Entrevista

Pilar Gamboa, actriz: “Es muy emocionante volver a poner el cuerpo y comprobar que el teatro le gana a la peste”

Antes del año pandémico, Pilar Gamboa trabajó hasta los 8 meses de su primer embarazo. Con una panza enorme se subía a escena a encarnar, junto con sus compañeras del grupo teatral Piel de Lava, a un cuarteto de trabajadores petroleros que convive en un tráiler en la Patagonia. Mezcla de alucinación, lectura afilada de época y un trabajo descomunal desde la indagación física, Petróleo se convirtió en un enorme suceso que se estrenó en 2018 en el Teatro Sarmiento, luego pasó por el San Martín y finalmente llegó a una de las salas más grandes de la avenida Corrientes, el Metropolitan Sura.

Ese in crescendo, gracias al talento de las actrices que escriben y actúan juntas desde hace 18 años y la fidelidad de un público que quedó impactado con la propuesta, se vio interrumpido por las restricciones y los cambios radicales que trajo el Covid-19 al mundo.

Petróleo venía en una onda muy festiva. La sensación con la pandemia fue como cuando se corta la luz en una fiesta en la que estás bailando a las tres de la mañana y decís: ‘No lo puedo creer’. Porque no sabés cuándo va a volver la luz, ¿y la fiesta se tiene que terminar así?”, cuenta por teléfono la actriz en diálogo con elDiarioAR.

Entonces los planes, como en una fiesta que se apaga de manera abrupta, se modificaron drásticamente: “Yo iba a ser mamá y a los tres meses íbamos a volver a tener una función por semana. Después nos íbamos de gira al Festival de Nápoles y a Madrid. Y al final no pudimos hacer nada, todo el mundo adentro”.

Sin embargo, con el regreso paulatino a las salas, Petróleo también volvió a escena y desde febrero el grupo lleva adelante una función semanal de la obra.

Petróleo venía en una onda muy festiva. La sensación con la pandemia fue como cuando se corta la luz en una fiesta en la que estás bailando a las tres de la mañana y decís: ‘No lo puedo creer’

Formado en 2003 por Elisa Carricajo, Valeria Correa, Laura Paredes y la propia Pilar, Piel de Lava trabaja, como suelen subrayar, “en procesos de creación colectiva a partir de la indagación de los mecanismos de actuación, la dirección y la dramaturgia grupal”.

Antes de Petróleo sorprendieron al mundo del teatro independiente local con las obras Colores Verdaderos, Neblina, Tren, Museo. Luego llegó también la participación del cuarteto en el largometraje La flor (2018), de Mariano Llinás.

Por estos días se cumple un año muy especial y muy trágico a la vez que totalmente exótico para todos, que es el año de la pandemia. ¿Cómo lo transitaste? 

El 29 de marzo del 2020 fui madre por primera vez. ¡Así que fue lisérgico mi año! Manuel nació en la fase 1 de la cuarentena más dura, ese momento donde la calle era una maqueta: teníamos que ir a los controles del pediatra, sacar permiso y nos paraba la policía. Era todo un nivel de locura cinematográfica, pero en carne propia. Más las hormonas, más el bebé recién nacido, más no entender nada. Se me juntó el puerperio real con la cuarentena que fue un puerperio también, ¿no?

¿Y en lo profesional? ¿Qué pasó con el encierro forzado?

Para nuestra profesión fue como una bisagra, me parece. Se hicieron un montón de cosas, qué sé yo, se manotearon recursos en las casas y se filmó con un celular, y se hicieron cortos buenísimos. Pero también hay algo del teatro que es medio infalible, que es lo vivo, lo presencial por excelencia. Es que te cuenten una historia y escuches la respiración del que la cuenta. En ese sentido, todo lo que se fue maquillando alrededor no igualaba nada a la actividad en sí misma que estuvo completamente frenada y que está volviendo recién ahora. Un año muy difícil, no sé, ¿quién se imaginó que íbamos a ser contemporáneos a una peste? Nadie. Era como muy bizarra la situación de no entender ese bicho. Esa sensación de “no salgas porque vas al chino y te lo agarrás”. Después fue pasando el tiempo, fuimos entendiendo de qué manera uno se podía cuidar y me parece que ahora estamos más en ese plan.

¿Sentiste miedo?

No sé. Lo que queda muy en claro es cómo el ser humano está diseñado para sobrevivir ¿no? Fue un año muy terrible. Yo fui madre y entonces para mí va a ser recordado de una manera muy diferente a los que estuvieron adentro sin poder salir. Fue y es un tiempo psicológicamente muy difícil. Hablo con las personas y creo que hubo oleadas de locura, de pasarla bien, de pasarla muy mal. Al principio todo el mundo estaba entusiasmado con una idea romántica de “me quedo adentro y veo las plantas y arreglo la casa”. O esa idea de la naturaleza tomando la ciudad, que la ciudad se calla y entonces lo que se escucha son los pájaros. Había algo de cierto ahí, pero también estaban todas las fake news de los cisnes en los lagos de Venecia y todo eso que nos tragamos como buzón (risas). Me parece que es un año muy bisagra para la humanidad toda entera. Y que va a ser recordado de una manera muy particular en todas las generaciones.  

Hay algo del teatro que es medio infalible, que es lo vivo, lo presencial por excelencia. Que te cuenten una historia y escuches la respiración del que la cuenta. Lo que se fue maquillando alrededor no igualaba a la actividad en sí misma que estuvo frenada

Vos tenés un hijo que está por cumplir un año, ¿qué registro creés que le puede quedar a esa generación, a un bebé en este sentido?

¡Yo tuve un pandemial! (risas). En el verano estuvimos en San Juan y nos tocó vivir el terremoto. Yo decía: “Este pibe, bueno, pobrecito, se va a hacer re fuerte” (risas). Hay algo más y es que Manuel no conoce la cara entera de las personas. O sea sí, obvio, adentro de tu casa. Pero pasa algo muy gracioso que es que cuando ve que yo agarro el barbijo él ya sabe que vamos a salir y aplaude ¿entendés? ¡Como los perros con la correa, él flashea con eso! (risas). Es como un delirio. Obvio que él no va a tener memoria activa sobre esto, pero en algún lado sí le va a quedar una secuela psíquica calculo, después de este año muy desgarrador y raro.

¿Cómo decidieron volver con Petróleo? ¿Cómo fue el reencuentro?

Fue muy emocionante. Suena grasa y todo, pero nos pasaba algo que fue como una necesidad física. Me imagino que algo así le pasa a un deportista que pasa mucho tiempo sin entrenar. Bueno, siendo una actriz sin actuar empezás a no entender quién sos, ¿viste? Entonces decidimos hacer primero una experiencia de Petróleo para streaming.

¿Te costó?

Lo hicimos pero no era igual, el teatro es presencialidad. Y este año pudimos volver. Ahora hay un anuncio antes de empezar, el de apagar los celulares y el del protocolo que dice en un momento: “Gracias por volver al teatro”. Y ahí la gente aplaude, ¡y nosotras del otro lado estamos con una emoción! Estaba naturalizado que la vida es así: que uno va al teatro, se junta con otros, va a bailar en una fiesta pegado, te abrazás, hacés pogo o que te ponés en la primera fila y quizás un actor te escupe. De golpe no, todo eso dejó de pasar y fue muy duro. Así que es muy emocionante volver a poner el cuerpo y comprobar que el teatro le gana a la peste. Yo tenía mis dudas. Me decía: “Ay, cómo va a ser, con la gente mirando, separada entre sí, con tapabocas”. Y, no, no, el teatro gana. Ahí te das cuenta de que es un arte milenario y que le va a ganar a cualquier peste, a cualquier crisis, a todo le va a ganar. Aunque estés sentado con un tapaboca y con distancia. Estás ahí con alguien que te está narrando una historia y eso es más viejo que la peste, ¿viste? Entonces es muy emocionante. Y volver con esta obra, además, que es tan festiva, cuando está la necesidad de reírse. La verdad es que estoy re contenta de haber vuelto. Y además te das cuenta de que es seguro y todo re cuidado. En la entrada al público le toman la fiebre, a nosotras nos hisopan, y a todos los técnicos del teatro también.

El estreno en 2018 de la obra en la que cuatro mujeres encarnaban a cuatro varones petroleros se dio casi en sintonía con mujeres reclamando en las calles, con el debate por el aborto que todavía no era ley y muchas reivindicaciones en circulación. Incluso con el repaso de todas las obras de Piel de Lava. ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ustedes pensaban en eso? ¿Eran temas que estaban charlando o se trató de algo casual?

No diría que fue una casualidad pero tampoco diría que fue premeditado. Nuestras obras son un arrojo del deseo de actuar. Y acá el deseo era draguearnos. Y fue algo como “vamos a performar el otro género, vamos a hacer de varones”. Cuando surgió la idea nos generó un entusiasmo muy grande, como nos generó en su momento hacer de pastoras en Tren. Empezamos a ver cómo era el lado masculino de cada una, a ver cuáles eran esos chabones. Todo eso fue lo primero digamos. Lo segundo, ya en el armado de la obra fue buscar un mundo completamente masculino. Y ahí surge el mundo del petróleo, esos tipos que conviven al lado de pozos petroleros en un tráiler en la Patagonia. Ahí se empezó a armar la ficción. 

¿Improvisaban y escribían? ¿Escribían e improvisaban?

Empezamos a improvisar como hacemos con todas nuestras obras. Como que improvisamos y bajamos texto y estábamos en un momento muy arriba grupal, porque habíamos sido convocadas por Vivi Tellas para para hacer el repaso de todas nuestras obras en el Teatro Sarmiento. Estamos juntas desde hace 18 años y ahí estábamos juntas de martes a domingo seis horas por día y hay algo de Petróleo que surgió como si fuese un arrojo muy genuino. No hubo nada especulativo. Lo que pasa es que uno es escrito por el contexto todo el tiempo. Lo que pasa es que uno como artista a veces no se da tanta cuenta hasta que ponés el pincel en el lienzo. En general cuando algo es premeditado uno se da cuenta, se ve la Voligoma de las cosas. Las vas a ver y decís: “Uy bueno, sí, querés que piense esto, querés que sienta esto”. Me parece que el acierto de Petróleo es lo genuino, lo auténtico. Nosotras en un momento más que nada estábamos más preocupadas por actuar a los trabajadores. Nuestras obras por lo general siempre están atravesadas por el mundo del trabajo y acá nos preguntábamos: ¿quiénes somos para hablar de un obrero? La responsabilidad nos caía más sobre eso que sobre la masculinidad, si querés.

Llamó la atención no solo el hecho de que interpretaran a varones. Son un grupo de mujeres que trabaja hace mucho tiempo escribiendo, pensando, actuando juntas. 

Nuestra forma de trabajo es horizontal, o sea, nosotras escribimos, actuamos y dirigimos, como Piel de Lava. No hay un nombre propio, es un nombre del grupo. Me parece que el avispero se levantó desde varios aspectos. Por supuesto que entramos en un contexto en donde nosotras también estábamos pensando en la masculinidad, y más que pensándola teóricamente la sensación que nos dio Petróleo era como ¡wow, cuánta observación corporal que tenemos sobre esto! Tantos años observado la masculinidad, y de golpe cuando la empezamos a performar y a actuarla estaba mucho más cerca de lo que nosotras creíamos. 

Estaba naturalizado que la vida es así: que uno va al teatro, se junta con otros, va a bailar en una fiesta pegado, te abrazás, hacés pogo o que te ponés en la primera fila y quizás un actor te escupe. De golpe no, todo eso dejó de pasar y fue muy duro.

¿Cómo fue verse dragueadas?

Fue un proceso muy iluminado el de Petróleo porque primero nos daba mucha risa vernos entre nosotras así y con una puesta fuerte. Porque no es que íbamos a hacer un híbrido, no, esto era como peluca, barba, pija, todo. Así que primero soportar la risa, y después ver un arrojo en la construcción del género. Nos pasaba que hacíamos a estos chabones y estábamos re libres corporalmente. Eso nos arrojaba información de cómo estábamos nosotras en nuestra construcción femenina, algo de lo opresivo de la construcción femenina, de lo alerta que vivís, del miedo. Y eso obviamente es por algo ¿no? Porque todavía estamos alertas y tenemos miedo, porque es así, porque nos matan. Eso se traduce en el cuerpo. Después nos cayó el ensayo de un antropólogo que se llama Hernán Palermo que había investigado la masculinidad y el petróleo, pero nosotras no lo sabíamos. Fue como sucede con los procesos artísticos cuando están sincronizados, no es que son estratégicos sino que están vibrando con la época viste.

¿Cómo es trabajar en grupo?

Lo más lindo para mí del proceso de lo grupal, para mí, es que funciona como una mancha en un papel secante con todos los rubros, con la gente que trabajaba en el teatro, con todo el mundo. Era muy difícil de entender cómo trabajábamos y nosotras estábamos inseguras. Pero somos así, somos caóticas, pensamos de a cuatro, en este caso pensamos de a cinco con Laura Fernández y hace años que funcionamos sí. Es muy polifónica la obra, tiene muchas miradas, muchas voces. Eso es lo más interesante que me parece que tiene. Y es genuina. Creo que ahí la gente dice: “Ah, nos estamos todos riendo de la masculinidad, por fin”, ¿entendés? Por fin hay un lugar en donde nos podemos reír de la ridiculez de la masculinidad. Y es una mirada, si querés y entre comillas, piadosa. Es como decir “vamos a reírnos, están atravesados por los mandatos, esto se tiene que modificar ya”.

Y pusieron todo sobre la mesa, como ocurre en una escena de las más elocuentes de la obra.

¡Cuánta hace falta de todos que pongan la pija sobre la mesa! Que se saquen la pija y la dejen ahí (risas). Eso siempre lo pensé improvisando, en realidad, como quien deja la llave del auto sobre la mesa. Después quedó como un lugar medio poético, medio raro de la obra, un “no nos hagamos ni cargo”. Así que yo apoyo la pija como si apoyara las llaves del auto. Pero bueno, termina siendo eso, un modo de decir: “¡Qué ganas de que se saquen la pija y la dejen en la mesa, que la dejen de usar tan mal!” (risas). 

El comentario generalizado sobre tu personaje, El Carli (N. de la R: una especie de hombre alfa, un sabelotodo, un tipo que siempre quiere dar órdenes y para todo encuentra una explicación) es que pareciera que todo el mundo conoce a alguien así. ¿Cómo trabajaste su manera de hablar y de moverse?

Fue muy inconscientemente. Cuando te ponés a improvisar sos un cuerpo vacío de sentidos. Y recién ahí te empezás a mover. Lo que sí me pasó es que me salió muy rápido la voz, fue algo medio mágico y que no me había pasado en otros procesos. Una voz grave para mí que tengo la voz más finita hasta que descubrí que tenía ese registro. Después empecé a probar y dije: “Lo puedo sostener”. Después, El Carli es un Frankestein de todos los hombres que pasaron por mi vida. No todos porque también he tenido Paladinos, y he sido amiga de Formosa (N. de la R: son los nombres de los otros personajes de la obra). Pero a mí lo que me pasó es que El Carli era como esa masculinidad que yo amé, padecí, odié, me enamoró, necesité. 

Uno es escrito por el contexto todo el tiempo. Lo que pasa es que uno como artista a veces no se da tanta cuenta hasta que ponés el pincel en el lienzo. En general cuando algo es premeditado uno se da cuenta, se ve la Voligoma de las cosas

¿Están trabajando o pensando en material nuevo como Piel de Lava? ¿La cuestión del confinamiento y demás les abrió alguna otra cosa para escribir? 

Mirá, estamos re vivas. El otro día dimos una charla en el CCK y nos escuchaba y decía: “Uy, tenemos unas ganas de todo”. Por ahora vamos a seguir con Petróleo mientras se pueda y mientras que la gente siga viniendo como viene. Nosotras, en general, cuando estamos haciendo una obra no pensamos en un nuevo material. Siempre la obra se termina, después descansamos un poco de nosotras mismas y después empezamos a pensar. Por ahora sabemos que necesitamos estar juntas y pusimos un día en la semana para vernos. Pero no sabemos qué vamos a hacer. Siempre empieza medio así y después de eso surge otra cosa. Pero por ahora las fiestas siguen siendo petroleras, porque la verdad todavía seguimos descubriendo cosas de la obra, que es como una caja de Pandora. Seguimos amando mucho hacerla y amando ese material, que es muy generoso para actuar. Nos armamos un parque de diversiones sin darnos cuenta, ¿viste?, entonces es difícil bajarse después de la montaña rusa.

Más allá del teatro, ¿vos estás pensando en volver al mundo audiovisual?

A mí me encanta actuar. ¡Tengo unas ganas de hacer una película! Es que yo tengo ganas de que se acabe esta pesadilla igual, como todo el mundo calculo. Debe haber algún chiflado que dice: “No, yo no”. Pero yo te juro que quiero que vacunen ya a mis viejos ¿entendés?, que volvamos a lo conocido. Todo el mundo dice: “La normalidad ya se fue y no va a volver nunca más”. Bueno, no importa, ¡pero que vuelva algo parecido! No quiero más esto, quiero que se acabe. Para mí fue una pesadilla y es una pesadilla. Yo soy del contacto, de la reunión, del pogo, del recital. No tolero la distancia, me cuesta mucho anímicamente. Entonces primero quiero que se acabe esto. Después, mientras no se acabe, sí tengo ganas de filmar. Me dan ganas de seguir actuando y de que se reactive la máquina. Por ahora estoy tranqui entre maternidad y Petróleo. Y estoy bien, no es que ando desesperada. Voy bastante bien. Pero, bueno, sí, si me preguntás si me dan ganas de filmar, de estar ahí, de estar en un rodaje, ¡sí, me encanta! Pienso en eso y me da alegría. 

Petróleo, la exitosa obra del grupo Piel de Lava, se presenta todos los miércoles en el teatro Metropolitan Sura, avenida Corrientes 1373, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes. Más información en Instagram: @piel_de_lava

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