La economía global se frenará más de lo esperado en 2023, un año en el que buena parte del mundo se asomará a la recesión o acabará cayendo en ella, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha rebajado en dos décimas, hasta el 2,7 %, su previsión de crecimiento para el próximo año.
En su informe de perspectivas económicas globales publicado este martes, el FMI mantiene en el 3,2 % su previsión de crecimiento global para este 2022, y advierte de que los riesgos que ya han ralentizado la evolución económica mundial van a persistir y pueden empeorarla.
Según el Fondo, al menos un tercio de las economías mundiales entrarán el año que viene en recesión técnica, es decir, tendrán al menos dos trimestres consecutivos de contracción de su producto interior bruto (PIB).
Y calcula que hay un 25 % de probabilidades de que la situación empeore y el crecimiento global del año que viene no llegue ni siquiera al 2 %, una situación que, a excepción del primer año de pandemia, no se daba desde 2001.
Todo ello en un momento marcado por una elevadísima inflación a nivel mundial que puede traer problemas mayores si no se frena a tiempo. De ahí que el Fondo anime a los bancos centrales a que sigan endureciendo su política monetaria, aunque eso lleve a una inevitable ralentización económica.
LO PEOR ESTÁ POR LLEGAR
“En resumen, lo peor está por llegar, y para mucha gente 2023 se sentirá como una recesión”, llega a decir el director de investigación del FMI, Pierre Olivier Gourinchas, en la introducción de este informe marcado por sus previsiones poco halagüeñas.
La invasión rusa de Ucrania, que sigue “desestabilizando poderosamente” la economía mundial y ha llevado a Europa a una “crisis energética severa”, así como la espiral de inflación en todo el mundo y la ralentización de la economía de China son para el Fondo los factores que están marcando la evolución económica mundial y seguirán haciéndolo en un futuro próximo.
En el caso de las economías avanzadas, el Fondo empeora las previsiones de este año de Estados Unidos (1,6 % de crecimiento frente al 2,3 % pronosticado en julio), pero mantiene las de 2023 (un 1 %), y hace lo contrario en el caso de las principales economías del euro, que se verán especialmente resentidas el año que viene.
La zona euro cerrará este año mejor de lo esperado -con un crecimiento del 3,1 %, medio punto más que en la anterior previsión- gracias a varios factores, entre ellos el mantenimiento de los fondos de recuperación, una política monetaria menos restrictiva y el empuje de dos grandes economías, España e Italia, con sus buenos datos en el sector turístico.
Pero el FMI recalca las “significativas” diferencias entre unos países y otros y la evolución que les espera, y augura un freno mucho mayor para los países más dependientes del gas ruso. Por eso en 2023 la zona euro sólo avanzará el 0,5 %, siete décimas menos que lo que el Fondo calculaba antes.
SI CHINA SE FRENA, EL MUNDO TAMBIÉN
El gigante asiático crecerá el 3,2 % este año y el 4,4 % el que viene, según el FMI, una y dos décimas menos, respectivamente, de lo que calculaba el informe anterior.
Su política de COVID cero y sus continuos cierres han pasado factura al conjunto de su economía, a lo que se añade que sectores clave como el inmobiliario se han “debilitado rápidamente”.
El freno de China está siendo uno de los factores que más afecta al curso económico mundial, sobre todo por los graves problemas que está produciendo en las cadenas de suministro. Algo que, recalca el fondo, seguirá “pesando fuertemente sobre el comercio y la actividad globales”.
Contener gastos y luchar contra inflación, pero sin olvidar a vulnerables
En su informe de perspectivas mundiales, el Fondo dedica un extenso apartado a la inflación y a las medidas para atajarla, y celebra que los bancos centrales estén ya actuando para tratar de contener los precios, mientras pide a todos los países que acompañen con su política fiscal en esta batalla.
Y aunque admite que debe haber medidas para ayudar a los más vulnerables a sobrellevar el encarecimiento de la vida, insiste en el deber de los gobiernos por buscar la consolidación fiscal y por tratar de reducir su déficit público para evitar que su deuda siga creciendo.
El primer objetivo, recalca, es la estabilidad de precios, sin la cual “cualquier beneficio que produzca el crecimiento económico corre el riesgo de verse engullido por el elevado coste de la vida”.
El Fondo da por hecho que contener la inflación tendrá un coste sobre los mercados laborales y los salarios, dado que habrá más desempleo y los sueldos se resentirán a medida que la política monetaria se endurezca.
Por eso, considera que cada país tendrá que tomar medidas dependiendo de sus circunstancias y del tiempo que le vaya costando a cada uno acabar con la elevada inflación.
Mientras dure este ajuste, insiste, hay que “proteger a los más vulnerables”, aunque también considera que se debe “compensar cualquier nuevo aumento de gasto”.
Por ejemplo, reconoce la presión que tendrán muchos gobiernos si tienen que decidir, en un momento como éste, subidas de sueldo de los empleados públicos por encima de la inflación.
“Si no hay contracción fiscal por otro lado, o si hay aumentos de gasto público sin financiación suficiente o bajadas de impuestos, la inflación subirá más y hará más difícil el trabajo de los gobernantes”, avisa el informe.
Además, el FMI se muestra contrario a que se le ponga tope a los precios de los alimentos o la energía, como se está proponiendo en muchos países, una medida que a la larga “beneficia más a los que más consumen que a los que más lo necesitan”.
Con información de EFE.
IG