Mauricio Macri tiene varias habilidades. Una, muy entrenada, es la capacidad para guardar rencor. Pueden pasar semanas, meses, y hasta años, pero hay algo en su sangre calabresa que lo hace capaz de retener broncas con la misma facilidad con la que respira. Para todos los que ayudaron a su padre, la persona que más amó y odió en su vida, a hacerlo sentir infeliz hay un lugar especial guardado en su corazón.
Uno que integra esa reducida élite es el histórico jefe de Milei, Eduardo Eurnekian. La biografía de Wikipedia dice que es un empresario y filántropo argentino de origen armenio, que es una de las personas más ricas del país (sexto a nivel local y 1929 a nivel global según la lista de la revista Forbes, con una fortuna estimada en US$ 1.500 millones), que es presidente de la Corporación América (“un conglomerado que incluye a distintas industrias como la aeroportuaria, agroindustrias, energía e infraestructura, que cotiza en la Bolsa de Nueva York”), que tiene la concesión de 52 aeropuertos en el mundo, que la italiana Florencia le entregó las llaves de la ciudad, y que tiene 90 años. Uno más que los que tenía su íntimo amigo, Franco Macri, cuando murió en el 2019.
Macri padre y Eurnekian podrían haber sido hermanos. Tenían los mismos códigos, forjados al calor del mundo complejo de la posguerra: una fuerte presencia de las raíces italianas/armenias, una vida dedicada al trabajo, una pulsión inherente por el poder, la mano dura y exigente para los cercanos, y la soberbia típica de quien controla un pequeño pedazo del cielo. También compartían otra cosa. A ambos les gustaba desprestigiar a Mauricio cada vez que estaba cerca. “Boludito”, lo llama el dueño de la Corporación América, un apodo que la leyenda dice que primero se lo puso su propio padre, el hombre que le hizo la vida imposible. “Es que tu viejo es el que la tiene clara, no vos”, le dijo más de una vez Eurnekian. El fundador del PRO lo detesta desde que tiene memoria.
Por eso es que visitar al amigo de su papá estaba en el podio de la lista de prioridades que armó cuando se dio cuenta de que iba a ser Presidente. Esa reunión sucedió a fines del 2015, a poco del ballotage, cuando Macri estaba convencido de que iba a suceder a Cristina Kirchner y ya se portaba como si fuera el jefe del Estado. Eurnekian, que con 90 años sigue siendo más rápido que la mayoría, también intuía que el hijo de Franco iba a derrotar a Daniel Scioli. Sabía que en los cuatro años siguientes muchos de sus negocios, relacionados al Estado, iban a depender de la relación con Mauricio y con su gobierno. Pero aun así su sangre armenia pudo más.
- ¿Qué haces, boludito? –, le dijo a Macri apenas este entró a su oficina en Aeropuertos Argentina 2000.
- Primero que nada, al Presidente no se le dice boludito–, le devolvió el calabrés, con la fría calma de quien sabe que está por ejecutar una venganza largamente planeada. – Y segundo: olvídate de China, de Rusia, y de todas esas boludeces en donde estás invirtiendo. Conmigo es Estados Unidos y sólo Estados Unidos. ¿Está claro?
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Esa tensa reunión fue más que una amenaza: fue un adelanto perfecto de lo que le esperaba a Eurnekian durante el mandato de Macri. Su gobierno eligió al gigante del Norte de socio político y comercial, mientras que le dio la espalda a Rusia y a China, los países que tanto Franco como su amigo veían como el futuro de sus emprendimientos. Y para el armenio, Mauricio tenía guardadas algunas sorpresas más. Le quería demostrar que no era ningún “boludito”.
Ya desde el cónclave en Aeropuertos Argentina 2000 (la compañía de Eurnekian que opera 35 terminales aéreas en todo el país) había un elefante en la habitación. Era el temor de que el futuro gobierno le arrebatara al empresario la concesión de los aeropuertos de Ezeiza y de Aeroparque, las joyas de este negocio. Aún hoy, Eurnekian está convencido de que si no le pudieron sacar el control de esas terminales fue nada más porque no encontraron el hueco legal. Porque lo intentaron. Y mucho.
Primero el gobierno le mandó dos auditores, que se instalaron durante dos años en la empresa. No sólo monitorearon todas las cuentas de la empresa, cada peso que ingresó y que se fue, sino que se sumaron a la mesa del directorio que se reunía cada tres semanas. Estaban buscando cualquier pista sobre dinero malhabido o algún tipo de irregularidad, para tener así una excusa con la que interrumpir una concesión que legalmente vencía recién en el 2028.
Los dos hombres, exhaustivos como sabuesos entrenados, eran enviados del ministerio de Transporte que conducía Guillermo Dietrich, con quien Eurnekian también tuvo una pésima relación. Esa cartera, a veces a través del propio ministro, le presentaba quejas constantes sobre la baja inversión que consideraba que había en sus aeropuertos. Más de una vez el que respondía los mails de Dietrich era Rafael Bielsa, ex canciller de Néstor Kirchner, en ese entonces presidente de la empresa aeroportuaria y hombre de temperamento.
En uno de esos intercambios el tono escaló. El Gobierno le exigió a Eurnekian la cabeza de Bielsa, con quien además no simpatizaba por su pasado peronista, como condición necesaria para seguir negociando. Era la prueba de que la guerra había llegado a una instancia donde no se tomaban rehenes ni prisioneros: el otrora funcionario tenía la oficina pegada a la del armenio y era su mano derecha.
A esa altura del conflicto Eurnekian no tenía la más mínima duda. Estaba convencido de que detrás de la furiosa avanzada para quitarle la concesión de Ezeiza y Aeroparque estaba el niño que vio crecer hasta convertirse en un hombre al que no respetaba. Y el hecho de que el Gobierno le hubiera designado a Mario Quintana como interlocutor sólo confirmaba sus sospechas.
Quintana era el vicejefe de Gabinete, cargo que compartía con Gustavo Lopetegui, y formaba un trío junto a Marcos Peña al que el Presidente llamaba en público “mis ojos, mis oídos y mi inteligencia”. Eran los hombres de mayor confianza de Macri, que se movían como una misma persona. Pero a la cabeza estaba uno: la persona más odiada por Milei.
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Eurnekian vive para el trabajo, y es extremadamente metódico.
Cuando está en ese trajín, abocado por completo a la tarea, es prácticamente imposible sacarlo de eje, lograr que su cabeza se relaje y piense en temas más banales. Hacerlo perder la concentración es una tarea titánica para cualquiera. Salvo para Javier Milei: él lo hacía descostillar de la risa. “Es que es un loco este, es un loco”, decía Eurnekian, atragantado por las carcajadas, cuando el economista le hacía alguna broma. Su jefe no lo sabía, pero estaba repitiendo el apodo que le habían puesto en el Copello.
Milei comenzó a trabajar para Eurnekian en 2008. Llegó a ser economista en jefe de Aeropuertos 2000, calculando los riesgos que tenían las grandes inversiones que hacía el armenio en el país. Aunque para el último tramo de su estadía en esa empresa sería respetado por sus compañeros y por su jefe -aunque no se llevó de ahí ningún amigo-, la relación del libertario con la compañía tuvo altibajos. Hasta 2016, de hecho, el libertario no se presentaba en público como parte del staff, sino como miembro de la Fundación Acordar de Daniel Scioli. Una curiosidad: a esa institución la comandaba Guillermo Francos, histórico hombre de Eurnekian (desde el año 2000 trabaja para él), al punto tal de que cuando Francos se convirtió en director del Banco Provincia durante toda la segunda gestión de Scioli lo llamaban, puertas para adentro del gobierno bonaerense, el “infiltrado del armenio”.
Quizás Milei tuviera otra razón para no presentarse como parte del grupo de Eurnekian. Uno de los pocos amigos de Milei aquella época asegura que, hasta que el empresario no entró en guerra con el macrismo, el libertario no era tenido seriamente en cuenta en la compañía. Y que durante años le tuvieron congelado el sueldo nominal, como invitándolo a retirarse. Sin embargo, a la par del conflicto por la concesión de los aeropuertos, algo cambió en la relación entre el armenio y el león, que llegaría a ser el bromista preferido del jefe. Esta nueva afinidad llegaría al punto tal de que Milei renunciaría a su trabajo recién el 9 de diciembre del 2021, horas antes de asumir como diputado de la Nación.
Además de Fantino, de su innegable histrionismo y de su look rockero, Eurnekian tuvo muchísimo que ver en su éxito mediático. Fue su sponsor.
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Entre los tantos negocios de Eurnekian, los medios siempre ocuparon un lugar de importancia. Fue dueño de Cablevisión, Fibertel, del diario el Cronista Comercial, de la Radio Aspen, Metro y Del Plata, del canal Magic Kids, y del canal Á, entre otros, emprendimientos que compró barato y vendió caro. Además de ser buen comerciante, el armenio tiene olfato para lo que la sociedad espera de un medio en determinado momento histórico. Entiende el juego, conoce a todos los actores y tiene audacia y creatividad.
Quizás sea por eso que nunca se desprendió de América. Lo compró en 1990 y, aunque fue vendiendo la mayoría de las acciones, sigue controlando el 17,5%. No sólo eso: tiene el derecho a poner dos personas en su directorio y, sobre todo, tiene el poder que le da la cláusula 3.2 del acuerdo de accionistas. Ese inciso le da derecho a incidir sobre los programas periodísticos que se emiten en el canal cuya mayoría la tienen los empresarios Daniel Vila, José Luis Manzano y Claudio Belocopitt. Es la misma emisora que vería crecer a su empleado.
Es verdad que esto en sí no encierra absolutamente nada extraño. Que Milei se haya hecho famoso en el canal del que Eurnekian controla una parte importante no es una prueba suficiente. El empresario tiene alrededor de 10 mil empleados en el mundo, y en el canal América pasan cientos de invitados por día. No hay por qué suponer que una cosa tenga que ver con la otra.
Salvo por el relato que hace un hombre que trabajó durante un largo tiempo en la Corporación América y que ahora, café en mano en el Alto Palermo, revela el backstage del arribo de Milei a los medios. Es un consultor en comunicación, experto en el lobby y en el roce con periodistas, empresarios y políticos. Con Eurnekian compartió mesa en decenas de ocasiones. Tiene una agenda nutrida, trabajó para las grandes figuras del círculo rojo, y conoce el paño.
Cuenta que, ya alejado del grupo del armenio, recibió un llamado de parte de su gente en el último tramo de 2017. Tiene el recuerdo bien presente, porque le sorprendió la cantidad de plata que le ofrecieron, no sólo para él sino para la tarea.
- Me llamaron de parte de Eduardo. La idea era instalar a un economista que laburaba para él, que me decían que era medio excéntrico, en los medios amigos. Había bastante guita. El eje de comunicación que querían era muy claro: darle a Peña.
La persona en cuestión era Milei. El trabajo consistía en abrirle la puerta a programas amigos, presentarle a conductores y periodistas y ayudarlo en el armado de la agenda mediática. Era una tarea para la que -según este relato- tenía el dinero que a veces se necesita para comprar unos costosos minutos en la televisión. Sobre todo en los ciclos que van de noche, que tienen mucho rating y que no le dan aire porque sí a completos desconocidos. La única condición era armar un “eje de comunicación” que apuntara de lleno contra el entonces jefe de Gabinete.
Pero esta versión no es la única. Otras dos personas que trabajaron en esos años muy cerca del empresario aportan lo que vieron. “Sé que alguna vez lo llamó a Daniel Hadad para pedirle un lugar para Javier”, dice alguien que supo ser de mucha confianza del armenio. Hadad no sólo tiene afinidad con el megaempresario, sino que el 20% de Infobae América pertenece a Tomás Eurnekian, sobrino de Eduardo, que además es el gerente de ventas internacionales. El 27 de junio del 2013 Milei publicaría su primer nota en ese sitio -“¿cómo contratar a un genio?”-, y para 2015 sería ya elenco estable entre sus columnistas.
Un hombre que se sentaba en el directorio de Aeropuertos 2000 en aquellos años cuenta la misma historia pero desde otra óptica. “Eduardo estaba harto mal del Gobierno. No es que empujó a Milei por amor a él, sino porque necesitaba alguien que hiciera ruido y al que más cerca tenía para ese tipo de tarea era él. No sé de quién fue la idea, pero claramente funcionó”. Una persona muy cercana al libertario en aquellos años da una versión más llana. Según este relato, no fue que Eurnekian empujó a Milei, sino que fue un cruce de coincidencias: el economista llegó por la suya a la televisión y ahí apuntó contra Peña por un disgusto puramente personal, porque creía que la decisión del entonces gobierno de echar a Sturzenegger -al que admiraba- del Banco Central había sido un grave error. Pero cuando se dio cuenta de que ese relato agradaba a su entonces jefe y que gracias a eso este le empezó a dar más lugar en la empresa -y a mejorar sus ingresos-, profundizó los ataques.
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¿Cuál fue, entonces, el verdadero responsable del desembarco mediático de Milei? ¿Fue Fantino, fue la crisis económica y política del macrismo, fue el rechazo que producía Peña, fueron los gritos e insultos, fue su pelo largo y su look rockero? ¿Fue la sociedad que quería escuchar a alguien que criticara a todo lo que pareciera progresista y que atacara al Estado y al tamaño de los impuestos? ¿O fue un peón dentro del ajedrez bélico de Eurnekian contra aquel Gobierno, una necesidad del armenio que necesitaba engrosar su ejército y dar la batalla también desde la televisión?
Quizás fueron todas esas razones, que se complementaron entre sí gracias al momento histórico, a la viveza del libertario y a la necesidad de rating de la televisión. Pero también está la otra historia, la del megaempresario que dio el visto bueno para que el economista que lo hacía reír tuviera minutos en su canal y en otros medios amigos. Eduardo Eurnekian es una de las piezas importantes en el surgimiento y consolidación de la figura de Javier Milei, por el empuje que le dio y que le seguiría dando.
Y sospecho que hay piezas de este rompecabezas que todavía quedan por descubrir, como por ejemplo por qué el Wilobank, el banco digital de Eurnekian, compraba regularmente -y de a varias decenas- entradas para las obras de teatro de Milei. Y por qué, hasta hoy, el diputado de la Nación sigue teniendo el mismo teléfono y el mismo número que le dio la Corporación América.
Tiene algún sentido que el libertario nunca promocionara esta realidad. Es más cómoda su tesis, la de que triunfó en la televisión gracias a la suerte y al empuje de Fantino y de sus fans: si los enemigos de Milei no son sus verdaderos enemigos sino los de su jefe, ¿qué hay de cierto en todo lo que dice el economista?
El empuje que Eurnekian fue importante para su desembarco mediático. Y también sería esa misma mano, la que le daba de comer, la que lo ayudaría a entrar en la arena política.
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José Luis Espert quedó atónito. No terminaba de entender si Eurnekian le estaba queriendo hacer una broma o si lo estaba poniendo a prueba. Sabía que alguien relacionado a los medios como el empresario no podía no saber. Todos los que transitaban este mundo conocían la profunda tirria, casi rayando la enemistad, una mezcla de pelea de egos con discrepancias políticas y personales profundas, que lo unían con el otro economista del momento. Por eso no terminaba de entender el juego del hombre al que estaba yendo a visitar para anunciarle que tenía intenciones, el año entrante, de competir por la Presidencia.
- Dale, José Luis. Dale una mano a Javier. Fijate donde lo podés meter–, le repitió Eurnekian, por si no le había quedado claro.
Sobre la relación de Milei con su histórico empleado ya había cierto misterio desde que dio el salto a la política. La campaña de 2021 agigantó el enigma.
Varios empresarios cuentan que era Nicolás Posse, Gerente General de toda la región sur de AA2000, el nexo para llegar a ponerle dinero al libertario. “Nicolás fue el fundraiser, el que pasaba la gorra para Javier”, cuenta un hombre que participó de la operación. En la campaña confirman haber visto a Posse en los actos. ¿Lo mandó Eurnekian como gesto de apoyo? ¿O Posse, cercano a Milei, fue por interés personal?
Luego del tremendo debut electoral de Milei el misterio crecería. Y lo haría por boca del propio megaempresario. Un célebre amigo suyo jura que almorzó con él a principios de 2023 y que este le contó no solo que lo iba a votar sino que “lo sigue bancando”, que le seguiría pagando un aporte económico a modo de informal sueldo. Es una idea que sostiene también alguien que estuvo en la primera campaña. “Por lo menos tres veces acompañé a Javier a verlo a Eurnekian”.
AR