Los indicadores sociales publicados por el Indec la semana pasada pusieron en evidencia una situación: en la Argentina la pobreza dejó de ser una condición que arrasa solo a las personas desempleadas. Hoy signa la vida de muchos trabajadores y trabajadoras que no alcanzar a cubrir con sus ingresos laborales la canasta básica, aun si se desempeñan en un puesto formal.
Datos construidos por el economista Leopoldo Tornarolli, del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata, permiten ver que desde 2017 el empleo redujo su capacidad de “proteger” a las personas de caer bajo la línea de pobreza. El último número de la serie arroja que casi un tercio de los ocupados argentinos (31,5%) eran pobres en el primer semestre de 2021.
Este dato representa una suba de 5 puntos porcentuales desde finales de 2019 (26,1%), antes de que se iniciara la pandemia de Covid-19. El incremento del procentaje es de casi 10 puntos si se compara contra fines de 2016 (21,7%) y de más de 13 contra el cierre de 2017 (18%), año en que la proporción de argentinos ocupados alcanzó un pico. En otras palabras: hoy, con niveles de empleo similares a los de 2017, tenemos una tasa de pobreza muy superior (37,3% en el segundo semestre de 2021 versus 25,7% en la segunda mitad de 2017).
Para construir estos datos Tornarolli toma la información de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que realiza el Indec e identifica, a nivel individual, quién es pobre y el tipo de relación laboral que reporta.
Dentro del universo de trabajadores, la situación es mejor para quienes tienen un empleo asalariado formal: 17,5% de quienes integran ese segmento es pobre. De todos modos, la tendencia es desfavorable también para ellos, dado que “el porcentaje de asalariados formales pobres tiende a crecer en el tiempo y el empleo formal ya no es una garantía de escapar de la pobreza”, según Tornarolli.
La peor parte se la llevan los asalariados informales y los cuentapropistas que no completaron estudios terciarios o universitarios. Más de la mitad de quienes trabajan “en negro” eran pobres en el primer semestre de 2021 (50,6%), al igual que los cuentapropistas no profesionales (54,3%).
Detrás de esta situación está el efecto de varios años continuos de una inflación muy alta, con picos por encima del 50% anual, lo que generó un deterioro del poder adquisitivo de los ingresos. Para Pablo Chena, doctor en economía y director nacional de Economía Social y Desarrollo Local en el Ministerio de Desarrollo Social, el fenómeno se explica por el proceso de precarización del trabajo de los últimos años, en el que el empleo registrado privado se redujo al tiempo que crecieron los monotributistas y el empleo en el sector público. “Cayó el empleo que tiene mejores instrumentos para pelear contra la inflación y aumentaron los que tienen menos defensa -precisó-. A eso hay que sumarle que entre febrero 2018 y febrero 2021 la inflación en alimentos sumó 246% y la inflación general, 222%”.
DT/CC