Habitualmente se utiliza la analogía de “poner una piedrita en una puerta giratoria” para definir a los efectos de los controles de capitales o cepo, como le decimos en la Argentina. Hasta el propio presidente Alberto Fernández usó la metáfora cuando estaba en campaña, señalando al cepo como un problema para la economía. Pero no fue consecuente.
La piedrita traba la salida de capitales y eso sirve para cuidar las reservas y evitar devaluaciones, pero viene a un costo muy elevado para la sociedad porque la piedrita también traba los ingresos de capitales de todo tipo. Nadie trae capitales a un lugar donde no se los puede llevar. Encima, con un tipo de cambio que sin duda está sobrevaluado, el que entra sabe que está comprando pesos caros y evalúa que cuando quiera irse (o cuando lo dejen) seguramente el precio del dólar será mucho más caro en términos reales. O, análogamente, tendrá que recurrir a los dólares de mercado que hoy valen el doble que el oficial.
Estos conceptos que pueden parecer teóricos tienen un correlato muy fuerte en la realidad. En el año 2022 la entrada de fondos para inversión extranjera directa fueron sólo US$570 millones medidos en base caja, según el informe que produce el Banco Central. Este es el menor valor en al menos 20 años.
El BCRA empezó a contabilizar los flujos que cruzan la frontera en 2003 y hasta ahora el valor más bajo era de US$732 millones del año pasado y luego US$897 millones de 2003 que, ajustados por inflación, serían más de US$1.500 millones de la actualidad. Dentro de los US$570 millones hay casi US$200 millones de los sectores estrella en la Argentina de hoy que son minería y petróleo, pero estos sectores tienen regímenes especiales que les permite algo más de flexibilidad.
En el cepo de Cristina Fernández de Kircher (2012-2015) los incentivos eran similares, pero la brecha cambiaria no era del 100% como en la actualidad y la apreciación cambiaria no era tan grave, aunque lo terminó siendo hacia 2015. Para ponerlo en contexto, Cristina puso un cepo con un dólar que era casi 25% más caro de lo que es en la actualidad allá por noviembre del 2011. Pese al lío del cepo, algunas compañías se animaban a tomar alguna pérdida entrando dinero al dólar oficial porque no veían un tipo de cambio tan malo hasta 2014.
Una curiosidad del cepo de la década actual es que para algunas compañías ni siquiera está abierta la posibilidad de que, ante cualquier eventualidad, usen el dólar de mercado y se vayan. Como se sabe, comprar dólares MEP o contado con liquidación es una posibilidad que no está abierta a todo el mundo. Por caso, los importadores tienen vedada esa posibilidad. Y casi todas las compañías multinacionales industriales tienen algún componente importado. Así que ni siquiera puedan apretar el botón de eyección. Todo atenta contra traer plata, y hay que decir que los que traen plata tienen algunos regímenes especiales.
En las cuentas nacionales la inversión extranjera se mide de manera distinta porque cuenta la reinversión de utilidades de multinacionales como parte de la inversión. Eso es una práctica estándar en todos los países. Pero en la Argentina del cepo es como hacer trampa al solitario porque en buena medida es dinero que saldría en forma de dividendos, pero el Banco Central no autoriza. Mucho de ese dinero, en teoría reinvertido, termina en fondos comunes de inversión, depósitos a plazo fijo y bonos. Algunas multinacionales aprovechan para comprar máquinas u oficinas nuevas y en ese sentido se podría decir que la inversión extranjera neta son más que los US$570 millones mencionados, pero no mucho más.
Este número de inversión es quizás el más incómodo de los muchos datos que revelan las inconsistencias de vivir con cepo de manera permanente. En general se entiende que frente a la emergencia, como ocurrió en septiembre de 2019, hay un argumento para fijar controles. El problema es que los controles se multiplicaron y la situación pasó de medida de emergencia a política permanente.
Otro ejemplo de lo mal que hace el cepo es la falta de financiamiento al sector privado. Con un dólar barato, no hay nadie que quiera traer plata del exterior. Al contrario, el mejor negocio para una empresa con deuda en dólares es repagar esos préstamos. Desde que se puso el cepo el sector privado devolvió préstamos en dólares en términos netos por más de US$21.000 millones. El último mes que el sector privado ingresó plata (neta) en forma de préstamos fue marzo del 2019. La estimación es que los próximos meses seguiremos pagando préstamos porque no hay incentivos para hacer lo contrario. El ingreso de dólares para inversiones de portafolio fue apenas US$69 millones en 39 meses de cepo.
Y todo esto sin entrar a discutir los gigantes problemas para importar bienes y servicios que hacen que casi todas las semanas escuchemos de alguna firma que tiene que parar por falta de insumos.
En resumen, con el cepo es muy difícil crecer y salir del estancamiento de más de 10 años que padece la Argentina. Pero el Gobierno no parece tener ninguna respuesta y seguramente será el próximo el que lo resuelva, o al menos lo intente. Si no se cuenta con inversiones extranjeras, si no se consiguen préstamos del exterior y tampoco vienen siquiera los dólares financieros a proveer liquidez al mercado local, ¿de dónde se va a financiar el crecimiento? Vivir con lo nuestro, seguro no es la respuesta correcta.