Eso, es la guerra”. “Y entonces…” Sorprende poco la velocidad de la respuesta rusa. O no debería sorprender. Sí debería sorprender, aunque sea arduo encontrar registros de esa sorpresa en los medios, que la respuesta inmediata de Occidente al pedido de Kiev fuera: “Lo vamos a reflexionar, pero nos parece difícil; tenemos mucha resistencia a esa opción”. La violencia de la amenaza de Rusia contestaba el estado de reflexión occidental, a que en vez de una lisa y llana negativa, comenzaran por expresar “resistencia”.
8. Aletear en el vacío
Con su respuesta, la OTAN fortalecía el casus belli de Putin. ‘La OTAN complota con Ucrania sobre cómo dañar a las FFAA rusas’, 'Ucrania fue tentada a entrar en la OTAN, y ahora Ucrania tienta a la OTAN con entrar en Ucrania'. Con independencia de las decisiones (negativas) a las que condujo a EEUU y las potencias atlantistas la deliberación sobre si convertir, o no, a los cielos de Ucrania en zona donde esté prohibido volar, el solo hecho de esta reflexión, no luce como una buena desmentida de la existencia de la conjura. Al contrario. Y más todavía, que en decidir descartar esta opción fueran mencionadas consideraciones logísticas y operativas, en vez de sólo jurídicas de Derecho Internacional Público. Atender el pedido de Ucrania implica un enorme dispendio de recursos que implicaría: Ucrania hoy no es Irak veinte años antes, la aviación rusa es de una sofisticación superior a cuantas se hayan enfrentado, y su flota aérea de combate mucho mayor. Sólo rehusándose de plano, colectivamente, al pedido de Kiev, habrían los gobiernos occidentales socavado el casus belli de Putin, al que, si antes careciera de fundamentos, ahora donaban de uno.
9. O arrastrar las alas
El pedido de Kiev del espacio de exclusión área es por cierto desesperado, además de desesperante. La flota aérea de las FFAA ucranianas fue destruida por los bombardeos rusos a los aeródromos militares. Como también sus defensas antiaéreas. Polonia ofrece una alternativa cuyo auxilio en el terreno militar también es a todas luces inferior al perjuicio diplomático que el solo hecho de que su sumisión a debate haya sido admitida ya está provocando. Polonia ofrece en préstamo a Ucrania unas dos docenas de aviones Mig-29 de fabricación ruso-soviética de su Aeronáutica. Aviones que podrían pasar por tierra la frontera si la atravesaban para ir a retirarlos, sin que militares polacos tuvieran que pisar suelo ucraniano (antes de Pearl Harbor, antes de intervenir EEUU en la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt había ofrecido a Churchill aviones que estarían colocados junto a la frontera, y entrarían a buscarlos militares que la cruzarían desde Canadá). O a través de una base en Alemania. Aviones de este tipo había en Ucrania; los pilotos ucranianos saben volar en ellos. Pero Polonia pide a EEUU que le reponga, con otros aviones de guerra, el faltante que así se generaría en el inventario militar.
El presidente Joe Biden, católico como el polaco Juan Pablo II, duda. Si Polonia, que es de la OTAN, y EEUU, que es de la OTAN, colaboran para facilitarle armamento de combate a Ucrania envuelta en operaciones militares contra Rusia, ¿está interviniendo la OTAN? El Pentágono dirime, con un 'Thanks, but no, thanks', al gobierno polaco.
En la Guerra Fría, EEUU y Rusia se enfrentaban militarmente en guerras indirectas que eran llamadas ‘por procuración’. Las más nítidas, las más largas, las más sangrientas, las de Corea y Vietnam. En ellas, capitalismo y comunismo se masacraban por interpósita persona, hasta detenerse y firmar casi un armisticio, un mero alto el fuego (como sigue siendo la situación en Corea), o hasta la victoria total de un bando (y derrota completa del otro), como en Vietnam. La novedad de la guerra en Ucrania, es que uno de los dos bandos, Rusia, da la cara, sin máscara, ni procurador, ni testaferro, contra un enemigo más débil, y que se había creído, procurador, o testaferro.
10. Verdad y consecuencia
Que sea veraz, que sus razonamientos sean válidos, explica las acciones de Vladimir Putin, no las justifica; eximirse de explicarlas (porque es fácil equivocarse en el enredo de causas y azares) por declararlas injustificables significará, dado que ha sido el curso de acción de las potencias que apoyan a Ucrania, prolongar la carnicería y acrecer el número de dos millones de personas que han dejado su patria. Porque cada nueva iniciativa, parece destinada a acrecentar su furia.
Cuando Volodímir Zelenski propuso seriamente, en estos penúltimos días, la renuncia de Ucrania a su aspiración de integrar la OTAN, después de la estupefacción sigue la pregunta: ¿No se habrían evitado dos semanas de horror solamente con hacer esta misma promesa, con buscar este mismo compromiso, dos semanas antes? Y ahora, además, antes que un ofrecimiento tardío, es una pasión inútil más, un desgañitarse como los otros que señala Žižek. Porque, ¿no estaba en los acuerdos de Minsk, esta promesa? ¿No había sido rota ya? ¿Cuánto fuego y cuánta muerte costó a Ucrania que un gobierno volviera a formularla? Dos semanas antes, la promesa de aceptar un destino nacional de neutralidad podía, todavía, sonar creíble, verosímil. Hoy no. Suena a promesa arrancada por las circunstancias desesperadas. Para romperla cuando se vuelvan, si otra vez se vuelven, favorables. No hay por qué dudar de la sinceridad de Zelenski, sin embargo, y ni el mismo Putin dijo que le sonara a mentira. Aunque el presidente ruso sí dejó en claro que le suena a falso. O, simplemente, que, sincera o no la promesa, mendaz o probablemente no el presidente ucraniano, él ni la cree, ni le cree, ni ya le interesa.
AGB