María Cecilia Barbetta: “El alemán me permite una mirada distinta para describir la Argentina”
María Cecilia Barbetta nació en Buenos Aires sin vínculo alguno con el alemán. Pero unas cuantas décadas después reside en Berlín y se convirtió en uno de esos poquísimos casos de escritores que triunfan en una lengua que no es la materna. Ya lleva escritas dos novelas en el idioma de Goethe y ganó varios premios importantes.
Hace unos días estuvo en Argentina presentando, junto a Claudia Piñeiro, la traducción al español de su segundo trabajo, Nocturno Esplendor (Emecé). La novela, que en alemán se titula Nachtleuchten, está ambientada en Villa Ballester, barrio del conurbano bonaerense de donde es Barbetta, en los años 1974-75, la época de Isabel Perón y López Rega, justo antes del inicio de la dictadura cívico-militar.
La escritora se centra en Teresa Gianelli, alumna de una escuela de monjas, que se propone que los vecinos reciban en su casa una estatuilla de la virgen que brilla en la oscuridad. De esta manera, el lector conoce a una serie de personajes, gente común, atravesados por el ambiente violento de la época.
Barbetta, que estudió alemán como lengua extranjera y se estableció en Alemania a partir de 1996 gracias a una beca, ganó, entre otros, los premios Aspekte, Adelbert von Chamisso y Alfred Döblin.
En esta charla con elDiarioAR, la escritora de 51 años profundizó en su vínculo con el alemán, en su manera de trabajar y en su sueño de algún día formar parte también del mundillo literario latinoamericano.
-¿Cómo llegaste al alemán?
-Por mi mamá, más que todo, porque ella fue toda su vida profesora en un colegio alemán, en el Instituto Ballester, sin saber nada de alemán. Nos mandó a mi hermano y a mí incluso ya al jardín de infantes de ese colegio, después a la escuela primaria y la secundaria. Y siempre cuento la anécdota del jardín de infantes porque no tiene nada que ver con lo que terminó siendo el alemán para mí. El primer día no quería entrar porque escuchaba gente que se estaba peleando en la puerta. Y mi mamá me decía: no, no se están peleando, están hablando en alemán (risas). A mí me sonaba horripilante. Después, en la escuela me gustaron otros idiomas también. Me gustaba el inglés, pero no era tan buena. El francés me resultaba difícil. Siempre quise en esa época ser profesora como mi mamá. Y me decidí finalmente por el alemán. Podía haber sido otra cosa. Me gustaban las lenguas, en realidad, y realmente pensé que con el alemán podía ganar más plata. Eso era y sigue siendo algo que nos preocupa a todos los argentinos. Después hice el profesorado alemán en el Lenguas Vivas. Lo terminé. Hice una tesina, que era optativa, y tenía un profesor que era el director del DAAD, el servicio de Intercambio académico alemán. Fue él el que me impulsó a ir a Alemania.
-¿Y cómo fue el encuentro con Alemania?
-En realidad quería ir para perfeccionar el alemán, pero no sabía mucho cómo se podía hacer. Había tenido una beca del Instituto Goethe de un par de meses. Pero en esa época quería alcanzar la perfección con el idioma extranjero, algo que no se alcanza ni siquiera con el idioma propio. Pero, bueno, queriendo alcanzar ese alemán inalcanzable creo que un poco me dejé convencer por este profesor y me fui becada por el DAAD para hacer un trabajo de doctorado en Germanística en literatura alemana y terminé haciendo lo que también en parte hago en mis novelas que es unir mundos. Escribí un trabajo de doctorado que comparaba la literatura latinoamericana fantástica con la novela El perfume, de Patrick Süskind. La teoría estaba en torno a lo que se llamó acá en Argentina, y yo lo profundicé un poco, lo neofantástico.
-¿Ahí descubriste que te ibas a dedicar a esto?
-No, ahí me di cuenta que no me iba a quedar en la universidad. Después de haber hecho el doctorado, en realidad tendría que haber vuelto a la Argentina porque yo tenía pasaporte argentino solamente. Me fui quedando porque empecé a trabajar de distintas cosas que todas me sirvieron para animarme a convertirme en escritora. Primero, dando clases de español en la universidad, en la frontera con Polonia, en una ciudad que se llama Fráncfort del Oder. Y paralelamente hice una pasantía de arte. Mi jefe curaba exposiciones de arte contemporáneo. Un nuevo mundo absolutamente fascinante y que me influencia mucho. A la hora de escribir novelas yo no solamente leo, sino que me encanta ir a exposiciones de arte. Creo que mi escritura es muy plástica. Este libro que salió en Emecé tiene un par de imágenes. Hay palabras escritas grande como en forma de cómic. Yo trabajo mucho el lenguaje. Para mí es importantísimo. Y la primera novela, que no está traducida hasta ahora, tiene 33 capítulos y luego de cada capítulo hay una imagen. O sea, que toda esa pasantía que hice por el mundo del arte enriqueció lo que luego fue mi literatura.
-¿Y en qué momento supiste que ibas a escribir en alemán? No hay muchos escritores que no escriban en su lengua materna.
-Lo de la escritura en realidad surgió de un momento muy triste: en el 2005 me quedé sin trabajo, se me terminó mi pasantía y tuve una pelea en la en la universidad. Y mientras me presentaba a todo lo que hubiera empecé a escribir un cuento y lo empecé a escribir en alemán porque me inspiró ver un cartel en Berlín. Muchos de los dispositivos tienen que ver con cosas que veo por ahí, que las traslado luego a Argentina, porque las novelas siempre las sitúo acá. Era un cartel en un taller de arreglo de ropa con un error ortográfico que me pareció absolutamente maravilloso. Es difícil de traducir, pero lo digo en alemán y después lo comento en español. Decía en el renglón de arriba “Änderung von Damen” y abajo decía “Kinder und Herrenbekleidung”. En el primer renglón faltaba un guion. Y al faltarle se leía “transformación de mujeres”. Si en alemán le hubieran puesto el guion, leyendo el segundo renglón hubiera quedado transformación o arreglo de ropa de mujeres. Y a mí ese error, siendo argentina y hablando el alemán como idioma extranjero y siempre haciéndole la guerra a los errores, me pareció maravilloso. La falta de un guion convertía a ese taller de arreglos de ropa en un lugar fantástico. Daba la posibilidad de entrar y decidir si una quería ser transformada como mujer. Y en ese momento esa promesa de un vuelco en mi vida fue la que generó las ganas de escribir lo que consideré que iba a ser un cuento y terminó siendo mi primera novela (Änderungsschneiderei Los Milagros), situada en Almagro.
-¿Por qué tus historias están ambientadas en Argentina?
-Siempre me hacen la pregunta de por qué uno estos dos mundos que en realidad están tan distantes. Y más allá de que ambos países forman parte ya de mi vida, hay otro aspecto que creo que es interesante a la hora de escribir y es que yo necesito siempre, para que la historia se dispare, un momento muy intenso. Y esos momentos intensos en mi vida ocurrieron en Argentina y tienen que ver con la niñez, la adolescencia, épocas irrecuperables que quiero recuperar a través de la fantasía, del recuerdo. Y al ser tan intensos necesito no solamente acercarme a ellos, sino un poco separarme y poder volver a mirarlos con una mirada un tanto distinta. Y ahí entra en juego el alemán. Primero de cercanía, porque me acerco con ese idioma extranjero y, a la vez, paradójicamente, crea una distancia que me parece absolutamente sana, porque si estoy tan cerca no puedo describir nada. Además, este idioma extranjero me permite jugar. Las novelas mías suelen ser melancólicas, pero hay momentos plagados de ironía que tienen que ver también con el manejo del lenguaje extranjero. Para mí el alemán es un lenguaje juguetón, lo que tiene que ver por ahí menos con el lenguaje, sino con mi mirada argentina hacia ese lenguaje extranjero.
-Ganaste varios premios en Alemania. ¿Cómo te recibió el mundillo literario alemán? ¿Te toma como un fenómeno exótico o como una de ellos?
-Yo me siento en casa. Me siento en casa sabiendo que no es mi casa. No lo puedo decir de otra manera. Soy absolutamente parte de ese mundillo literario. Ellos tienen una palabra especial que no existe en Argentina porque no existe esto acá, que es la palabra “Literaturbetrieb”, sería como la empresa de la literatura. También es por eso que vivo ahí, no solamente porque puedo seguir empapándome del idioma extranjero con el que describo la Argentina, sino que es posible vivir sencillamente, pero dignamente con la literatura., sino que es posible vivir sencillamente con la literatura. Hay premios, becas, lecturas. Los escritores y las escritoras hacemos giras y nos pagan cada lectura que hacemos. O sea, es un trabajo no solamente reconfortante, sino que podemos vivir, no todos, pero algunos dignamente de eso y gracias a Dios es mi caso. Pero, sí, supongo que también hay un dejo de exotismo porque soy argentina. Ellos me preguntan por qué no escribo alguna vez una novela que se desarrolle en Alemania. Y hasta ahora no surgió eso. Estoy escribiendo la tercera novela y también se va a desarrollar en Argentina. También la voy a escribir en alemán. Hay un par de colegas míos, inmigrantes, que también escriben en alemán. Alemania, les guste a los alemanes o no, es un país de inmigrantes. Siempre trato de desdibujar esas fronteras, para que no haya exotismo y el escribir en un idioma extranjero viviendo en Alemania o donde sea sea algo absolutamente común y corriente. Y como todo cambio hay una época de transición en donde hay que pelear con ese exotismo hasta que luego la situación se normalice y también Alemania entienda que parte de su literatura está siendo escrita por gente como yo, que se llama María Cecilia Barbetta.
-En tus libros sos muy minuciosa describiendo el entorno, la época. En este libro estás describiendo una época en la que que vos tenías dos o tres años. O sea, no la recordás. ¿Cómo hiciste esa reconstrucción?
-El segundo libro es muy distinto al primero. Lo trabajé muchísimo más. Considero que es mucho más rico, aunque el primero me encanta. Nocturno Esplendor cuenta una historia y el trasfondo político es la antesala de la dictadura militar, los años 74, 75, la época de Isabel Perón y el brujo López Rega, cuando Perón vuelve del exilio, muere, etcétera. Para entender esa época, tuve que leer un montón. Leí novelas, leí muchísimos libros de historia, miré películas, estuve en internet, en YouTube, hice todo lo que pude para que ese trasfondo político a la hora de ser novela sea correcto. Después de haber leído tanto, tuvo que pasar mucho tiempo para poder distanciarme de toda esa información. Tardé ocho años en escribir la novela. O sea, entre haber leído al respecto, haber podido distanciarme y encontrar un momento en donde también había dejado la tristeza de la lectura atrás, pasó mucho tiempo. Y también hay algunos recuerdos de la época de la dictadura militar. Todo eso fluye en la novela. La atmósfera del no saber, la atmósfera del miedo, que cada vez se hace más concreto. Tardé mucho en encontrar un momento en donde pudiera disparar mis propias historias, que son historias mínimas. Son héroes pequeños que para mí en realidad son los grandes héroes: una monja con ideas progresistas, un cura tercermundista, un peluquero gay que es mi personaje favorito, un vendedor de diarios. Son ellos los que, como la gente que yo siempre conocí, se enteraban de la historia escrita en mayúsculas leyendo los diarios, mirando la tele, leyendo alguna revista y trataban de llevar la situación peligrosa lo mejor posible.
-¿Cómo se hizo la traducción? ¿Vos participaste?
-La traducción la hicimos con Ariel Magnus en un periodo súper corto de tres meses. Coincidió con que yo tenía una beca en Suiza y a Ariel le dieron la traducción y utilizamos mi beca para traducir, pero incansablemente. Yo soy muy hincha. Amo el idioma. Amaba el castellano cuando estaba acá. Ahora escribiendo en alemán, amo el alemán. Y a Ariel le encanta el idioma, le encanta el alemán, le encantan los juegos de palabras que él también hace. La novela está plagada de juegos de palabras y yo sé que no todos pueden ser traducidos. O sea, no me importa perder juegos de palabras y cuando perdíamos uno, Ariel creaba otro. Entonces hicimos así. Él traducía unos capítulos y me los mandaba, yo los leía, se los devolvía. Fue increíblemente intenso. Después nos agarró la pandemia. No pudo salir el libro y eso le hizo súper bien, porque lo leí 20.000 veces más. Después entró el equipo de Emecé, con editoras, correctoras, y eso sirvió muchísimo también. Tardamos tres años hasta que salga. Y siempre dijimos con Ariel: vamos a hacer una traducción que sea argentina, con modismos argentinos. Los personajes, a pesar de que en el original hablan alemán, son muy argentinos en lo que hacen, en lo que dicen, en cómo sienten, en cómo piensan. Entonces la traducción es totalmente argentina y queríamos que no se leyera como traducción. Queríamos que la gente, las lectoras y los lectores, no pensaran que María Cecilia Barbetta lo escribió en otro idioma.
-¿Por qué decís que no estás capacitada para escribir en una novela en castellano?
-A veces pienso que mi decisión ya está. Tengo 51 años. Me fui en el 96. Ya estoy realmente insertada en ese mundillo literario alemán. Me encantaría estar insertada acá también. Me encantaría que el libro funcione para volver más seguido. Vuelvo siempre con la fantasía. Vivo pensando, recordando. Y pensar que podría escribir en argentino... Tendría que replantearme mi vida. Lo que sí me gustaría es venir mucho más seguido. Porque acá cada vez que vengo, estoy con mis padres. No me queda mucho tiempo para otras cosas. Pero me emociona todo. Me emocionan flores que hace mucho que no veo. O me emocionan las cosas en la calle. A mí me gusta mucho la calle. Me gusta lo que la gente escribe en las puertas de los baños, ver los grafitis, ir en tren, ir en colectivo. Me gusta toda la riqueza que hay acá.
-¿Y leés literatura argentina?
-Sí. Ahora avancé muchísimo en el sentido de que leo a mis colegas en castellano. Antes, cuando llegué a Alemania, las leía y los leía en traducción porque estaba loca por aprehender con H ese idioma que se me escapaba y ahora se me escapa menos. Y si el idioma se me escapa, lo disfruto. Me encanta que se me escape. Y ahora leo en castellano y noto la fuerza. Noto la fuerza de la literatura latinoamericana. Cada vez que leo me emociono y siento cada vez que hay algo en juego, que se están jugando algo, que no me pasa siempre con la literatura alemana.
CRM
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