Martín Guzmán confesó a sus más cercanos colaboradores que estaba harto de la gestión cristinista de la energía. El renunciante ministro de Economía, que sólo en teoría tenía a su cargo la Secretaría de Energía, se terminó convenciendo de que la empresa estatañ Energía Argentina SA, que preside Agustín Gerez, y la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), que dirige Fernanda Raverta y cuyo Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) está en manos del massista Lisandro Cleri, le habían jugado en contra a principios de mes cuando salieron a vender bonos en pesos, lo que inició una corrida cambiaria en el mercado paralelo y dificultó el financiamiento del déficit fiscal. Guzmán también responsabiliza a la YPF que preside Pablo González por la demora en la importación de gasoil, que ha provocado faltantes en el campo y la industria y cortes de ruta de los transportistas.
Además, Guzmán se quejaba de la demora para instrumentar la segmentación de tarifas porque, según él, los interventores de los entes nacionales reguladores del Gas (Enargas), Federico Bernal, y de la Electricidad (ENRE), Soledad Manin, no coordinaban con las empresas del sector para ponerla en marcha. El subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, tampoco nunca colaboró con la tarea, que quedó en manos de su par de Planeamiento Estratégico, el guzmanista Santiago López Osornio. El secretario de Energía, Darío Martínez, se limitaba a observar la interna.
“No daba para más lo de Martín”, confiesan en su entorno. “Sin injerencia sobre todo en energía seguir era un sin sentido”, añaden. El pasado jueves, Guzmán se había reunido con Alberto Fernández en Olivos y le había pedido lo que tantas veces le había reclamado antes: el control de la política energética, lo que implicaba despedir a los funcionarios que responden a Cristina Fernández de Kichner, o sea, una ruptura entre el Presidente y la vicepresidenta.
Los asesores del ahora ex ministro se sorprendieron de la dimisión porque aún hoy estaban trabajando en la gestión. Sin embargo, tampoco les pareció tan extraño después de tantos meses de internas, desde que en septiembre pasado, tras la derrota del oficialismo en las primarias legislativas, Cristina Kirchner criticara por primera vez en público a Guzmán por su receta económica. En la última semana, lo notaron muy desgastado, sin la paciencia que lo había caracterizado en dos años y medio de gestión. Tal como expresó en su carta de renuncia, el economista de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) considera que el ministro de Economía debe contar con el apoyo del Presidente y la vice, no sólo del primero, como le sucedía a él.
A sus consejeros ya les había llamado la atención que Fernández no se lo llevara al entonces jefe del Palacio de Hacienda a la cumbre del G7, teniendo en cuenta que la Argentina iba a ofrecerse a Europa como proveedora de gas, tema que obsesionaba al funcionario saliente. En cambio, el Presidente se hizo acompañar por Sergio Massa, que suena como eventual jefe de Gabinete con el timón de la economía puesto en manos de Martín Redrado y Emmanuel Álvarez Agis.
En el entorno de la vicepresidenta se indignan de las quejas de Guzmán. “Debería tener la honradez de no buscar culpables de las cagadas que se mandó y hacerse responsable, de que hizo lo que se le cantó, que firmó el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacional) que quiso. Estamos donde estamos porque fue un ministro que desconoce la Argentina. Con humildad debería haberse ido diciendo que no la supo entender porque vivió 12 años fuera del país”, retrucan cerca de Cristina Kirchner, que hoy llegó a asimilar el pensamiento del ministro saliente con el del ortodoxo Carlos Melconian, que a cargo de la Fundación Mediterránea ofrece su plan económico a quien llegue a la presidencia en 2023.
AR