Si se consideran los $80.234 millones que ingresaron a las arcas del Estado en concepto del “aporte solidario a las grandes fortunas”, en mayo el Ministerio de Economía registró un balance primario superavitario de $25.714 millones, ayudado también por la suba de los precios de los bienes exportables. Es el segundo mes de 2021 con saldo a favor y contribuye a construir el mejor dato del período enero-mayo desde el inicio de la serie comparable, con la excepción de 2019. Si bien es una buena noticia, alienta también un cuestionamiento interno al ministro de economía, Martín Guzmán, que en un año signado por la pandemia y los salarios reales por el piso, se muestra más cauteloso con el gasto de lo que le exige su propio presupuesto.
“Con los $25.714 millones de superávit quedamos con un muy buen resultado fiscal acumulado en los primeros cinco meses del año, de entre 0,1% y 0,2% del PBI de déficit primario total, que sería para esta altura del año el mejor registro desde que hay datos compatibles, desde 2016, con la excepción de 2019, año en que pesó el FMI y la exigencia de tener un equilibrio primario”, detalló Joaquín Waldman, analista de Ecolatina.
Aun con el aporte cobrado a los contribuyentes con bienes por más de $200 millones, el resultado financiero (que incluye intereses de deuda) es deficitario en $64.618 millones. De todos modos, se trata del mejor registro para el período enero-mayo desde el inicio de la serie, porque si bien en 2019 hubo superávit primario hubo pagos de intereses mucho mayor.
Al 31 de mayo se recaudaron $148.505 millones en concepto del aporte extraordinario cobrado a los contribuyentes con bienes por más de $200 millones. En función de la normativa bancaria y contable del sector público, $80.234 millones se registraron en el mes de mayo y el resto se acreditará en junio. Si no se considerara este concepto, el saldo de la balanza habría sido distinto: un déficit primario de $54.881 millones y financiero de $306.058 millones.
“Lo que nos muestran estos datos es que hay un nivel muy grande de cautela en el Ministerio de Economía, que leyó que el año pasado una gran expansión fiscal y monetaria afectó a las brechas cambiarias; elevó los dólares paralelos y elevó las tensiones cambiarias, que terminaron repercutiendo sobre la inflación”, analizó Waldman. Este año, lejos de hacer un gasto desmedido, el Gobierno “está acotando mucho los programas por Covid, haciéndolos más focalizados en los sectores que más los necesitan, con la intención de requerir menos financiamiento por emisión y poder balancear las cuentas públicas”.
En cuanto a las erogaciones, el gasto primario registró en mayo una suba de 18,3% interanual (es decir, por debajo de la inflación del período), que sin embargo asciende a alrededor de 48,1% si se excluye el “gasto Covid” correspondiente a mayo de 2020, cuando había un cese prácticamente total de la actividad económica debido al aislamiento obligatorio. Si se hace ese ajuste entonces sí se ve “una expansión en línea con el incremento de precios del período”, según informó el Gobierno.
Es difícil pensar que en un año electoral, con el salario real en niveles muy bajos y con la pandemia también golpeando, la política convalide que el déficit fiscal se ubique muy por debajo de lo que está autorizado incluso en el presupuesto.
Por otro lado, los ingresos tributarios crecieron 99,2% de manera interanual, mientras que los derechos de exportación registraron una suba de 275,8%, impulsados por el sostenimiento de los términos de intercambio favorables (la soja tocó un valor récord de US$602 la tonelada en mayo) y acumulan una recaudación en el año de 0,9% del PBI.
Tal como se ve, el equilibrio está siendo ayudado por una serie de factores externos: suba de precios de la soja y los commodities en general, que le proveen más ingresos vía retenciones, y una inflación mayor a la esperada que achica el peso en términos reales de muchas líneas de gasto, como jubilaciones y pensiones. También impacta un crecimiento de la actividad mayor al planificado en el presupuesto, lo que da una mano en términos de recaudación
Por otro lado, hay factores articulados dentro del ministerio de Guzmán: al aporte a las grandes fortunas, modificaciones en Ganancias y medidas de alivio frente a la pandemia más acotadas. “También se está cambiando la forma de financiamiento del déficit —continúa Waldman—. El financiamiento del Tesoro tuvo un giro mucho más hacia tomar deuda local en pesos que hacía la emisión monetaria. Es decir, hubo más financiamiento neto del mercado que de adelantos transitorios y giro de utilidades por parte del Banco Central”.
Según el analista, esto le permite un mayor margen de acción al Tesoro frente a un recrudecimiento de la situación sanitaria, en el que podría recurrir nuevamente a la emisión o esquemas de auxilio más amplios como el IFE o el ATP. “Quizás se está guardando esas herramientas en caso de necesitarlas”, especuló.
“Más allá de la dinámica de ingresos favorable por el salto inflacionario y el precio de los granos hay una reducción de más de 10 puntos en términos reales en la comparación interanual en el gasto social, dentro del cual están los componentes que ajustan por movilidad y una reducción a las transferencias a provincias que caen más de 40 puntos una vez descontada la inflación en el año. El gasto en subsidios apenas crece y la obra pública que iba a ser la protagonista si bien está acelerando no llega a compensar el ajuste en el resto de las partidas”, interpretó Guido Lorenzo, director de la consultora LCG.
Para el analista, las decisiones están siendo limitadas por dos posibles razones: por la disponibilidad de financiamiento o por prudencia. “Si la explicación es la segunda, se entiende que haya cuestionamientos dentro de la coalición en una economía que no logra despegar. Es difícil 'encender' la economía como prometía el Jefe de Estado en campaña con esta política fiscal”, apuntó.
¿Es posible sostener los buenos resultados de la balanza en los próximos meses? Según los cálculos de Martín Vauthier, director de Anker Latinoamérica si se proyectara el déficit en función de los nuevos ingresos extraordinarios y la fórmula de movilidad vigente aparece una inercia fiscal con un déficit de 3% del PBI, un dato que es menor al proyectado en el Presupuesto, donde se incorporó una estimación de déficit del 4,2%. “Es difícil pensar que en un año electoral, con el salario real en niveles muy bajos y con la pandemia también golpeando, la política convalide que el déficit fiscal se ubique muy por debajo de lo que está autorizado incluso en el presupuesto. Con lo cual, es probable que en estos meses veamos el intento de acercar el resultado fiscal a por lo menos un intermedio entre la inercia del 3% y el número autorizado”, apuntó.
DT