La semana en la que las instituciones públicas volvieron a intervenir para evitar otra crisis bancaria

Diego Larrouy

0

“El capitalismo estadounidense se está desmoronando ante nuestros ojos”. La frase es de Ken Griffin, responsable y fundador del fondo Citadel. Griffin, uno de los mayores tiburones de Wall Street, conocido por sus políticas de comercialización de derivados financieros o por sus apuestas a la caída del valor de empresas, protestaba de esta manera ante la decisión de las autoridades estadounidenses de proteger a los depositantes del Silicon Valley Bank y de otras entidades en apuros. El inversor, que en la crisis de 2008 bordeó el colapso, se lanzaba contra la actuación del Estado. Más de 15 años después, en EEUU, como en Suiza, los organismos estatales tuvieron que volver a salir para evitar los riesgos de un nuevo colapso bancario, aunque hoy las herramientas son distintas.

La banca es un negocio sistémico. La evolución del sector tiene el poder de tumbar grandes economías. Así se demostró en 2008 y desde entonces se puso sobre la mesa la necesidad de afrontar regulaciones más duras y mayores controles. A grandes rasgos, y no sin problemáticas excepciones, se llegó a día de hoy con entidades con mayor poder para afrontar situaciones de incertidumbre. Sin embargo, los bancos fueron en ocasiones muy críticos con lo que consideran un exceso de regulación. Uno de los casos más recientes fue cuando en 2020, con la crisis provocada por el Covid, el BCE recomendó a los bancos que no dieran dividendos, una medida que no gustó en el sector.

Pero ¿qué ocurre cuando hay un terremoto en el sector como esta pasada semana? Los inversores y las entidades se dirigen a esas instituciones a las que en otros momentos se critica. Así, la caída de varios bancos y la crisis de confianza que se generó en el sector llevó a las autoridades a tomar nuevas decisiones para tratar de proteger al sistema bancario. El saldo fue el siguiente: dos bancos intervenidos (Silicon Valley Bank y Signature), otro rescatado por sus rivales (First Republic) y otro respaldado con liquidez del banco central (Credit Suisse). La situación dista mucho de ser la de 2008 pero los temblores hicieron recordar aquellos meses de tensión que derivaron en años de crisis económica.

El caso del Silicon Valley Bank es significativo. Su antiguo consejero delegado, cesado tras la intervención pública de esta semana, hizo lobby en 2015 para que el Gobierno relajara los controles y las exigencias para bancos de su tamaño. Con ello, aseguraba, tendrían más ocasión de crecer. Lo consiguió finalmente en 2018, cuando bajo la Administración Trump se aprobó una reforma que reducía la vigilancia sobre estas entidades. Un lustro después y tras una serie de catastróficas decisiones en la gestión del banco, las autoridades tuvieron que salir a rescatar a sus depositantes ante la deriva del grupo.

Los distintos análisis que se realizaron esta semana apuntaron que la subida de tipos de interés o la falta de control de los supervisores precipitaron su caída. De hecho, las propias autoridades de EEUU reconocieron la necesidad de revisar qué ocurrió y elevar los estándares de vigilancia. Sin embargo, esto no oculta que el banco arrastraba un modelo de gestión que permitió un rápido crecimiento, pero una todavía más acelerada desaparición.

Algo similar ocurrió en Credit Suisse. Sus problemas venían de hacía tiempo. Numerosos escándalos, apuestas financieras desastrosas, falta de controles internos e inestabilidad en la dirección. El terremoto provocado por SVB simplemente aceleró una inercia que se remontaba desde hace años en la entidad suiza.

Los inversores, en cierto modo, hicieron el resto. Algunos de ellos aprovecharon la situación para recuperar las ganancias acumuladas durante los últimos meses. Otros, directamente, apostaron de forma decidida a la caída de las acciones. La propia Citadel es uno de los sospechosos habituales en este tipo de operaciones. Su estado de ánimo provocó enormes pérdidas de valor bursátil incluso en entidades sobre las que no existen dudas sobre su viabilidad.

En este contexto, las autoridades tuvieron que volver a arremangarse para tratar de calmar a los mercados. Los poderes públicos volvieron a situarse como una pieza clave del sector en momentos de desequilibrios. Las autoridades financieras trataron de intervenir en el sector para evitar las fugas de depositantes o las caídas en Bolsa. El capitalismo al que aludía Griffin se manifestó dependiente de la acción del Estado para evitar crisis más graves.

Rescate, palabra prohibida

Eso sí, con una palabra prohibida: rescate. Los rescates fueron la tónica general durante la pasada crisis financiera. Enormes inyecciones de capital público para sanear las cuentas de grandes entidades y, así, evitar su caída. Aquel conocido como 'too big to fail' [demasiado grandes para fallar] que se convirtió en el 'too big to fall' [demasiado grandes para caer]. Sin embargo, 15 años después, son varios los estados que siguen teniendo efectos en sus cuentas de aquel rescate que consumió mucho dinero público y se recuperó poco.

La intervención que se vio esta semana en cuatro entidades muestra que los Estados aprendieron de algunos errores del pasado y pusieron el foco en los depositantes y no en los inversores. “Los inversores no serán protegidos. Ellos tomaron un riesgo a sabiendas, cuando el riesgo no da resultados, los inversores pierden el dinero. Así es como funciona el capitalismo”, aseguró Joe Biden el pasado lunes cuando tuvo que salir a explicar la crisis del Silicon Valley Bank y de Signature Bank.

“El gobierno no debería dar a Credit Suisse una garantía estatal”, aseguró un miembro del Partido Popular suizo este miércoles en plena debacle del segundo banco del país.

El objetivo de las autoridades pasa ahora por reestructurar entidades en crisis, evitar contagios al resto del sistema y, sobre todo, que se haga con el menor gasto público necesario. En España se conoce bien este cambio de mentalidad tras la crisis bancaria. En 2017 cayó Banco Popular, una de las mayores entidades del país y con fuertes desequilibrios. No fue rescatada, como ocurrió con Bankia, BMN, Banco de Valencia y otras muchas. En su caso fue la puesta en largo de un nuevo modelo europeo: la resolución. ¿Y qué es esto? “Es la reestructuración de un banco mediante el uso de herramientas para salvaguardar los intereses públicos, incluyendo la continuidad de las funciones críticas del banco, la estabilidad financiera y garantizar unos costes mínimos para los contribuyentes”, tal y como lo explica la Junta Única de Resolución, el organismo europeo que gestiona este tipo de operaciones. Son los propios bancos los que financian el fondo con el que se realizan estas resoluciones.

Con diferencias, por ser un sistema bancario distinto, EEUU trató esta semana de esquivar su crisis sin que sea un agujero para los contribuyentes. En el caso del Silicon Valley Bank, en California, y de Signature Bank, en Nueva York, el Tesoro, la Reserva Federal y el Fondo de Garantía de Depósitos tomaron el control de ambas entidades, retiraron a la dirección y aseguraron el 100% de los depósitos de los clientes, cuando la norma solo protegía los primeros 250.000 dólares. “Los accionistas y ciertos tenedores de deuda no garantizados no estarán protegidos”, aseguraba el comunicado de las autoridades. El Tesoro, además, creó un mecanismo de financiación de 25.000 millones de dólares para que otros bancos puedan acceder a liquidez.

Un nuevo modelo

Pero los bancos medianos en EEUU seguían señalados y los problemas crecían para el First Republic Bank, también californiano. Entonces, desde el Tesoro de EEUU se decidió una nueva vía para salvar a la entidad sin gastar dinero público. El movimiento, según relataron medios especializados fue el siguiente. Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y el director ejecutivo de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, acordaron movilizar a la gran banca estadounidense para que realizasen depósitos en la entidad con problemas. La caída de Silicon Valley Bank había llevado a miles de clientes de la banca mediana y regional de EEUU a mover sus depósitos a bancos más grandes, considerados más seguros. Ahora, casi una docena de esos grandes bancos, entre los que se encuentran Bank of America, Wells Fargo o Citigroup, acordaron inyectar 30.000 millones de dólares en depósitos. Pese a este intento de dar confianza al mercado, el banco volvió a caer en picado este viernes en Bolsa.

En Europa, la vía de apoyo fue distinta, pero igualmente evitando el rescate. Credit Suisse pidió respaldo al Banco Nacional Suizo y a la autoridad de los mercados nacional, Finma. Ambos defendieron la capacidad y el capital del banco, pero aun así abrieron la puerta a prestarle liquidez. La entidad finalmente le tomó la palabra y solicitó una línea de más de 50.000 millones de euros de liquidez. No era un recate sino una línea de préstamo respaldada por activos del grupo financiero. Sin embargo, algunos analistas consideraron que es un movimiento insuficiente y plantearon la necesidad de impulsar una fusión con su rival nacional, UBS. Éste cerró la puerta este viernes a esta opción y la entidad volvió a las caídas en Bolsa.

En la zona euro también se movilizaron las autoridades para evitar un contagio, aunque por ahora sin una actuación directa. El BCE defendió este jueves los estándares de capital y de liquidez de los bancos, dando confianza en su situación pese a las turbulencias en los mercados. Pese a que una parte de esta crisis viene precipitada por la subida de los tipos de interés, el organismo monetariomantuvo su subida de tipos de interés de medio punto, como ya había avanzado al mercado. Si bien, el viernes reunió por sorpresa al comité de supervisión bancaria para analizar la situación y defendió que no había riesgo de contagio de crisis financiera.

Las autoridades actuaron, pero no se puede decir que los mercados se hayan calmado. Este viernes, la jornada volvió a terminar en rojo. La crisis no se da por terminada por parte de los inversores pese a las llamadas a la calma de los supervisores.

DL