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40 años de rock de estadios en Argentina

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La obtención del título en el mundial de fútbol de Qatar nos regaló imágenes imborrables de nosotros mismos siendo parte de fervorosas multitudes. Gracias al trabajo de los drones, vimos a cientos de miles de cuerpos convertidos en una marea humana que se expande y se mueve como si tuviera vida propia. Ese modo de juntarnos y apretarnos con otros para cantar y gritar al unísono es un mecanismo natural de las hinchadas de fútbol -cada vez menos de la política- y en algunas ocasiones también la música puede tomarlo prestado. La música popular -y puntualmente el rock- empieza a organizar a su público de esa misma forma en Argentina justamente cuando ingresa en lo que es el espacio natural del fútbol, cuando los conciertos llegan a los estadios.

Esta semana se cumplieron cuarenta años de la primera vez que un músico de rock argentino se presentó en un estadio de fútbol. El 26 de diciembre de 1982 Charly Garcia eligió la cancha de Ferro Carril Oeste para presentar “Pubis Angelical / Yendo de la Cama al living”, el álbum doble con el cual daba inicio a la etapa solista de su carrera. Aquella noche marcó un quiebre en cuanto a lo que se podía esperar de un recital de un artista local no sólo en términos de convocatoria sino también en su aspecto ritual: estar en un estadio inevitablemente le sumaba al evento musical algo de ese fervor futbolístico argentino que tanto nos gusta ostentar frente al mundo.

Apenas un año antes de aquel mítico concierto de Charly, en febrero de 1981, habíamos tenido el primer gran recital internacional en un estadio, con la serie de shows de Queen en el Estadio de Vélez, algo que se vivió en plena dictadura militar como una verdadera rareza, un oasis de libertad dentro de un clima social y político definitivamente opresivo. Luego, durante los siguientes años de la década del 80, los músicos argentinos sólo llegaron a tocar en estadios en el marco de festivales encabezados por artistas extranjeros como en el caso de Amnesty o el Festival Rock & Pop. Fue recién a partir de la década del 90 que el rock argentino volvió con peso propio a los estadios de fútbol. En 1990 Soda Stereo presentó Canción Animal en Velez, Charly volvió a Ferro en el 91 y luego con el regreso de Serú Girán en año 92 llegaron a hacer dos funciones en el Estadio de River. Ya en el 93, vendrían las presentaciones de El amor después del amor, de Fito Páez, en Vélez y dos años más tarde la de Circo Beat en en River.

Promediando la década del 90, la presencia del rock argentino en los estadios se volvió no solo más frecuente sino mucho más simbiótica en relación al fútbol. Una buena parte del rock argentino adoptó los modos de alentar del fútbol -la idea de seguir a la banda a todos lados, como se sigue al equipo- y hasta la estética de camisetas y banderas, con lo cual el estadio se volvió su ámbito natural. Empezando por el fenómeno de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que alcanzó a partir de la década del 90 una masividad que solo podía ser contenida en estadios, y siguiendo con otras agrupaciones como La Renga, La Bersuit y Los Piojos, que más tarde o más temprano tuvieron sus conciertos en estadios de Capital y el interior del país. Aquella simbiosis entre el fútbol y el rock no terminó bien: el uso de pirotecnia, que era parte de esa alianza y estaba presente en los conciertos de muchas bandas de rock de la época, causó finalmente la muerte de 194 personas durante un recital de Callejeros en el local República de Cromañón en 2004.

Aunque muchas de esas bandas pudieron repetir en reiteradas oportunidades el ritual del estadio, para otros artistas ese espacio se convirtió en el ámbito de celebraciones especiales. En River tuvieron lugar la despedida y el reencuentro de Soda Stereo, en 1997 y 2007 respectivamente, así como el adiós -para nada definitivo- de Los Fabulosos Cadillacs en 2008. El estadio de Vélez fue elegido para el concierto subacuático de Charly, que lo devolvía a los escenarios después de una larga rehabilitación y para ese mítico recital de Las Bandas Eternas de Spinetta, ambos en 2009. Desde ya, el rock no es la única música argentina que ha ingresado a los estadios: cantantes melódicos y súper populares como Diego Torres o Abel Pintos también se enfrentaron a la multitud de las canchas de fútbol.

En este año que se está yendo, al margen de las visitas internacionales que colmaron la capacidad de los estadios como Coldplay, Bad Bunny, Harry Styles o Guns N´ Roses, hubo varios artistas de rock argentino -los que sostienen esa línea más tradicional y guitarrera- como La Renga, Ciro y los Persas, Los Gardelitos o Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado (la banda del Indio sin el Indio) que tuvieron sus grandes noches en las canchas de fútbol. Pero sin dudas, la gran novedad fue el acceso a los estadios de los artistas del género urbano, como Wos, que llenó dos veces el estadio de Argentinos Juniors o Duki, que tuvo cuatro funciones en Vélez.

La agenda de recitales 2023 aún está en desarrollo, pero ya se pueden ver algunos grandes eventos que van a llevarnos a los estadios. Sin mayores novedades de River o de Argentinos Juniors, Vélez tomó la delantera y ya puso en el calendario una serie de conciertos que dan cuenta de la diversidad musical de esta época. La primera que se anotó fue Lali, que tendrá el 4 de Marzo el cierre definitivo del Disciplina Tour en el José Amalfitani luego de haber gastado el escenario del Luna Park y el Movistar Arena en 2022. El 18 del mismo mes, llegará el turno de La Konga, el nuevo fenómeno del cuarteto que conquistó al público de todo el país.

Luego llegarán a Vélez dos regresos muy esperados por el público rockero. El 1 de abril Fito le pone el cierre al tour por los 30 años de El Amor después del amor en el mismo escenario donde tuvo el primer gran concierto masivo de su carrera en 1993. Y, finalmente, el 13 de mayo será el turno de Divididos, que celebra los 35 años de existencia del grupo y se juega una suerte de revancha en Vélez. Fue justamente allí donde el trío presentó en 1994 su segundo disco, La era de la boludez, en un recital que por problemas de sonido y organización les dejó un sabor amargo y tras el cual no quisieron volver a tocar en estadios. Si aquel concierto del 94 se apoyaba en un disco súper exitoso y puntualmente en la agotadora difusión del gran hit ¿Qué ves?, el show que la aplanadora del rock ahora tiene por delante llega con la tranquilidad y la sabiduría de un largo y enriquecedor camino recorrido.

Como hace cuarenta años, cuando Charly convocó a sus fans por primera vez en Ferro, el 2023 seguramente nos encontrará repitiendo el ritual de caminar juntos por las calles de la ciudad para luego amontonarnos un poco en algún estadio de fútbol y corear juntos alguna bella canción.

HS

La obtención del título en el mundial de fútbol de Qatar nos regaló imágenes imborrables de nosotros mismos siendo parte de fervorosas multitudes. Gracias al trabajo de los drones, vimos a cientos de miles de cuerpos convertidos en una marea humana que se expande y se mueve como si tuviera vida propia. Ese modo de juntarnos y apretarnos con otros para cantar y gritar al unísono es un mecanismo natural de las hinchadas de fútbol -cada vez menos de la política- y en algunas ocasiones también la música puede tomarlo prestado. La música popular -y puntualmente el rock- empieza a organizar a su público de esa misma forma en Argentina justamente cuando ingresa en lo que es el espacio natural del fútbol, cuando los conciertos llegan a los estadios.

Esta semana se cumplieron cuarenta años de la primera vez que un músico de rock argentino se presentó en un estadio de fútbol. El 26 de diciembre de 1982 Charly Garcia eligió la cancha de Ferro Carril Oeste para presentar “Pubis Angelical / Yendo de la Cama al living”, el álbum doble con el cual daba inicio a la etapa solista de su carrera. Aquella noche marcó un quiebre en cuanto a lo que se podía esperar de un recital de un artista local no sólo en términos de convocatoria sino también en su aspecto ritual: estar en un estadio inevitablemente le sumaba al evento musical algo de ese fervor futbolístico argentino que tanto nos gusta ostentar frente al mundo.