Martín Vicente, investigador: “Milei saca del clóset el asumirse de derecha; ni Alsogaray se había reconocido a sí mismo así”

¿Cuánto tiene de nuevo para la tradición de las derechas argentinas una figura como Javier Milei y La Libertad Avanza? El investigador Martin Vicente es un estudioso de las formas y los contenidos de los distintos tipos de derechas que buscaron participar de la esfera pública nacional e internacional a lo largo de la historia –desde los distintos tipos de nacionalismos hasta el neoliberalismo, con especial foco en la derecha liberal-conservadora–. Formado en comunicación, Vicente es un muy riguroso lector de su historia intelectual, plasmada no solamente en partidos políticos o eventualmente en políticas públicas sino en revistas culturales, diarios, manifiestos y todo tipo de publicaciones, así como de las agrupaciones intelectuales que nutrieron estos idearios.
Su investigación es publicada regularmente en revistas académicas, espacios periodísticos y en capítulos de libros, como Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (Siglo XXI), coordinado por Pablo Semán y con más de seis ediciones publicadas. Además, fue co-coordinador junto con Ernesto Bohoslavsky y Olga Echeverría de los dos tomos de Las derechas argentinas en el siglo XX (UNICEN). Actualmente, Vicente prepara su próximo libro: una biografía intelectual de Mariano Grondona, ideólogo y comunicador de las derechas argentinas en sus distintas vertientes.
–¿Creés que la La Libertad Avanza plantea una ruptura importante con la derecha tradicional argentina?
–En Milei hay una voluntad de transformación social que él llama batalla cultural, que es un concepto que antecede largamente a Milei y a los debates que se dieron en la Argentina durante los últimos 15 años. Lo que encontramos es que la perspectiva de “nueva derecha”, que el propio Milei asume para sí mismo y circula en intelectuales como Agustín Laje, cumple ya un siglo desde el momento en que socialistas, radicales, demócratas-progresistas veían que en las elites argentinas comenzaba a aparecer un nacionalismo que poco tenía que ver con el nacionalismo liberal, creador de nación de la generación del 80, y que más bien apelaba a un tipo de nacionalismo excluyente, corporativo, incluso chauvinista. A eso le llamaron “nueva derecha”. Durante el siglo XX y hasta llegar a este momento hubo sucesivas inflexiones de las derechas argentinas donde se apeló, a veces desde dentro de los espacios derechistas y a veces desde afuera, a la terminología de “nueva derecha”. Algunos de los puntos más importantes tenían que ver con la convergencia de dos tradiciones que muchas veces aparecían en disputa: la nacionalista reaccionaria por un lado y la liberal conservadora por el otro. A grandes rasgos, la nacionalista reaccionaria, con una visión autoritaria de la política, corporativa de la economía, tradicionalista de lo sociocultural, y la liberal conservadora, tutelar en la Argentina, con una visión republicana de la política, capitalista-mercantil de la economía y elitista y cosmopolita de lo sociocultural. Milei da la batalla cultural recogiendo símbolos, discursividades y valores que estaban presentes en esas dos familias de derecha. Lo que tiene de fuertemente novedoso Milei es que, en primer lugar, después de muchas décadas, saca del closet la idea de ser de derecha. En la Argentina, ni siquiera Álvaro Alsogaray se reconocía a sí mismo de derecha: elegía presentarse como un centrista. Milei, también, se reivindica como una anarcocapitalista. Y haciendo esta reivindicación, pese a su radicalismo, tiene como una concepción utopista pero de pasos, con el anarcocapitalismo como horizonte.
–¿La idea de batalla cultural de la que estás hablando tiene antecedentes en cómo la está llevando a cabo Milei, por ejemplo con su discurso en el Foro de Davos?
–Sí, efectivamente. Hay una idea que hoy se llama “batalla cultural”, pero que ha tomado otros nombres a lo largo de la historia argentina y que también tiene fuertes ligazones con lo que ocurrió en otros lugares del mundo.
Para poner el caso que a mí me parece más interesante para mirar a Milei: lo que se ha llamado la renovación internacional de las derechas en la etapa de la Guerra Fría que tiene su núcleo en los Estados Unidos y Europa, donde nace una apelación que es la que el propio Milei toma, el fusionismo promovido por Frank Meyer, un autor norteamericano, que decía que había que unificar, fusionar elementos de derechas muy disímiles entre sí, la nacionalista, la conservadora, la libertaria, las neoliberales, para darle dinamismo a la transformación del nuevo rostro de las derechas. Esa idea de fusionismo fue clave para la transformación que se dio en la Guerra Fría, que Meyer definía como “libertarismo conservador” o “conservadurismo libertario” indistintamente. Milei recoge esa perspectiva y él mismo fusiona en su discurso sus bases neoliberales, apelaciones a perspectivas nacionalistas como la mirada sobre los años 70, valores conservadores, por ejemplo en temáticas de género y familia, y también recoge muchos de los tópicos de la tradición liberal conservadora, especialmente su posición contraria a lo que Milei llama populismo. Ahora bien, todo eso Milei lo hace siguiendo la estrategia que Rothbard, el economista que le cambió la cabeza y la forma de pensar, llamaba populismo de derecha. Milei dice “traducen mal a Rothbard”, pero eso no es así, Rothbard es enfáticamente claro al marcar qué es el populismo de derecha.
–Milei es un político que se la pasa citando a economistas poco conocidos, como si tuviera una aspiración letrada o académica, a la vez que ubica como enemigos a buena parte de los académicos e intelectuales. ¿Te parece que en su vinculación con “lo culto” hay una paradoja interesante?
–El primer Milei era un autor de libros económicos muy basados en la matemática, en los números, en lo cuantitativo. Luego se podrá discutir cuáles son la metodología de base y las conclusiones a las que llega, que yo creo que en parte están escindidas de las conclusiones del mundo de la investigación académica dominante. Eso Milei lo transforma en algo a su favor, en su diferencia. Hay un Milei que posteriormente comienza a girar hacia muchos de los basamentos centrales del liberalismo conservador con una lectura decadentista de la historia argentina, y hay un Milei actual que en sus últimos libros se narra centralmente a sí mismo como personaje, como ariete de esta nueva derecha, que vendría a empujar límites. Es una suerte de eclosión de algo que es previo a él, primero, lo que se ha llamado internacionalmente el ascenso de los economistas en las últimas décadas del siglo XX; pero en segundo término, durante el siglo XXI, la transformación de los lugares desde donde se habla. Puede hablar al mismo tiempo con un discurso libresco y puede hacer un discurso de barricada en las redes sociales. Milei pudo protagonizar una obra de teatro como fue “El consultorio de Milei” y convocar actos masivos en plazas agitando con un megáfono y formatos de un concierto de rock o de un evento de una subcultura juvenil. Milei fue en ese sentido transversal a diversas formas que puede tener la aparición de la política en el espacio público, incluso las que sus activistas consideran que pujan en los lugares “del progresismo”, como la Feria del Libro.
A la vez, así como tiene cortado el diálogo con la producción académica genérica, eso alimenta una perspectiva que es central para la nueva derecha internacional y que es rothbardiana. El propio Rothbard decía: “Tenemos que cortocircuitar a las elites” y por las elites hay que entender a la academia, la política tradicional , el mundo de las encuestadoras y el periodismo (de los cuales Milei se burlaba en la campaña). Para Milei, no vale la pena ese diálogo porque la investigación académica parte de los errores del progresismo. Y toda, toda ella, incluso la identificada con la derecha que llama “culposa”, también es colectivista o influida por el progresismo.
–Después del golpe del 55, la “Revolución Libertadora” creó instituciones de la cultura y el conocimiento –como el Fondo Nacional de las Artes o el antecesor del INCAA–: ¿Hay un interés en Milei en institucionalizar la producción de una cultura y un conocimiento libertarios (más allá de cambiarle el nombre al CCK o sus vínculos cercanos con referentes como Elon Musk)?
–Durante la última dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz hablaba de “Cambiar la mentalidad de la sociedad”. Cambiarla a partir de la hechura de la política y no necesariamente a través de instituciones. Eso fue rupturista en la tradición liberal conservadora que es la creadora de la Constitución Argentina y del grueso de las instituciones del Estado.
Milei en ese sentido no tiene una propuesta de fomentar nuevas instituciones del Estado, pero sí una nueva relación entre la sociedad, el Estado y el mercado y ahí es donde encontramos al Milei más claramente neoliberal: el uso del Estado para conducir a una sociedad más mercantilista, viendo al mercado como un tipo de funcionamiento ideal, algo que, de hecho, defiende muy duramente diciendo “no existen fallos de mercados sino que son por previas intervenciones del Estado.” Y ahí aparece claramente uno de los ejes que va a marcar el desarrollo del gobierno de Milei, que es cuánto se acercará a una lectura doctrinaria de la realidad y cuánto aceptará transigir con los límites que le coloca la realidad para acercarse de modo pragmático al horizonte. Creer que “la batalla cultural” es una cortina de humo para “tapar” esa dinámica es no mirar el fenómeno de frente, en su complejidad.
–Hay dos lecturas algo que convergen para analizar este momento político de la Argentina. Una lo analiza como un producto de cierta “sobredosis estatalista” y otros elementos asociados al período kirchnerista. La otra como el emergente argentino de algo internacional, con tropos compartidos, que supera ampliamente a Milei. Entre estas dos lecturas, ¿con cuál te quedás para el análisis?
–Con un Milei que está imbricado en las dos lecturas. Efectivamente, es una suerte de convergencia de lo que está pasando internacionalmente, pero al mismo tiempo es una respuesta muy obvia a la realidad argentina de las últimas décadas.
Milei logró visibilizarse con su discurso “anticasta”, pero al mismo tiempo atacando al progresismo representado en el kirchnerismo y a la derecha tradicional representada por el PRO. Y eso tiene que ver también con la historia de las derechas porque en Argentina han establecido un diálogo transnacional muy fuerte a lo largo de la historia y Milei en ese sentido continúa esa tradición, con otra biblioteca y otras redes.
A mí me gusta a veces graficarlo con una anécdota del golpe de 1930: José Félix Uriburu, un general de formación prusiana, que acaba de desplazar al gobierno de Yrigoyen, y Federico Pinedo, que era para ese entonces un economista de 35 años, señala en sus memorias que lo convence de no dar lugar a una dictadura de tipo corporativo exponiéndole la teoría de la democracia de uno de los padres del neoliberalismo: Ludwig von Mises. Eso muestra que esa perspectiva de fusionismo tuvo condiciones de posibilidad desde los años 30, como la articulación de neoliberalismo tanto con democracia como con dictadura.
–Estás terminando un libro sobre Mariano Grondona como lector, como agente de las derechas antidemocráticas y democráticas, como una figura que baila entre las dos grandes corrientes de la derecha ¿Crees que hay hoy figuras que cumplen roles similares al de Grondona? ¿Encontrás algunos paralelismos?
No, no hay nadie, más allá de similitudes o paralelismos. A mí me parece que la figura de Mariano Grondona lo hace el intelectual más importante de la derecha argentina en la segunda mitad del siglo XX porque pudo coaligar distintas referencias de las dos familias tradicionales de las derechas, pudo superarlas primero pasando de ser un civil antiperonista en el ‘55 a ser un “no peronista”, pero apoyando muchas de las ocasiones históricas del peronismo, al que buscó reincorporar durante su proscripción: el regreso de Perón en el 73 o las reformas de Menem en el 91, y con la transición democrática, especialmente en los 90, acercándose al progresismo, lo que él llamaba “mi momento frepasista”, rodeado de periodistas de Página/12, publicando con ellos en Editorial Planeta, elogiando a la centroizquierda internacional.
Como me dijo una vez Natalio Botana, el columnismo político en la Argentina lo inventó Mariano Grondona, y me parece que eso es patente y le permitió ser transversal a medios tan distintos como La Nación, Primera Plana, Gente, La opinión o la revista Noticias. Y que, efectivamente, esa construcción de un intelectual que hablaba todas las semanas en una columna periodística, desde la televisión y la radio, y que podía escribir libros de ensayos best-sellers mientras tenía un pie en la academia y otro en el mundo de la política real, hacen que no encontremos en los últimos tiempos un intelectual equivalente.
–¿Qué pensás que diría Grondona sobre Milei si estuviera hoy en los medios?
–Milei debutó en televisión en el programa Hora Clave ya en el momento donde Grondona por problemas de salud había dejado la conducción. Lo llevó al programa Pablo Rossi junto con su entonces socio de escritura Diego Giacomini. Lo que planteó desde Hora Clave y luego en otros programas era una crítica novedosa a las políticas que comenzaba aplicar Mauricio Macri a las que veía como una suerte de repetición light de las del kirchnerismo. Creo que ahí hay una clave muy fuerte que Milei una y otra vez ha tomado: que la centro derecha, la derecha mainstream en la Argentina, en gran parte era una suerte de kirchnerismo de buenos modales o de progresismo que no osaba decir su nombre. Milei ha llamado a esa derecha a salir del closet.
Si uno mira históricamente lo que han sido los análisis políticos de la generación de columnistas como Mariano Grondona, siempre un punto era “el lector debe tener toda la información”. En ese sentido, la posición abierta de Milei sería mejor para un debate de ideas (Grondona conoce muy bien, por ejemplo, a los autores neoliberales que leyó Milei), pero obviamente los modos crispados y violentos serían inaceptables en un debate periodístico democrático para un intelectual como Grondona. En toda su carrera Grondona fue un ordenancista político: su eje siempre fue orden para el desarrollo. En la primera etapa de su carrera, ese orden se podía dar por la democracia o vía mano militar. En la segunda etapa de su carrera, que es la que se abre en los 80, solamente se puede dar por la vía de la democracia y Grondona aboga por una suerte de equilibrio ideológico, una dinámica entre centroderecha y centroizquierda, donde figuras rupturistas como Milei eran su contrario: de hecho, alertó muchas veces sobre la radicalización de las derechas internacionales y elogió los giros moderados.
NS
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