Entrevista

Alejandro Hartmann, director de “Los hermanos Menéndez”: el argentino que se convirtió en rey del true crime en Netflix

Alejandro Hartmann comenzó dirigiendo en la década de 1990 videoclips de bandas como Illya Kuryaki & The Valderramas y Los Piojos, y continuó su carrera entre la ficción (“Clon”), el documental (“AU3: Autopista Central”, “Reset: Volver a empezar”, “El Nacional”, “Un día en movimiento”) y la TV (“Todos contra Juan”)

Sin embargo, a los 51 años, este cineasta formado en la ENERC (la escuela dependiente del INCAA) se ha consolidado como uno de los máximos referentes del fenómeno conocido a nivel global como true crime stories (historias basadas en impactantes casos reales de la crónica policial): filmó “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?” (Netflix), “El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas” (Netflix), “Nahir, el secreto de un crimen” (Amazon Prime Video) y ahora dio el gran salto a Hollywood con “Los hermanos Menéndez”, que por estos días se ubica entre las películas más vistas en Netflix.

Tras el reciente estreno en la N roja de la serie de ficción “Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menendez”, producida por el cotizado showrunner Ryan Murphy, la misma plataforma lanzó el lunes úlitmo el documental dirigido por Hartmann que tiene como principal hallazgo un reciente y minucioso testimonio de ambos hermanos, condenados en 1996 a cadena perpetua por haber asesinado a sus padres, los multimillonarios José y Mary Louise “Kitty” Menéndez, el 20 de agosto de 1989 en la mansión familiar de Beverly Hills. El impacto que generaron estas declaraciones desde la prisión de Lyle y Erik (hoy de 56 y 53 años, respectivamente), con detalles de los constantes y extremos abusos que sufrieron desde la infancia, generó una campaña pública exigiendo un nuevo juicio y que figuras como Kim Kardashian pidieran su inmediata liberación.

ElDiarioAr dialogó con el prolífico Hartmann (ya está preparando un nuevo rodaje) sobre su trabajo en “Los hermanos Menéndez”, el boom mundial del true crime y la crítica situación de la industria audiovisual argentina.

—¿Cómo fue que te llamaron para una producción de estas dimensiones? Imagino que habrán visto tu trabajo en true crime Stories argentinas...

—Tal cual. Yo estaba terminando el montaje de “El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas” y un día recibí un e-mail misterioso de una productora del exterior. La busqué en Google y me dije: “Esto es medio de Hollywood”, porque tenían hechas muchas películas de ficción y sobre todo documentales. Entonces tuve un call con ellos y ahí me enteré de que les había gustado mucho “Carmel: ¿Quién mató a María Marta? Yo tenía información de que esa serie se había visto bastante en los Estados Unidos, pero nunca supuse que le iba a interesar a una productora donde casi no hay latinos (solo una argentina que luego participó en la producción). No sé por qué pero les pareció novedosa y ya en ese primer encuentro me hablaron de los hermanos Menéndez, que yo ni siquiera tenía en mente. Busqué en Internet y me acordé un poco del caso, porque yo había vivido en 1991 en los Estados Unidos durante un fallido experimento familiar. Me interesó, entre otras cosas, porque se parecía un poco al caso de Pablo y Sergio Shocklender y porque quería hacer una experiencia así, no solo por lo económico sino también por el desafío profesional. Que te convoque una productora grande de Los Ángeles es un poco el sueño del pibe.

—¿Cómo fue trabajar con una historia tan fuerte para la sociedad estadounidense siendo extranjero?

—Para ellos es la historia más famosa después de la de O.J. Simpson y, como es previa, durante mucho tiempo fue la de mayor cobertura mediática y la que más dividió a la sociedad norteamericana. Es un caso que tiene de todo: esa cosa un poco propia de la mitología griega, desde el crimen hasta el abuso, toda esa cuestión incestuosa... A mi me interesa Estados Unidos porque viví un tiempito allí y fui muchas veces a trabajar o a visitar familiares. Tengo una mirada crítica pero creo entender algunas particularidades de su idiosincrasia. No sé si después quedaron reflejadas en el documental porque es difícil colar ciertas cosas en el sistema de producción que tienen. Otro desafío era aportar algo nuevo porque ya había otros 10 documentales sobre el caso y y desde que yo empecé a hacer este salieron como dos o tres más sobre el mismo tema.

—¿Incidió que fueras un director latino para que te eligieran?

—Les gustó “Carmel...” por su forma de abordar el true crime pero también por la mirada un poco irónica, diría que muy argentina, eso de sufrir y a la vez reírnos de la realidad. Contra todos los prejuicios, les gustó que no fuese estadounidense y que no supiera mucho del tema porque no tenía una mirada sesgada ni condicionada. A Netflix le pareció bien mi nombre y eso después también abrió las puertas para que los hermanos Menéndez finalmente accedieran a hablar.

—¿Se trabajó de forma muy diferente respecto de tus experiencias en proyectos similares en Argentina?

—Sí, y por montones de motivos. Ya desde el inicio en todo lo que ellos llaman non-scripted, o sea no guionado, no tienen la figura del guionista, no hacen esa suerte de guion imaginario con el que se trabaja en Argentina y varias otras partes, y que es algo que tomé en su momento del chileno Patricio Guzmán. Ellos tienen lo que se llama Story Producers, que trabajan con un proceso que es casi el opuesto al de acá. Yo propuse sumar a dos de los guionistas de “Carmel”, Lucas Bucci y Tomás Sposato, y trabajamos en la investigación y en un guion que igual después no se usó demasiado, pero que sí me ayudó mucho con los cuestionarios y para el primer corte. También trabajó un tiempo el editor Alejandro Parysow. Después cambió mucho porque obviamente el sistema norteamericano es distinto y en los siguientes cortes intervienen más los productores.

—Vos provenís de un documental si se quiere más independiente, personal o autoral, pero ahora te estás especializando en un fenómeno global como el de las true crime stories. ¿Cómo vivis este boom a nivel íntimo y a nivel industrial?

—Sí, yo vengo de una cosa más indie, a la que sigo adorando y espero poder seguir haciendo documentales así, con muchísima libertad. No es que no la haya tenido en los proyectos para plataformas, porque en Argentina tuve mucho control, pero en este último fue el que mayor incidencia tuvieron los productores por obvios motivos y también por la barrera idiomática. Muchos documentales que hice no surgieron de mí, pero tengo la capacidad de apropiarme de los temas. No siento mucha presión, entiendo dónde ubicarme, sé adaptarme y siempre pienso en el público. Tampoco quiero quedar preso del true crime porque me interesan muchas otras temáticas y enfoques, pero entiendo que me especialicé y me llaman para eso. Si la historia es interesante y siento que puedo aportar mi mirada sobre algunas problemáticas, me sumo. Es un fenómeno de enorme popularidad y que las plataformas están explotando en toda su dimensión.

—Entiendo que los nuevos testimonios de los hermanos Menéndez están generando mucha polémica porque se ve como un intento de cambiar la perspectiva con que fueron juzgados ¿Cómo te llevás con la idea de que un documental pueda cambiar el curso de un caso en la Justicia? 

—Uno tiene que ser muy cuidadoso con eso porque nosotros no somos investigadores ni abogados ni jueces. Tenemos un poder muy grande a la hora de manipular los discursos porque nosotros editamos. Yo tenía 20 horas de entrevistas con los hermanos y el documental no dura ni dos horas, de las cuales solo algunos momentos son con los Menéndez hablando. La gente puede hacerse a veces ideas erradas respecto a nuestra función, pero también es cierto que hay documentales emblemáticos que han cambiado el rumbo de los casos, como pasó con “The Jinx” o “The Thin Blue Line”. Ese no es mi objetivo sino contar una buena historia y lo que genera a nivel social. Si yo tuviera una prueba iría primero iría a la Justicia en vez de guardármela para mi documental porque antes que cineasta soy un ciudadano. En este documental fuimos muy respetuosos con los pedidos de los hermanos porque de alguna manera, 30 años después, la causa sigue abierta. Nunca el punto fue si son culpables o inocentes (es obvio que son culpables de haber matado a sus padres y merecían algún tipo de condena), pero estuvieron ya 30 años en la cárcel con lo cual uno podría preguntarse si no fue suficiente y más teniendo en cuenta los abusos severos que sufrieron por parte de su padre y en más de un sentido también de su madre.

—Teniendo en cuenta tu continuidad y crecimiento laboral, me gustaría pedirte una reflexión sobre el estado de las cosas en la industria audiovisual argentina. Porque quizás hoy vos y todos los que están trabajando con los gigantes del streaming son unos “privilegiados”, pero para el resto de documentalistas y los directores de ficción casi no hay trabajo.

—Es un tema muy importante para mí y trato de hablar todo lo que puedo sobre eso. Es lamentable lo que está sucediendo a nivel de política audiovisual y de política en general porque no es solo el desprecio a la cultura, también están desfinanciando a los hospitales, a la universidad pública, a la asistencia social. Me resulta patético, doloroso e injurioso el enfoque hacia el cine que ha dejado a un montón de colegas sin trabajo. Y no me refiero solamente a directores y productores sino a miles de técnicos que viven en el día a día. Teníamos un sistema muy virtuoso, que se podía discutir para mejorarlo, para ver cómo llegar a más público, pero lo único que querían era arrasarlo. Si a mi me contrataron de Netflix, de los Estados Unidos, es porque antes hice documentales financiados por el INCAA, por Encuentro. También trabajé para Pol-ka, en publicidad, así que uno se mueve sin prejuicios entre el sector público y el privado. Pero es ridículo que se apunte a desfinanciar al INCAA y a los medios públicos, fundamentales para que muchos artistas inicien sus carreras. Yo me formé en una primaria pública, en un colegio universitario como el Buenos Aires, luego en la ENERC, di clases en la UBA y en la ENERC durante muchísimos años. Fui formado y luego formé a otros jóvenes en la educación pública. Todo lo que está pasando genera bronca y pena. Hay una industria armada y llena de talento que está siendo destruida.

DB/JJD