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Poner en palabras: la literatura explora y problematiza los derechos sexuales

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Con la elección de la palabra precisa, el tejido de una trama que permite entender la complejidad de una situación o la capacidad de explorar por qué muchas veces el deseo es más contradictorio y opaco que lineal, la literatura argentina aborda los derechos sexuales y reproductivos y, con un aporte artístico y creativo, ayuda a llenar de sentido el “mi cuerpo es mío” y a darle forma y contenido una idea fuerza que se ramifica: tenemos derecho a vivir al margen de todo tipo de violencia sexual. 

Las autoras, entonces, recurren a la ficción para contarles a los lectores de qué está hecho el universo de los derechos sexuales y sus violaciones: la desesperación de un personaje ante un embarazo no deseado, la lógica familiar de ocultamiento detrás de un aborto forzado o el efecto del silenciamiento sobre los cuerpos. Ficción y realidad entran, entonces, en un juego de espejos y retroalimentación que ayuda a sacar el tema de la oscuridad, lo visibiliza y problematiza y, en ese movimiento, lo vuelve materia de conversación.

La mejor tradición literaria: no hay temas prohibidos 

Las investigadora y docente Ilona Aczel estudió durante años cómo fue narrado el aborto en la literatura argentina y lo reunió en “Literatura argentina y aborto: intervención inicial sobre un corpus embrionario” un mapa de lecturas con ficciones de Roberto Arlt, Jorge Asís, Washington Cucurto, Ana María Shua, y Samanta Schweblin, entre muchos otros. “Desde los primeros textos literarios argentinos el cuerpo femenino se confunde metafóricamente con el territorio de la patria. Desde esta posición naturalizada, se instituye socialmente a las mujeres como las responsables de no dejarse conquistar, de negar su sexualidad hasta el matrimonio y demostrar tanto su valía como la de su familia”, asegura en el texto. Y en el contexto de esa tradición literaria, cree que la prosa de Sara Gallardo irrumpe e implica un punto de inflexión. 

Antes de que “El acontecimiento” (2000) de Annie Ernaux sorprendiera a los lectores con un relato autobiográfico del aborto que la escritora ganadora del Nobel atravesó cuando era una estudiante de Letras, la literatura argentina llevaba años explorando el tema. “Enero”, la novela de Sara Gallardo que fue publicada por en 1958, es un punto de quiebre en las representaciones sobre el aborto porque, aunque no está nombrado, está narrado como el camino silencioso que elige Nefer cuando se da cuenta de que está embarazada tras una violación que no puede confesar porque sería una deshonra familiar.

Julia Ariza es una de las fundadoras y editoras del sello Fiordo, que eligió recuperar la obra de Sara Gallardo y, en ese movimiento, devolvió “Enero” a las librerías. “Llegamos a la novela porque nos gustaba mucho Sara Gallardo, toda su obra, y siempre habíamos querido publicarla. Empezamos por 'Pantalones azules' y seguir por 'Enero' era una consecuencia lógica, porque se acababan de vencer los derechos de la edición anterior, de Capital Intelectual. No la elegimos por el tema del aborto, no teníamos esa agenda en la cabeza cuando le propusimos a los hijos reeditarla”, repasa Ariza sobre cómo fue el proceso. “La novela justo salió en coincidencia con el debate por el aborto en 2018 y hubo una serie de menciones en la prensa de esa novela como una de las que abordaba el tema en la literatura. Y ahí quedó muy asociada al tema, que es el núcleo dramático de la historia, por supuesto, aunque en conexión con otros ejes muy fuertes que están en toda la obra de Sara: las relaciones de clase y de género mezcladas, la relación de las personas con la naturaleza, con el mundo animal, incluso una reflexión sobre el destino, el deseo, la individualidad”, cuenta la editora para explicar cómo el eje del aborto de Nefer, la protagonista, se intercala con el resto de los aspectos de su biografía. 

En toda la obra de Sara Gallardo subyace el problema de las asimetrías de clase y género, el choque entre el deseo individual y el marco social. “Las violencias que generan esas asimetrías y desfases están representadas de maneras muy sutiles, para nada panfletarias, pero sí desde la observación”, apunta la editora. Cree, además, que los lectores que tuvo y tiene el libro desde que se publicó se acercaron en parte por la conexión con el tema del aborto. “Quizás una porción del público que conoció a Sara, sobre todo lectores jóvenes, lo hicieron porque la novela había cobrado gran visibilidad en relación con el debate, pero también me parece que juegan otros motivos, la potencia de la escritura de Sara, su vigencia y su forma única de hablar de las relaciones entre las personas y, de nuevo, con el mundo natural”, analiza. 

“'Enero' es una novela de amor no color rosa, sino color tierra”, la definió María Elena Walsh. ¿Cómo logra esa potencia? “Siempre me impactó su capacidad para sintetizar toda una atmósfera: emocional, espacial. Un adjetivo certero, un encadenamiento de dos sustantivos y un verbo y tenemos toda una imagen de un lugar, su luz, las tensiones que lo habitan. Dos líneas de diálogo y ya entendimos el conflicto complejo, interno de un personaje. Eso me parece maravilloso. Creo que es una autora muy contemporánea en su libertad para escribir, forzando apenas la sintaxis por momentos, algo que hace que sus oraciones se persigan unas a otras. Y esto ya está en 'Enero'. Para Sara, el paisaje es un personaje más”. 

Una experiencia que (por fin) habla

“Cuando escribí las novelas 'Tuya' y 'Elena sabe' nadie hablaba del aborto más allá del movimiento feminista y del trabajo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. No era un debate instalado en la sociedad, no se usaba ni se decía la palabra. Por eso, en el cuento 'Basura para las gallinas' decidí no decirla, emulé el silencio y elegí un vacío”, cuenta la escritora Claudia Piñeiro sobre el lugar que el aborto ocupó primero en su obra y, recién después, en su militancia feminista. “Como autora, siempre fue un tema que me preocupó y me llamó en la medida en que me interesa cualquier tema de las mujeres en el mundo. El aborto es un tema ancestral y prohibido que ha minado los derechos y posibilidades de muchas que se enfrentaron a un embarazo no deseado y no sabían cómo hacer. Por todo eso, me resultó literario y me pareció que era interesante como cuestión dramática para abordar en una trama”, cuenta Piñeiro para dar cuenta de por qué el tema llegó a su ficción antes que a su rol de militante. 

Fiel a las reglas de la ficción, la autora “dejó ser” a sus personajes y no se arrogó el poder de hacer que actuaran conforme a sus convicciones. En 'Tuya', la adolescente que queda embarazada y concurre a un consultorio clandestino finalmente decide no abortar. En el cuento 'Basura para las gallinas' una madre le hace un aborto a su hija con una aguja de tejer tal como vio a su propia madre hacérselo a su hermana. En 'Elena sabe', una mujer es secuestrada por otra en el momento que está por entrar a hacerse un aborto; años después la mujer que no pudo interrumpir el embarazo es una persona gris que no ha superado el trauma que le ocasionó tener un hijo contra su deseo. 

Zonas de contacto entre la escritura y la militancia 

En 2015, en el marco de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, los feminismos comenzaron a apropiarse de la literatura y le imprimieron su carácter radicalmente político con la intención de transformar los imaginarios sobre aborto voluntario con misoprostol.

“El debate general se abrió en 2018 y la militancia acompañó. La literatura, para entonces, ya había hecho su propio recorrido”, recuerda Piñeiro. Para ella, “los libros son un vehículo para llegar a determinadas personas que no se sienten interpeladas por algunos debates, que quedan por fuera”. En honor a esa exploración literaria previa a los debates, cuando se presentó en los debates en comisiones en la Cámara de Diputados en el marco del debate de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo hizo una referencia a los “Príncipes de Maine” de John Irving donde hay un médico que es obligado a hacer partos de mujeres pobres para que den a sus hijos en adopción a un orfelinato y, por otra parte, las mismas personas que subvencionan esa institución lo llaman para que les haga abortos a sus hijas y sobrinas. Cuando le tocó inaugurar la Feria del Libro en abril de 2018, repitió el gesto y llegó al escenario con un discurso que incluía un largo listado de obras que abordan el tema: desde “Las palmeras salvajes” de Faulkner hasta “El curandero del amor” de Washington Cucurto. 

En la literatura y en la militancia, a Piñeiro le gusta pensarse como el eslabón de una tradición, como parte de un todo. “Hay autoras argentinas que tratan muy bien el tema de la no maternidad. En `Pendiente´, Mariana Dimópulos aborda esa falta de ganas  y de deseo de no ser madre y de allí se deriva la posibilidad de que una mujer pueda hacerse un aborto porque los métodos anticonceptivos a veces fallan. En `La llave´, Liliana Heker también hace suyo el debate”.

El rol activo que las autoras asumieron durante el debate de 2018 encendió a otros eslabones de la cadena editorial. La librería Céspedes, en Colegiales, amaneció una de esas mañanas con su vidriera teñida de verde gracias a la disposición, una al lado de la otra, de tapas verdes especialmente elegidas para dar el mensaje. “Fue una idea espontánea que surgió de la necesidad de sentar posición y, además, comunicarla. Creo que los proyectos más artesanales y pequeños estamos un paso adelante de los grandes departamentos de marketing que tienen gente que piensa en cómo rentabilizar determinada marca y mensaje. Nosotros, en cambio, buscamos visibilizar una discusión que se estaba dando en el Congreso y en la sociedad. Esa conversación, tan necesaria, había estado durante mucho tiempo en la clandestinidad y creo que pudimos aprovechar la posibilidad de establecer un diálogo con nuestra comunidad y meternos en una conversación”, recuerda la librera y escritora Cecilia Fanti sobre aquellos días con Céspedes “pintada” de verde. “Primero, se hizo en la materialidad total de nuestra vidriera y después lo expandimos desde las redes sociales. Lo lindo fue que vimos cierto efecto contagio: En la segunda vuelta de debate, cuando salió la sanción de la ley de IVE, muchas librerías se sumaron y se apropiaron de la acción sin miedo y con los recursos acotados de una librería pequeña. Fue la primera acción de posicionamiento de ideas que hicimos y esa impronta nos quedó para seguir contando cosas”, relata Fanti y recuerda que la respuesta en redes sociales fue muy positiva, en parte, “porque era otra época y la violencia era muy germinal en relación  a lo que conocemos hoy”. “Todavía podíamos expresarnos y abrir la conversación sin tanto miedo a lo que se viniera en términos de ofensiva”, confiesa. 

También en 2018, las integrantes del colectivo Poetas por el Derecho al Aborto Legal leyeron todas las semanas poesías frente al Congreso, y aquella iniciativa tuvo un correlato editorial: se plasmó en el libro “Martes verdes”, en el que colaboraron nueve editoriales para su edición y que reúne poemas de 54 escritoras entre las que están María Teresa Andruetto, Flor Codagnone, Jimena Arnolfi y Gabriela Bejerman.

Literatura para escuchar y comprender

“Me llevó años pronunciarme con absoluta convicción a favor del aborto legal, seguro y gratuito: años de anécdotas de mujeres cercanas que tuvieron que abortar no en condiciones aberrantes, pero sí riesgosas para su vida y, en algunos casos, de mucha humillación y bastardeo por parte de los propios profesionales de la salud que las atendieron”, acepta Selva Almada, autora argentina y última finalista del Booker Prize, en el prólogo de “Código Rosa. Relatos sobre abortos” (La Parte Maldita).

Allí, la escritora Dahiana Belfiori reúne testimonios de mujeres que abortaron con pastillas y fueron acompañadas por las Socorristas en Red, colectivo del que formó parte desde su creación hasta 2017. Tal vez su gran aporte sea que la autora tomó cada relato y lo ficcionalizó para que las experiencias no sean meras declaraciones o relatos de vida, sino que tuvieran cierto lenguaje poético. Como militante feminista, participó desde los inicios tanto en la conformación de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal como de Socorristas en Red. “A la par de ese armado meticuloso y de discusiones acaloradas sobre el contenido del proyecto de ley que se presentaba cada dos años en el Congreso de la Nación Argentina, también nos fuimos dando estrategias de sensibilización social”, recuerda y asume que Código Rosa, libro que tuvo una segunda edición en 2021, fue parte de eso. 

“Mientras escribía el libro, hace diez años exactamente, caí en la cuenta de que no había en Argentina hasta el momento un artefacto de esas características, mucho menos dentro del campo literario. De hecho, mientras investigaba para informarme sobre los modos de narrar las prácticas de aborto en el mundo, me costó encontrar testimonios de personas que hubieran abortado en los que la experiencia no hubiera estado signada por la clandestinidad y sus apariencias: el dolor, el temor, la crueldad, la soledad, el desamparo y toda esa combinación de afectos a los que tradicionalmente se asociaban las prácticas de aborto”, cuenta la autora sobre por qué, aún teniendo acceso de primera mano a esos testimonios, eligió tomar las armas de la ficción. ¿Qué suma literatura? “Aporta a complejizar los modos de ver las experiencias de abortar, a la vez que produce un acercamiento empático que permite comprender a las mujeres, sus singularidades. Y es éste el centro de la cuestión: de lo que hablamos las feministas, y en estos relatos se pone en evidencia, es de maternidades y de embarazos en singular; de cómo, cuándo, con quiénes transitar esas experiencias vitales y de si hacerlo o no”.

A Belfiori le interesaba sumar a la construcción de otras narrativas sobre esas experiencias. “Quería que hablar de aborto en primera persona no estuviera más asociado a la idea de acto de valentía, si no más bien a la posibilidad de decir lo que nos pasa, lo que hacemos con nuestras vidas, lo que decidimos para nosotrxs sin que pese el estigma o el desprecio. En otras palabras, quise darle lugar a la experiencia de abortar en el relato de la propia vida en relación con otras vidas que nos importan. Deseaba contribuir a mostrar que así como otros modos de relacionarnos son posibles también lo son otras prácticas de aborto y que abortar es hacer lugar a que otros proyectos vitales ocurran. Pienso que abortar y tener la posibilidad de contarlo son lo que me gusta nombrar como enunciaciones vitales ante el predominio de la crueldad” 

Si bien fue escrito al calor de una lucha, considera que fue recibido en la clave en la que fue creado: literaria, histórica, social. “A la vez que forma parte del cambio de época en relación a la legalidad del aborto, también lo trasciende dado que es un registro y una exploración de retratos de mujeres, que en las más variadas situaciones, toman una decisión. Esa decisión, rodeada de la atmósfera singular  en la que es tomada, es la que adquiere centralidad en el libro. Sigue convocando a pensar la pregunta que se abre, insistente, ante la posibilidad de un embarazo no buscado. Es una pregunta que nunca se clausura, incluso con la ley. En ese sentido el libro la recoge y despliega reflexiones, experiencias vitales, puntos de vista, miradas”, 

La autora tiene contacto con el libro a través de los efectos de su lectura: “A través de lo que lxs lectorxs devuelven, a través de tantas y tantas mujeres que me siguen escribiendo con agradecimiento porque el libro las cobija y las habilita a reflexionar sobre sus decisiones”. Cree que con la legalidad del aborto en Argentina algo de eso que antes ocurriía en la intimidad “que hasta no hace demasiado tiempo no podía ni siquiera ser alojado, se abre a la posibilidad de la duda, de la reflexión”. En la posibilidad de la palabra, de toda su extensión, hay algo de reparación: “En la intimidad no nos sentimos tan solas porque la legalidad está dicha y porque hay una verdad que nos asiste, la de todas nuestras voces, cada vez que nos permitimos dudar y decidir lo que proyectamos para nuestras vidas”.

ACPC/MA

Con la elección de la palabra precisa, el tejido de una trama que permite entender la complejidad de una situación o la capacidad de explorar por qué muchas veces el deseo es más contradictorio y opaco que lineal, la literatura argentina aborda los derechos sexuales y reproductivos y, con un aporte artístico y creativo, ayuda a llenar de sentido el “mi cuerpo es mío” y a darle forma y contenido una idea fuerza que se ramifica: tenemos derecho a vivir al margen de todo tipo de violencia sexual. 

Las autoras, entonces, recurren a la ficción para contarles a los lectores de qué está hecho el universo de los derechos sexuales y sus violaciones: la desesperación de un personaje ante un embarazo no deseado, la lógica familiar de ocultamiento detrás de un aborto forzado o el efecto del silenciamiento sobre los cuerpos. Ficción y realidad entran, entonces, en un juego de espejos y retroalimentación que ayuda a sacar el tema de la oscuridad, lo visibiliza y problematiza y, en ese movimiento, lo vuelve materia de conversación.