En las tardes ardientes
nada más que coger
una y mil veces
Mil noches de Sudamérica.
En todos los balcones de mi continente
soy presa de verdor salvaje
de lluvia sobre las tejas
que cae sobre sus nucas.
El punto no es el orgasmo:
es capturar el viento del balcón
y guardar la mirada implorante
en un pequeño frasco de alacena.
Cada frasco etiquetado en mi cielo:
nombres propios del Cono Sur
confunden-se unos con otros
distinguidos sólo por el peso de cada brisa.
***
De un país triste a otro
De un país triste a otro
Vendiendo pomadas
Estirando la mano en el vacío
A ver si alguien me la toma
***
Ontem à noite
volví en bicicleta
a las dos de la mañana
y aún drogado
las calles vacías para mí
la cálida brisa, juniana,
secaba mi frente mareada.
pensé,
este es el inicio de mi vejez.
***
Versus
Qué asco.
Me encanta
***
Soy chileno:
sólo soy
terremotos y versos de amor
***
La otra costa
Te vi en una pantalla
en un cuarto de extraños
a seis mil kilómetros
todos sonriendo excepto tú
cantando una canción
cuya letra ignoras
riendo con la broma
que se te escapó
Yo conozco tu sonrisa
–la disfruté por años–
y allí no estabas sincera.
Desde el imperio,
hago una venia
al amor profundo que nos unió.
Y al conocimiento,
que atesoro,
de saber leer tu sonrisa falsa,
desde otro continente.