Director de “Argentina, 1985” Entrevista

Santiago Mitre: “Puede ser que haya querido hacer una película de algo que salió bien”

1 de octubre de 2022 00:03 h

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Hace mucho que el estreno de la película Argentina,1985 genera expectativas. Por un lado, su director, Santiago Mitre, viene pintando con sus películas los dilemas y preguntas sobre el poder y la política en distintos ámbitos. Por otro lado, si bien el Juicio a las Juntas tuvo algunas representaciones documentales –la última fue “oficial”, producida por Canal Encuentro–, esta parte de la dictadura, es decir su tramitación bajo las reglas democráticas, no había sido abordada por la ficción. 

Pero Argentina, 1985, co-guionada por Mitre y Mariano Llinás y co-producida entre Amazon Prime, Kenya Films (del Chino y Ricardo Darín) y La Unión de los Ríos (fundada por el propio Mitre y otros/as) e Infinity Hill (Axel Kuschevatzky y socios) no es una película burocrática, es decir, que se dedica a ficcionalizar los dilemas técnicos y técnico-políticos del juicio que en buena medida aunque no solamente diseñaron los especialistas en Derecho Carlos Nino y Jaime Malamud Goti para juzgar a una cantidad de militares en los tribunales civiles por los crímenes que habían cometido cuando estaban en el poder. En cambio, la película establece una reconstrucción histórica rigurosa –en la que participaron además de los guionistas Martín Rodríguez y Federico Scigliano– sobre cómo, a pesar de la resistencia de muchos de los funcionarios de Alfonsín y del desinterés de buena parte de la sociedad, un fiscal no demasiado conectado, Julio César Strassera, lideró la investigación y la acusación más importante de la historia argentina reciente. Para hacerlo, se valió de un grupo de jóvenes inexpertos y sin vínculos con el gobierno que se investigaba y un fiscal adjunto, también joven e inexperto, llamado Luis Moreno Ocampo. 

La película no ahorra en impacto emocional de alto voltaje: la recreación de testimonios de víctimas que se presentan ante el tribunal vuelve a estrujar la garganta, como también los hits del alegato. Y Strassera, interpretado por Ricardo Darín, es presentado como un héroe improbable, con pocos claroscuros tratados con sutileza. En ese sentido, Argentina, 1985 elige prácticamente no dedicarse a cómo la dinámica social y política de la última década erosionó el recuerdo de su figura y decisiva acción al menos para una parte de las personas involucradas en la agenda de derechos humanos: baste recordar como ejemplo que en 2010 un funcionario del entonces gobierno y también del actual, Aníbal Fernández, llegó a tratarlo de “impresentable” y que cuando murió en 2015 miembros de la entonces oposición y también de la actual, como Patricia Bullrich, le exigían a la presidenta mayores homenajes a sabiendas de lo que ya sabían todos: Strassera era un nombre fagocitado por la grieta.

La decisión de la película de volver a 1985 sin una mirada sobre el devenir posterior del juicio y sus figuras puede ser leída como una elección por un relato más cronológico y con destellos épicos. Pero también puede verse en esa aparente ingenuidad una apuesta ideológica osada: volver al llamado Consenso del Nunca Más. No por nada, uno de los personajes constantes y centrales es la mamá de Moreno Ocampo (interpretado por Peter Lanzani): una mujer, personificada por Susana Pampin, que no solamente era de familia militar como el fiscal adjunto sino que iba los domingos a misa con Videla: el juicio, dice su hijo en la película, tenía que convencer a todos de que Videla tenía que estar preso. También a su mamá. Así, la película busca volver a poner las cosas en su lugar, volver a recordar los horrores de la dictadura sin la relectura partidizada que se popularizó en la última década y los convirtió en municiones de la batalla cultural hasta anestesiar su sentido primario: tal vez era necesario volver a escuchar que la dictadura hizo parir a una mujer esposada en la parte de atrás de un auto, le prohibió abrazar a su hija recién nacida y recién parida la hizo limpiar una sala; que secuestró a una mujer delante de sus hijos chicos, torturó a un hombre en un centro clandestino durante horas y por diversión, para lograr que dijera que se la comía doblada.   

Argentina, 1985 cuenta una historia en la que las víctimas de la dictadura son víctimas y Strassera y su equipo, pero también Alfonsín –aunque su empuje aparece en la película matizado por alfiles del gobierno que presionaban en contra–, llevaron a cabo una odisea por la que merecen ser recordados y celebrados. 

La película establece también un diálogo delicado con cómo el juicio se mostró y no se mostró en esa época: las imágenes de los militares en el banquillo, como estudió la investigadora Claudia Feld, pero también la exposición de las víctimas convirtieron al juicio en una discusión abierta sobre cómo se muestra el poder cuando es juzgado. Y también el dolor. Mitre cuenta que como parte de su investigación trabajó con el material de archivo que hoy conserva Memoria Abierta –hay un trabajo de montaje con el archivo documental en algunos momentos puntuales de la película, que es enteramente una ficción– pero también con una serie televisiva que realizó Carlos Somigliana, uno de los personajes más entrañables del film: el dramaturgo y abogado había logrado realizar una serie de capítulos a partir de las cintas de ATC durante 1986, pero su estreno se pospuso hasta nunca por las presiones y luego los levantamientos militares. 

¿Cómo fue la decisión de hacer una película sobre el juicio?

Yo tenía una admiración enorme por el juicio del 85, me parece un hecho del cual todos los argentinos deberíamos sentirnos orgullosos. Por el contexto en que se hizo, a un año de haber recuperado la democracia, con un partido militar fuerte y amenazante, con una región gobernada por dictaduras militares… La decisión de Alfonsín de hacer este juicio fue muy valiente, y eso me parecía que era algo potencialmente filmable sobre lo cual tenía ganas de trabajar. Luego, cuando empezó la investigación, me empecé a enterar de un montón de cosas que lo hicieron cada vez más interesante y cada vez más filmable. Creo que mi momento de quiebre fue entender cómo funcionaba esa justicia de la post dictadura que era una justicia con mucha gente que había sido parte de la justicia que funcionó durante la dictadura, entonces había muchas suspicacias y mucho recelo con el juicio, como si no quisieran que se hiciera o temieran que se hiciera, la verdad es que no lo termino de entender. Strassera tuvo que recurrir a Moreno Ocampo, que era un abogado inexperto, y luego convocó a un equipo de funcionarios muy menores, muy jóvenes, sin ningún tipo de experiencia, algunos ni siquiera habían terminado los estudios universitarios. Esa imagen del viejo abogado que le toca esa tarea y no se siente del todo cómodo y tiene que apoyarse en un equipo de jóvenes para llevarla adelante me parecía una imagen potente en términos cinematográficos para poder encauzar una película que se enraizaba en una tradición del cine clásico. Me parecía que la película tenía que ser muy cristalina y muy clásica en la manera en la que narraba el hecho

Sos un cineasta al que le interesan las instituciones políticas, no sólo la política en sí, pero es la primera vez que que haces algo basado en un hecho real que además es híper conocido…

No tan conocidos, eh. Lo primero que hicimos con Llinás, mi co-guionista, fue entender cuánto la gente recordaba el juicio del 85. Hablamos con mucha gente y Mariano les hacía una especie de cuestionario que grababa en video. Entrevistamos a gente de la cultura importante y, en general, se mezclaba todo con todo. Nosotros teníamos que entender cuando había que contar el Juicio a las Juntas cuánto había que contar: había que contar todo. Había que contar todo de vuelta porque ya los 35 años casi 40 produjeron una especie de mezcla de información en gente que lo vivió, y ni hablar en la gente joven, que no saben mucho. Entonces tuvimos que arrancar y contar la película reponiendo información, mucha de ella nosotros tampoco la conocíamos.

Bueno, pero por más de que la gente no recordara o conociera los detalles, es un hecho histórico y complejo ¿cuáles son los desafíos de contar una historia basada en algo que sucedió?

Sí, es una vaca sagrada. En eso sabíamos que lo teníamos que tratar con mucho respeto y mucha precisión. En cualquier caso te voy a decir, y vuelvo a la imagen de la investigación porque fue lo que nos nutrió y lo que le dio identidad a la película, nosotros íbamos, hablábamos con gente, con periodistas que habían cubierto el juicio, con amigos que entendían del tema, luego empezamos a hablar con los protagonistas y cada persona con la que hablábamos nos daba una palabra de aliento e interés tipo “qué bueno que van a hacer una película sobre esto”. Era como despertar un poco a un gigante dormido y está bueno porque además de los hechos históricos poder hablar con las personas que fueron parte de todo el gran proceso que fue Juicio a las Juntas que por supuesto no es solo el Juicio a las Juntas sino por ejemplo toda la investigación de la CONADEP nos hizo conocerlas, entonces después cuando nos poníamos a escribir no era escribir sobre un personaje de ficción, era escribir sobre un tipo que posiblemente iba a estar en el cine viendo ser representado. Necesitábamos ser más respetuosos y tener conciencia de lo que significa basarse en hechos reales.

Hay algo de la película que implica retomar lo que se llama como el “consenso del Nunca Más” que surge después del juicio y que muchos postulan que se rompió durante la grieta y en el presente. ¿Eso es un tema con el que te encontraste en el proceso o era una idea previa ir a retomar en este momento tan polarizado un momento de cierta comunión?

Es difícil la respuesta porque si te tengo que ser sincero te tengo que decir que no, que a mi el Juicio a las Juntas me parecía que tenía una cantidad de elementos tan interesantes como para hacer una película y no pensaba en el valor simbólico o el mensaje que le podía estar dando en esta sociedad. Porque no puedo pensar así, es demasiada responsabilidad para un director de cine pensar cómo vas a interpelar al público, hay problemas que son muchos más inmediatos cuando uno se sienta a trabajar en algo: la reproducción ficcional, el cuento cinematográfico, que es muy difícil. Porque si uno no se propone hacer una película buena esa película nunca va a hablar con la gente de una manera buena entonces no puedo estar pensando en eso. Ahora, son cosas en las que pienso a posteriori. Pero no es que me propuse hacer la película. Por supuesto que el juicio es un símbolo de unidad, cómo se reconstruyó un país luego de un episodio atroz de la historia, posiblemente el más atroz de la historia argentina, y se reconstruyó por medio de algo que estaba bien y eso logró por un momento reunir a una sociedad muy lastimada. En eso sí me parece un emblema, y me parece importante que exista esta recreación ficcional que hicimos nosotros como un hecho cinematográfico.

Sí, pero vos sabes que, por dar un ejemplo, Strassera murió como “enemigo” del kirchnerismo y tomaste una decisión de no ir por un lado que también hubiera sido hablar sobre el juicio pero con una relación con el presente mucho más conflictiva o hincándole al problema de la polarización actual…

Bueno, puede ser que haya querido hacer una película un poco más optimista y me parecía que el Juicio a las Juntas reunía todas estas características como para poder hacerla. Una gesta de la democracia, un hecho heroico de la democracia: algo que salió bien o durante un tiempo salió bien. Y había algo también… porque Alfonsín armó el contexto, hizo campaña por enjuiciar, pero luego la sociedad no sé si lo quería. El juicio fue el que terminó de consolidar esta cosa de juzgar a los crímenes de la dictadura para siempre. Algo que me preguntaba mucho es: si no hubiera habido reapertura de causas, no sé si hubiera podido haber una película sobre el juicio de 1985 como la que hice yo. No sé. Yo siento que este hecho del 85 inicia algo que a pesar de su interrupción terrible durante el menemismo se continuó, se pudo reabrir y continuar. Hay algo que todavía sigue funcionando.

Durante la función en Cine Club Núcleo la gente cuando el personaje de Strassera termina el alegato aplaudió. Es un momento en el que mucha gente está volviendo a actividades colectivas después de la pandemia, ¿fantaseás con la reacción que puede generar en el cine? 

Me gusta el cine como hecho colectivo, estar en una sala oscura compartiendo con gente el hecho de ver una película, soy un fanático de eso y era el momento que más esperaba con esta película, ver cómo la gente iba a ver a la sala una película con un caudal histórico y emocional tan grande. Por suerte pudimos hacerlo en una dimensión, te voy a decir, histórica para las limitaciones que hubo con esta pelea que hubo entre las plataformas y algunos exhibidores de capitales internacionales [N. de la R.: Amazon Prime estrena en su plataforma la película el 20 de octubre, dejándole una exclusividad a los cines 21 días. Esto motivó que las principales cadenas de cines del país, Cinemark, Hoyts, Showcase y Cinépolis, no la estrenen]. Me hubiese gustado que se viera en más salas pero se va a ver un montón, y se va a ver en espacios que no son tan concurridos, a los que creo que esta pelea va a ayudar, porque se está generando una expectativa enorme con funciones agotadas ya para el fin de semana en algunas ciudades como Capital Federal, Córdoba o Mendoza. 

¿Creés que van a rever su decisión los gigantes de las salas?

No con esta película. Me parece que la van a rever a futuro; es una decisión absurda porque son dos hechos distintos y deberían retroalimentarse. Me parece que las plataformas también deberían rever su manera de dialogar con los exhibidores, porque si no te pasa una situación un poco rara como esta. En algún momento, el año que viene quizás, se van a poder potenciar mutuamente. Hay pueblos o ciudades que no tienen cines y ahí podría llegar la plataforma y eso también está bueno. Estás en todos lados en Argentina y en todo el mundo. Está bueno que existan las dos cosas y que puedan encontrar una manera lógica y no peleándose como nos pasó a nosotros. Pero estoy seguro de que va a pasar porque venimos hablando con gente de la distribución de cine y nadie quiere que pase esto. Es más parte de una coyuntura de la transición cinematográfica que un desprecio real por la película.

¿Qué implicó hacer una película sobre un hecho histórico argentino para un público internacional?

El Juicio a las Juntas es un hecho con un respeto internacional enorme. La película interpela directamente a muchas personas de otros países sobre cómo se manejó la transición democrática o cómo se investigaron los crímenes de sus dictaduras. Hablamos con gente de Brasil a los que les interpela de manera directa, o gente de España: los crímenes del franquismo no se investigaron, las desapariciones del franquismo no se investigaron y ven esta película y los interpela y todas las notas que salen hablan de esto, lo cual está bueno, porque una película tan argentina moviliza un pedido de la sociedad española o una parte de la sociedad española que quiere que se investigue. 

Tu ópera prima, El estudiante, fue una película independiente sobre política universitaria en una universidad pública argentina. Esta última es una coproducción con Amazon sobre un hecho político que busca interpelar a públicos de distintos países: ¿hay algo te perdés en ese cambio de escala?

Yo no la siento tan distinta. Supongo que porque fueron muy difíciles de hacer las dos: es hablar con mucha precisión sobre algo que existe en tu país. El universo de la política universitaria es un universo argentino y es un universo marciano. Es hablar con precisión y universalidad. Y el juicio también. Voy a decir una frase hecha: pinta tu aldea y pintarás el mundo. En los dos casos había algo de eso. Después el cambio de escala es enorme porque El estudiante se hizo con 35 mil dólares y esta película costó mucho más. Pero yo sigo trabajando con la misma gente: mi productora es la misma, el montajista, el sonidista, la directora de arte. Son mis amigos con los que hice siempre películas y bueno nos vamos volviendo más profesionales y podemos manejar presupuestos más grandes, pero me mantengo con mis amigos para hacer las películas. 

NS