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Pedro, el productor y el amor en tiempos de Milei

Pedro Lambertini es uno de mis cocineros favoritos. Lo sigo desde sus primeros programas de TV, cuando intentaba hacernos entender que comer sano y orgánico no era someterse a la dictadura del arroz yamaní. Pero cuando me volví realmente fan fue durante la pandemia, por la sencilla razón que es de los pocos cocineros que no es “escondedor”. Sí te dice una receta, te la cuenta con todos sus secretos. Con el paso de la cuarentena y el aburrimiento, comenzó a tejerse cierta comunidad en torno a él. Porque además de sus recetas increíbles Pedro se volvió un gran opinador en X –en aquel momento era Twitter–. No de esos que opinan de cualquier cosa, pero si de esos que no le esquivan el pecho a los temas conflictivos aun a riesgo de perder los tan preciados seguidores.

No siempre coincido con sus opiniones pero siempre me parecen interesantes, porque lo que lo distingue de ese océano llamado X es la exquisitez con que escribe.

Hace poco, en un reportaje con este diario, confesó que no tiene facilidad para la escritura pero que se toma el trabajo escribir previamente sus textos, de no publicar lo primero que se le cruza. Los piensa, los relee, los edita. Un rareza. Así fuimos descubriendo que además de excelente cocinero, gran tuitero era también lo que podría definirse como un tipo copado, que muestra preocupación por el país donde vive, que defiende la universidad publica, que se escandaliza ante las prepotencias del vocero presidencial y que no dudó en salir a apoyar a Cocineros Argentinos cuando la intervención de la Televisión Pública decidió levantar el programa.

A través de sus vivos de Instagram también fuimos descubriendo algo de su intimidad. Que su cocina es como la de cualquiera, que tiene cacerolas cachadas y que para ocultar el portero eléctrico usa un molde de budín inglés. Fue en esos primeros días de cuarentena y aislamiento estricto que comenzó a llamar la atención un nuevo personaje en esta historia. Si ni siquiera se podía salir a pasear al perro, ¿Lambertini era capaz de llevar un camarógrafo a su casa para que le filme sus vivos y sin barbijo? Error. Entre clases sobre leudado de pan y lemon pie nos enteramos que quien estaba detrás de cámara era Federico Schenone, “El Productor”, o simplemente EP, su pareja desde hace 20 años y con quien se casó este martes 14 de mayo.

¿Por qué forman parte de esta columna? Porque no tienen nada que ver. EP postea en contra de la universidad pública, republica mensajes de Adorni y del Presidente, exige reparación para víctimas de la guerrilla. Lo que podría definirse como “un facho”. Pero el 28 de abril, EP sorprendió a Lambertini con dos entradas para ir a ver a uno de sus ídolos, Alejandro Dolina. No solo le regaló las entradas, también lo acompañó. Un verdadero gesto de amor.

Hace poco más de una semana que tres mujeres fueron asesinadas por el simple hecho de amar a otra mujer. Desde lo más alto del poder, el presidente de la Nación se burla de políticos que, como él, fueron elegidos por el voto popular. Agrede a periodistas y pone especial énfasis en dirigir sus ataques a las mujeres. La grieta no la creó Javier Milei, pero cada día que pasa, cava un poco más la zanja.

En medio de esos ataques, la historia de Pedro y EP es un remanso. ¿Cuántos de nosotros hubiésemos aceptado siquiera sentarnos a tomar un café con alguien que piensa tan distinto? En un Argentina partida, donde hay familias que dejaron de hablarse, amigos que dejaron verse, ellos son un faro de tolerancia.

Pedro y EP se casaron en una semana donde el Presidente volvió a desplegar su discurso ultra desde Madrid. Allí, lo esperaba el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que aunque no lo recibió, le dejó en claro que no está saldada la discusión entre ambos gobiernos después de que Milei se metiera –en un comunicado oficial– con la esposa del español. “Representamos todo lo que detestan, el feminismo, la justicia social, y la democracia”, le dijo Sánchez al presidente argentino. En paralelo, Centenares de personas fueron hasta la embajada a reclamar justicia por las mujeres asesinadas en Barracas. Si, en Madrid, pidieron justicia por ellas.

En esta edición Juan José Becerra escribe sobre la tolerancia que no tenemos y sobre como a veces es más fácil seguir la corriente.

Si de pelearse se trata, Mariana Verón nos trae las internas de un peronismo que, alejado del poder, no encuentra rumbo. El Lobby de Alejandro Bercovich nos cuenta la fascinación del empresariado por gastar fortunas para escuchar esas suertes de stand up del Presidente.

El Gobierno se embarcó en una publicitada denuncia por supuestos abusos en el reparto de planes sociales. La causa, bien leída, tiene por ahora un vuelo de corto alcance, cuya eventual proyección habrá que dilucidar. Se vale de un aparato comunicacional y judicial con reminiscencias indisimuladas al Ejecutivo de Mauricio Macri, una página que un sector de la administración libertaria parecía haber dejado de lado. Habrá que leer la historia, porque aquella experiencia 2015-2019, a la hora de la verdad, es decir, el megaendeudamiento y la recesión, terminó sin pena ni gloria. De esto escriben Sebastián Lacunza en su Panorama Político y Mauricio Caminos, quien investigó sobre las denuncias por extorsión.

Pedro Lacour viajó a Misiones para contar el conflicto docente, la pelea policial y el drama de una provincia a punto de estallar.

Y mientras todo esto ocurre, David Correa contó el ajuste en el Correo Argentino y como está a punto de desaparecer la sucursal de La Poma, el pueblo de la pastora Eulogia Tapia. Honrada en el Senado provincial, hasta Mercedes Sosa le cantó, pero ahora tendrá que hacer 60 kilómetros cada vez que tenga que hacer un trámite jubilatorio o mandar un carta. Una historia mínima, como la Pedro y EP, historias con las que convivimos todos los días y que a los que hacemos elDiarioAR nos esforzamos por encontrar para poder acercártelas, porque creeomos que son valiosas y que son nuestro sello, nuestra mirada. Por eso, si valorás nuestro trabajo, si valorás el periodismo independiente, te pedimos que nos apoyes.

Hasta el próximo domingo.

MG

Pedro Lambertini es uno de mis cocineros favoritos. Lo sigo desde sus primeros programas de TV, cuando intentaba hacernos entender que comer sano y orgánico no era someterse a la dictadura del arroz yamaní. Pero cuando me volví realmente fan fue durante la pandemia, por la sencilla razón que es de los pocos cocineros que no es “escondedor”. Sí te dice una receta, te la cuenta con todos sus secretos. Con el paso de la cuarentena y el aburrimiento, comenzó a tejerse cierta comunidad en torno a él. Porque además de sus recetas increíbles Pedro se volvió un gran opinador en X –en aquel momento era Twitter–. No de esos que opinan de cualquier cosa, pero si de esos que no le esquivan el pecho a los temas conflictivos aun a riesgo de perder los tan preciados seguidores.