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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Las mujeres pueden sanar en red y los varones también: el proyecto para reducir violencias que resiste en Formosa

Equipo de psicólogos del programa Vínculos Saludables en el patio de juegos del centro de salud

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En un contexto nacional de desmantelamiento de las políticas de género, donde reinciden narrativas conservadoras y negacionistas, hay iniciativas públicas que resisten y buscan crear comunidades más justas. Este es el caso del proyecto “Promoción de vínculos saludables” del Centro de Salud Pablo Bargas de Formosa, un espacio impulsado por mujeres que lleva más de 20 años brindando acompañamiento psicológico, con grupos de ayuda mutua, a personas que sufren violencias y también a quienes las ejercieron.

La prueba piloto empezó en 1999, cuando en Argentina todavía se hablaba de “violencia doméstica” y aún faltaba una década para que se sancionara la Ley Nacional de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. “Veíamos que en las consultas médicas y odontológicas y en las actividades comunitarias de la salita, era reiterada la demanda de asistencia a mujeres y niños por situaciones de violencia. Decidimos formarnos en el tema y conformamos un equipo interdisciplinario para encarar el problema social como una cuestión de salud pública, desde el primer nivel de atención”, contó la médica Julia Constanzó, directora del CAPS en ese entonces. A este equipo inicial lo integraron Beatriz Cravero, militante feminista reconocida en la provincia por su lucha histórica, la trabajadora social Beatriz Gómez y María José Paredes, psicóloga especializada en violencia intrafamiliar y referente provincial de la Red argentina por buenas masculinidades.

El programa se fue reconfigurando en base a los contextos históricos y, con los años, los equipos de trabajo fueron variando: llegaron a participar médicas, operadoras comunitarias, sociólogas, hasta un cura. Hoy lo comandan cuatro psicólogas -Eva Vizcaíno, Alejandra Carrizo, Stefani Zannin y Mónica Pacheco- y la respuesta está fuertemente ligada a la salud mental. “Nosotras nos vemos atravesadas e interpeladas por nuevos paradigmas todo el tiempo y eso hace que vayamos transformando las formas de abordaje. Se brindan terapias grupales, pensando sobre todo en la temática de violencia, con el intento de construir o reconstruir algo del lazo social”, comentaron.

¿Cómo funciona?

Cada semana, más de 20 personas asisten a algunos de los dispositivos de Promoción de Vínculos Saludables en el barrio Villa Lourdes: grupos para personas que sufren violencia; para personas que ejercieron violencia y quieren iniciar procesos de reflexión y deconstrucción; para cuidadores y cuidadoras, al que llegan tías, madres, padres, quienes tienen a su cargo el cuidado de un niño o niña, y consultan por alguna situación; talleres para niños y niñas.  También se realizan atenciones individuales, que son entrevistas, acompañamientos y seguimiento de casos. 

Las actividades se dan en el sector de psicología y, a veces, en el patio, entre unas hamacas y un lapacho que tiñe todo el piso de lila. Cada lunes a primera hora, además, funciona la reunión de equipo de psicólogas, que suele abrir la participación a alumnos o egresados de la facultad de psicología, a docentes, funcionarios o equipos técnicos de otras áreas del Estado, o a profesionales de otros centros de salud e incluso de otras localidades de la provincia. Esta articulación constante, propia de su lógica de trabajo, fue clave para consolidar el proyecto como un pilar fundamental para la comunidad: hoy no sólo es un servicio del barrio, llegan consultas de todos lados.

“A los grupos se puede llegar de manera espontánea, a través de un turno para atención en salud mental o a partir de una consulta con el pediatra, que deriva al paciente si considera necesaria una interconsulta” explicó Pacheco. “También puede venir la demanda de otro centro de salud, de alguna escuela, de los organismos del Ejecutivo provincial y municipal que trabajan con violencia de género, o de un oficio judicial”, agregó Carrizo. 

Actualmente, el trabajo del Pablo Bargas es una referencia en el Poder Judicial de la provincia, que desde el Juzgado de menores o su Oficina de Violencia Intrafamiliar deriva a las personas que han transitado problemáticas vinculadas a las violencias. Este fue el caso de Angélica, una mujer que nació y creció en el campo y que a sus 15 años dejó la escuela para hacer lo que su padre le había indicado: casarse. Angélica dice que el espacio de Vínculos Saludables implicó un giro en su vida.

Darse cuenta

Un día, Angélica, cansada de lavarle los pies a su marido y de que él la descalifique y agreda por querer un futuro para sus hijos, agarró a los ocho y se mudó de la localidad de Tatané a Formosa capital. Empezó de cero, con nada. Estudió, trabajó, construyó una casa. Hace 9 años, empezó a salir con alguien y se quedó embarazada, pero al tiempo él le dijo que no quería hacerse cargo del niño y la dejó. Una noche, cuando ella estaba en su casa con su bebé recién nacido y con la herida de la cesárea todavía sanando, su ex llegó borracho, pateó la puerta y se metió en su vivienda a los golpes. Ella estaba con una amiga y con una de sus hijas. Llamaron a la policía. Después de ese episodio, siguieron las violencias, y las denuncias. Estaba desesperada y en el Poder Judicial le hablaron del Centro de Salud Pablo Bargas. 

Al principio escuchaba que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres a su independencia, a poner límites, y yo pensaba: están locas. Después me di cuenta, entendí que todo lo que sufrí en mi vida desde mi infancia había sido violencia. Aprendí que yo no era una loca por querer estudiar y trabajar”, relató Angélica. “Asistí a los grupos durante muchos años. Lloré muchos años. Tenía culpa, miedo, pero hoy soy otra persona. Soy consciente de que pude hacer muchas cosas: pude terminar la secundaria de grande, estudié muchos oficios, soy auxiliar de gerontología, tengo mi trabajo, pude cuidar y criar a mis hijos. Soy una agradecida de ese espacio, porque realmente sirve y ayuda”, agregó.

Cuando Jésica tenía 30, su esposo la insultó y golpeó. Entonces ella, con su bebé de un año en brazos, se fue de la casa. No podía ir a lo de su mamá, su pareja había hecho que ella se alejara de su familia. No tenía mucha plata porque tampoco tenía trabajo, lo había dejado para dejar de escuchar los planteos de celos de su pareja. Pero había dicho basta, así que buscó un lugar donde dormir esa noche, después consiguió un trabajo y un lugar para vivir. Su hijo creció bajo su cuidado y con un padre intermitente que, de vez en cuando, lo veía y, a veces, le pasaba lo que correspondía por alimentos. El año pasado, cuando Jésica inició una relación con un chico y su hijo empezó a visitar a su papá con más frecuencia, las violencias y amenazas de su ex volvieron. Y además, su hijo, con sólo 7 años, empezó a gritarle y a pegarle. Sin saber qué hacer, por recomendación de un amigo, Jésica llegó al Pablo Bargas. Su niño comenzó a ir a los talleres lúdicos y ella, con las personas que cuidan. Ahí, recién ahí, le puso un nombre a la tortura que había vivido en los últimos siete años: se dio cuenta de que había sido violentada psicológica y físicamente por el papá de su hijo. 

Hoy Jésica tiene 37 años y cada semana se cruza de un barrio a otro para asistir a la terapia de grupo. Está de nuevo cerca de su familia, tiene red de amistades, una changa que la sostiene y está aprendiendo herramientas para cuidar y criar a su niño, que también está aprendiendo a manejar sus emociones.

Las historias que se cruzan en los grupos tienen orígenes distintos pero algo en común: están atravesadas por una o múltiples violencias y sus protagonistas tienen la oportunidad de sanar y salir adelante. 

Trabajar la violencia con los violentos

En el caso del grupo para personas que ejercen violencia -al que mayoritariamente asisten varones cis- hay algo que se mantiene y algo que hace ruido, cuando se sienten interpelados por algo que antes no les pasaba. “Ellos empiezan a hablar cuando pueden, algunos revelan cosas dolorosas de su propia infancia y de una educación con muchísima crueldad. Siempre hay algún compañero que les hace algún comentario y ahí se da el pasaje, donde ellos comienzan a ver, por ejemplo, que no fue tan buena su crianza, y a darse cuenta de que a ellos les enseñaron cómo debía ser una mujer. Ahí descubren muchas veces las violencias que sus padres ejercieron hacia sus madres o hacia ellos mismos, y eso explica por qué llegan tan enojados”, comentó Carrizo, la psicóloga que tiene a su cargo este dispositivo.

Las personas llegan bajo el despojo, el enojo y la exclusión; en los grupos encuentran un cobijo, pero también sacuden estructuras y se hacen preguntas: “Un paciente nos contó que no había podido llorar al costado de la cama de un hospital, cuando su hijo estaba en coma, porque una enfermera lo estaba mirando. Aquí se lo permiten, se permiten angustiarse”, mencionó Zanin. “Vienen muy solos y aquí muchas veces encuentran amigos. Por eso decimos que es una experiencia transformadora para ellos. Algunos se van sin ser interpelados, pero a la mayoría el grupo los atraviesa”, agregó Carrizo. 

Feminismo y política

Desde que se creó este programa público en Formosa, en Argentina pasaron siete presidencias con filosofías y gestiones muy distintas: se dieron avances legislativos en materia de salud sexual y reproductiva, educación sexual, cuidado de las infancias e igualdad de género y diversidad; se crearon políticas públicas clave para el empoderamiento de las mujeres y su autonomía económica; también hubo retrocesos -aunque ninguno tan fuerte como el que hoy sacude al mapa- y aún así, el Programa de Promoción de Vínculos Saludables siguió funcionando donde estuvo siempre: en la esquina de Emilio Senes y Mariguetti.

“Cuando recién empezamos, era muy difícil trabajar temas como el sometimiento o la independencia económica. Eso fue cambiando con el empuje del movimiento feminista que habilitó conversaciones y generó cambios culturales. Desde que las mujeres empezaron a hablar y la sociedad comenzó a creerles, la transformación fue estructural”, dijo Vizcaíno. En esta línea, también comenta que el caso de abuso sexual a la actriz Thelma Fardín -quién denunció a Juan Darthes y, luego de una larga lucha, logró justicia- fue fundamental para que muchas mujeres del barrio se acerquen a preguntar sobre situaciones de abuso que tenían silenciadas o negadas

Los feminismos también trajeron un cambio en la mirada de las masculinidades hacia la salud mental: “Antes, ir al psicólogo significaba debilidad, ahora no: al consultorio llegan varones por motivos de ansiedad, angustia o problemas de celos que quieren modificar. Vienen solos a pedir ayuda, eso es nuevo”, dijo Zanin. 

Del mismo modo, el avance en materia legislativa y la creación de políticas públicas concretas, como Ellas Hacen o, más tarde, el programa Acompañar, también fueron fundamentales para que se generen estos cambios. En ese proceso, el proyecto de Promoción de Vínculos Saludables fue apoyo y testigo: “Acompañamos un montón de mujeres que pudieron denunciar y salir de la situación en la que estaban porque hubo un Estado que les dio la posibilidad económica de pensarse, de transformarse, de estudiar y trabajar, de integrar una cooperativa”, comentó Vizcaíno.

“También vimos cómo las mujeres tomaban anticonceptivos a escondidas de su marido o novio, que se los prohibía como un método de control. Era realmente peligroso para ellas. Hoy esas mismas mujeres hablan de la vasectomía”, agregó, retomando uno de los enfoques clave del programa: la salud sexual reproductiva y no reproductiva. 

Otra de las medidas exitosas que nombraron en este sentido fue el Plan ENIA (de prevención del Embarazo No Intencional Adolescente): el acceso gratuito al chip subcutáneo logró abordar una problemática de la región y bajar considerablemente los niveles de embarazo en la adolescencia. Pero a esta política pública le llegó la motosierra del presidente Javier Milei. 

Mientras el Gobierno cierra el primer Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y elimina todas sus políticas; mientras incumple con los compromisos internacionales asumidos por la Argentina y niega la existencia de las violencias por razones de género, en algunas provincias hay lógicas de resistencia. En el caso del Plan ENIA, el Gobierno de Formosa se hizo cargo de uno de sus elementos fundamentales: garantizar el stock para el acceso gratuito a los métodos anticonceptivos gratuitos.

Un proyecto que se multiplica

Parte de la fortaleza de este equipo de psicólogas es buscar nuevas narrativas para hablar con personas que viven envueltas en realidades hostiles, a cerca de sus derechos,  la igualdad de género, los cuidados, el aborto, las distintas formas de masculinidad. Pero la demanda de los casos que llegan al centro es tan alta, que también fueron desplegando estrategias para multiplicarse: cada año, el equipo de salud mental recibe pasantes de la carrera de psicología, quienes luego continúan en el Pablo Bargas de forma voluntaria o replican el dispositivo en otros efectores de la provincia. 

“No estamos solas. Hoy contamos con una red de psicólogos y psicólogas en los centros de salud de toda la provincia. Hay profesionales de la salud que articulan con nosotras e incluso, se formaron en el Bargas”, aseguró Vizcaíno. En un momento histórico de encrucijada nacional, donde el discurso busca romper los lazos sociales, donde se quiebran programas, proyectos, equipos y todo aquello que permite sostener el acceso a los derechos, ellas apuestan a la red. 

DC/ CGN/MA

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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

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