Valentina Brishantina es una de las referentes del ambiente artístico de la Ciudad de Buenos Aires. “Empecé a salir de noche: si había escenario abierto, estaba arriba toda la fiesta y si no, me ubicaba debajo, donde pegaba la luz”, relata la diva mientras un taxi la traslada de show en show. Por la ventana, en movimiento, ve pasar los antros porteños y recuerda los escenarios, la oscuridad y los colores titilantes que le dieron su identidad.
Actualmente trabaja en Club 69, una fiesta electrónica ubicada en Niceto Club que, como su nombre sugiere, reivindica el placer desde el erotismo y la fiesta.
Valentina Brishantina vivió en Italia, Estados Unidos y, actualmente, en Argentina, país donde nació. Las mudanzas, en consecuencia al trabajo de su papá, la llevaron a conocer las despedidas - y el consecuente dolor - a una edad muy temprana. Luego, el dolor se transformaría en una parte fundamental de su obra.
Conoció la actuación y el teatro musical en un momento de depresión. Cuando actuaba, ser ella misma dejaba de tener tanta importancia, y eso la sedujo. La diversión de ser alguien más, montada apenas en un gesto, un tic, una forma de caminar, un vestuario, unos zapatos distintos a los que ella usaría, la llevó a transformarse en lo que es hoy.
El placer por cambiar de piel también se volvió una necesidad, cuenta, y convirtió en muchas Brishantinas a una misma artista. Dolor y goce no son antónimos en su creación artística, así como vida y arte no son conceptos diferenciados para ella. Valentina Brishantina, el nombre, surgió en una marcha del Orgullo LGBTIQ+. Ella había descubierto hacía poco el mundo de los brillos, por lo que decidió que, para aproximarse a él, podía llenarse de brillantina y desfilar desnuda por las calles del microcentro porteño. El enfrentamiento con un policía, que le exigió que se pusiera ropa en nombre de la moral y los buenos hábitos, la llevó a volverse más Brishantina que nunca.
El enfrentamiento con el policía no fue su única pelea en contra de las instituciones. Su vida-obra está atravesada por una fuerte incomodidad ante el mundo, en consecuencia a la hostilidad que, muchas veces, este impone. Ser vedette, por ejemplo, es confrontar con los deseos familiares de un trabajo normativo. O bien, aunque pasó por la escuela de Julio Bocca (donde conoció a Vera Frod y Miuka, su familia artística) y por la Universidad Nacional de las Artes, abandonó ambos establecimientos con cierta frustración ya que descubrió que cuando mejor bailaba y actuaba era cuando lo hacía porque sí, sin estructuras, en pos de su propio deseo.
La contraposición volvió, aún sin voluntad, político su arte. El activismo performático la llevó a Valentina Brishantina a formar parte de la Expo Cannabis Argentina, cuyo objetivo es la divulgación de información acerca de los beneficios del cáñamo. También asistió vestida de cerdo, con botas rosadas, paraguas rosado, piloto y vestido rosados también, a la movilización organizada en contra del acuerdo con China que implicaba la instalación de granjas industriales de cerdos en Argentina. Allí posó, la diva, frente a la Rosada.
La noche, las pelucas, los vestuarios, la extravagancia y el escándalo también se oponen al concepto de pureza y sobriedad que el sistema insinúa. Colores con forma de pestañas, tacos y pelucas; colores con forma de luces titilantes, labiales y vestidos: Valentina Brishantina es el arte de lo abundante.
Valentina participó como actriz en shows y videoclips de la banda BIFE. También, junto con Belén Shibre, formó el “Ballet Alien Internacional”, una escuela de anti perreo; bailó en shows de bandas como Sudor Marika y, actualmente, tiene un programa en Twitch, por el canal @enelaire.tv, llamado “La hora del té”, junto con Donna Tefa y Vera Frod, dedicado al mostrerío y al pop.
Algún día tendremos dinero es su última aventura artística. Un libro escrito por las madrugadas y que si bien surge de una crisis profunda, es una celebración de la vida, de su vida y de las vidas. Algún día tendremos dinero es el levantamiento de un deseo y donde hay un deseo hay un futuro y, por lo tanto, vida.
El libro puede conseguirse en el Instagram de Valentina Brishantina, así como también en el de Apuntes Para la Desobediencia, editorial encargada de publicar Algún día tendremos dinero. Este año, su escritura giró y tomó vida propia a través del encuentro entre Valentina y sus lectores, mediante shows en los que la diva compartió sus tristezas a través música pop, cantada y reversionada por ella.
Si bien la tristeza es el sentimiento germinal, la obra de Valentina Brishantina demuestra que, cuando es compartida, puede devenir en excesos de emoción y fiestas, chocando las plumas como símbolo de brindis por la vida.
JK