Raíces Entrevista

Inés Cuello y la deconstrucción de la femme fatale del tango

Ya recorrió medio mundo y cantó en el Teatro Colón. La música, el tango en concreto, le abrió un abanico enorme de posibilidades a la bonaerense Inés Cuello. Pero también la confinó a un determinado rol, el típico de la femme fatale de la música porteña, que ahora poco a poco intenta desmontar.

En ese camino, esta cantante increíblemente versátil, fuerte y decidida, pasó a cantar como invitada del quinteto instrumental La Grela, integró el grupo vocal Santaires y estuvo todo el año pasado presentando el espectáculo Mi ciudad y mi gente acompañada del pianista Pablo Fraguela. En algún momento, quedó claro que ese show tenía destino de disco y este martes 21 de marzo lo presentará en vivo en el Teatro Picadero.

Cuello, de 34 años, lleva cantando tangos desde el jardín de infantes. Nació en Carlos Tejedor, se crió en Bragado y desde 2007 vive en la ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, hizo un recorrido tan intenso que ya tiene varias giras internacionales a sus espaldas y hasta se presentó dos veces en el Teatro Colón: como invitada del espectáculo Gardel Sinfónico de Ariel Ardit en 2018 y junto al quinteto La Grela en un homenaje a Astor Piazzolla en el centenario de su nacimiento en 2022.

En una charla con elDiarioAR, Inés habla de su búsqueda personal actual, de las dificultades que enfrentan las mujeres en la música ciudadana actual, del disco nuevo, claro, y de muchas cosas más.

-¿Cómo empezaste en la música?

-En mi casa siempre se escuchó muchísima música. Unas mezclas extrañas: Silvio Rodríguez, Pink Floyd, la Negra Sosa. Mis viejos escuchaban música todo el tiempo. Pero no hay músicos en mi familia. Entonces como que apareció ahí solita la inquietud. Por ejemplo, el primer tango lo canté en el coro del jardín de infantes. Ya desde ahí sufriendo (risas). Creo que el gancho con la música en mi infancia fue María Elena Walsh, sus canciones y la fascinación que me generaba toda esa variedad de músicas que ella componía para las letras infantiles, que eran músicas de todo género habido y por haber. Me impactó mucho en esa etapa la música como un modo de expresión. Yo nací en Carlos Tejedor, un pueblito de la provincia de Buenos Aires. En el 96 mi familia se mudó a Bragado. Ahí hice toda la primaria y todo el secundario. Y a los 17 me vine a Buenos Aires. Lo del jardín fue en Tejedor y ya en Bragado empecé a ir a guitarra, a cantar a la casa de un profe y no hacía casi actividades de los pibes de mi edad. O sea, salía al boliche a bailar muy poco. Para mí, la diversión estaba en las juntadas a tocar. Y tenía un grupo vocal. Fue como muy marcado desde muy chica aunque no tenía familiares que hacían música.

- ¿Y tenías claro que querías cantar?

-Empecé a verlo cada vez con más claridad pero en principio mi decisión de venirme a cantar tenía mucho que ver con las ganas de emanciparme. Es muy común en el interior esto de terminar de estudiar y venirse a Buenos Aires a hacer algo, a estudiar. Y yo iba a estudiar bioquímica. Nada que ver. O sea, quería cantar, pero viste esto del estudio formal, de la carrera. Empecé a trabajar. Cuando estaba en Bragado mandé mails a todas las casas de tango que encontré. No tenía ni idea de lo que era una casa de tango, pero sabía que había un rol para cantante mujer. Y audicioné en el único lugar del que me respondieron y ahí quedé laburando de lunes a lunes por un montón de tiempo. Y bioquímica empecé pero creo que al mes la largué.

-¿Cómo te formaste? ¿Estudiaste música formalmente?

-No, siempre con profes particulares. Durante los últimos dos o tres años de mi secundario en Bragado viajaba acá a Buenos Aires una vez por semana. Salía del colegio a la una de la tarde, pasaba a buscarme una trafic, me bajaba en Puente Saavedra, iba a lo de una profe de canto lírico -Liliana Invernizio se llama-, terminaba la clase de una hora, me venía al centro a Uriburu y Santa Fe y de ahí salía la trafic que me llevaba a mi casa. Llegaba a las once de la noche. Una travesía... Y eso lo hice una vez por semana durante casi tres años. Después acá en Buenos Aires estudié con distintas profesoras mucho canto lírico. Hice algo de canto popular, de repertorio, pero muy poquitito. Casi todo ese trabajo lo vengo haciendo sola. Y estudié un poco de armonía, un poco de lenguaje musical, pero siempre con profes. No tengo formación formal, digamos. 

- Y te decantaste por el tango, aunque también hacés folklore. ¿Fue una elección o te tocó el tango cuando viniste a Buenos Aires?

-El tango me flechó mucho cuando era adolescente. No entendía nada de lo que las letras decían. No sabía qué era el desamor, la nostalgia. No tenía ni idea de nada de eso. Pero había algo en esa cosa tan temperamental que tiene y con tanto campo escénico, aparte. Me gustaba mucho esto de interpretar, de armar versiones, pasar esas versiones por el cuerpo y transmitir emociones. Y después un poco lo que vos decís. Entré a trabajar como cantante de tango en una casa de tango en un rol muy estereotipado. Yo fui a audicionar con un jean, alpargatas, campechana total, y una remera de morley blanca, me acuerdo. Y, bueno, me tomaron. No tenía idea de cómo tenía que maquillarme -era maquillaje teatral, prácticamente-, no sabía caminar en tacos, no tenía vestuario, no tenía nada. Entonces fui como de a poquito adoptando el rol que se me pedía, que es este de la femme fatale, súper seductora, un poco arrabalera también, como que está de vuelta en la vida. Pero no había nada de todo eso. Y, bueno, hace ya como seis o siete años que vengo trabajando un montón para quitarme de encima todo eso y ser un poco más honesta y elegir el repertorio. Porque esa es otra. Las casas de tango te dicen: cantá esto. Y son los mismos cinco temas todo el año, todos los años que trabajes ahí, todas las noches que trabajes ahí. Y quiero poder elegir el repertorio, ver qué quiero cantar, de quién, a quién quiero grabarle cosas. El disco tiene un montón de músicas de compositoras mujeres y autoras mujeres. También qué clásicos quiero seguir cantando y cuáles ya no.

-Con el tango viajaste por todo el mundo, cantaste en el Colón, se te dio todo lo que se te podía dar. ¿Lo disfrutaste?

-Lo disfruté un montón. No me quejo de todo esto que te digo de este rol que habité y que hoy estoy intentando desarmar. El tango me dio la posibilidad de subirme a un escenario durante todos los días de mi vida durante diez años. De lunes a lunes pisaba el escenario y cantaba para alguien. No me entendían, porque era toda gente de afuera, turistas. Y al mismo tiempo eso me daba una libertad de crecer mientras tanto y de probar cosas y de jugar en el escenario. Me dio un piso escénico muy grande. A la vez, se dieron un montón de giras. El tango tiene un recibimiento increíble en el mundo y pude viajar muchísimo. Siempre adentro de este sistema, porque eran todos shows donde si cantaba yo o cantaba otra cantante no había mucha diferencia. No es que era un espectáculo donde convocaba mi nombre o yo por lo que hacía, sino que era un rol que cubría. Pero no reniego en lo más mínimo. Estoy enormemente agradecida con el tango. Y me gusta poder seguir eligiéndolo, desde otro lugar hoy.

-Entonces lo que hacés con La Grela o lo que hacías con Santaires forma parte de esa búsqueda.

-Exactamente. Con La Grela me encuentro hace unos seis, siete años. Ellos me invitaron a grabar un disco y elegimos dos temas de Gardel, porque se dio así. Y después nos gustó cómo había quedado y dijimos: hay que hacer un disco de esto. Grabamos un disco en conjunto, todos los temas cantados, aunque ellos son un quinteto instrumental. Y ahí arrancó el camino y ahora tenemos otro disco por salir, donde soy cantante invitada de nuevo porque hicieron Piazzolla, es un disco piazzolliano, y canto la mitad de los temas. Y en Santaires ya no estoy, pero tengo ahí el corazón activo con ellos. Crecí escuchando Santaires toda la adolescencia y cuando me invitaron a ser parte fue increíble. Tuve que dejar porque no me daba el tiempo. Estar en un grupo vocal implica muchísimo ensayo, mucho trabajo y mucho compromiso. O sea, no puedo faltar a un concierto. En cambio, con La Grela ellos pueden llamar a otra cantante.  

-Entonces hiciste este espectáculo con Pablo Fraguela. ¿Siempre pensaron que iba a ser un disco?

-No, no. Estábamos por terminar el año pasado y me di cuenta, nos dimos cuenta, que no teníamos material para mostrar juntos. Yo tenía mis discos, teníamos el disco con La Grela, que lo compartimos porque él dirige La Grela, pero queríamos ilustrar o mandar a radios para promocionar el concierto que veníamos haciendo y no teníamos material. Entonces al final del año dijimos: hagamos un disco. No teníamos un peso, no teníamos recursos para nada. Así que salimos a pedirle plata a la gente que nos seguía, hicimos una campaña de financiamiento colectivo, y desde que la sacamos hasta que entramos al estudio, porque habíamos conseguido la plata, pasaron 15 días. Así que fue súper rápido. Muy acertada la decisión de hacerlo. Y acá estamos.

-¿Y cómo elegiste las canciones?

-Los temas son un poco la depuración del concierto. Fuimos probando a lo largo de todo el año varios temas cómo funcionaban en sí, cómo rendían para un concierto. Algunos quedaron en el camino. Otros se sumaron. Y al momento de hacer el disco yo quería hacer diez temas, que es un recorte del 50% del concierto. Y ahí me senté frente al papel en blanco y dije: ¿con qué me quedo de todo esto? ¿Qué me resulta imprescindible? Me resulta imprescindible Eladia (Blázquez). Hay dos tangos de ella, hay dos canciones de María Elena Walsh, que también me parecía esencial, porque era un poco este sinceramiento de quién soy, qué quiero cantar, y ella tenía este lugar súper importante en mi historia como intérprete. Dejé dos tangos clásicos, dos tangos nuevos. Me pareció también súper importante incluir repertorio nuevo, del cual uno, 'La negadora', ya estaba en el repertorio del concierto, pero 'Un patio', que es el tema de Ramiro Gallo, lo incluímos para el disco y la versión que está es la única. No hubo ni siquiera ensayo previo. Lo que suena en el disco es el primer encuentro tocando Pablo y cantando yo. Y el folklore tenía que estar también. Entonces hay dos temas folklóricos: la chacarera del (Carlos) Negro Aguirre, que la veníamos haciendo en el concierto, y que cuando el Negro me llama durante la campaña de financiamiento, me invita a que el disco forme parte del sello Shagrada Medra, le dije que sí y que por favor viniera a poner la voz o lo que quiera. Y ahí está. Y una zamba que estrenamos en este disco que es de Pablo Fraguela, 'Cuando florezca el abrazo', a la cual invitamos a cantar a Flor Bobadilla Oliva. Para mí, son cinco pares: dos de María Elena, dos de Eladia, dos clásicos, dos tangos nuevos y dos folklóricos.

-¿Y qué dificultades te encontraste para hacer música siendo mujer en esta ciudad, este contexto?

-He pasado por ejemplo por la situación de trabajar en todos estos espectáculos y enterarme un tiempo después que cobraba un 30% menos que el hombre que tenía la misma experiencia que yo y que cantaba la misma cantidad de repertorio que yo. Me pasa también que hay entidades, orquestas, espacios que solamente tienen rol de cantante masculino y que cuesta bastante entrar. O, lo mismo, el oído abierto de productores o de músicos directores de agrupaciones que se presten siquiera a escuchar tu laburo para después decidir si quieren o no invitarte o sumarte. Está bastante sesgado todavía. Hay una gran parte del público que escucha tango que todavía cree que el tango tiene que ser cantado por hombres. O me han dicho la frase, por ejemplo: “Para ser una mujer cantás bastante bien”. Más de una vez la he recibido. 

-En cuanto al repertorio, ¿se están generando tangos nuevos? ¿Hay mujeres componiendo?

-Tienen menos lugar, entonces se conoce menos, se difunde menos. Hay un montón de mujeres escribiendo. Cumplí años hace poquito y me regalaron un libro con las escritoras actuales, un compendio muy bueno. He tenido discusiones, por ejemplo, respecto al tema del cupo femenino en los escenarios. Tengo una opinión que no es la de la mayoría de las que han propulsado esta ley, con la cual estoy muy de acuerdo, pero creo que sobre todo las oportunidades tienen que estar desde la formación. Pasa naturalmente que no hay el mismo nivel muchas veces de mujeres. O sea, sí, hay, pero en muchísima menos proporción. Grandes bandoneonistas mujeres hay capaz que cinco. Y hombres hay 37, 40. ¿A qué se debe eso? A que no tuvieron las mismas oportunidades. Hay muchas mujeres dedicándose, pero es necesario apuntar a que todo el proceso tenga ese nivel de oportunidades para que podamos ocupar los espacios y estar al mismo nivel. Creo que en la escritura sí pasa un poco eso también. Igual en este momento hay muchas más mujeres que hombres escribiendo. El tema es que no tiene trascendencia ese repertorio. Pero se está haciendo mucho. Todavía hay que laburar un montón para equiparar oportunidades.

-¿Cuáles son tus planes para este año?

-El disco es una gran inversión. Es como una foto del momento en el que estás, muy necesaria para dar a conocer tu trabajo. Y en ese sentido está funcionando muy bien y es un generador de laburo también. Me permite llegar a más gente. Mi intención un poco con este disco es también apuntar a cantar mucho más en el interior del país, ir más a las provincias. De hecho, vamos a ir a Neuquén y a Río Negro inmediatamente después de la presentación aquí en Buenos Aires. Y hay planes de ir a Cuyo, al Norte. Y para finales de este año, ya fuera de lo que es el disco, tengo programada una temporada de María de Buenos Aires (espectáculo teatral de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla) en el Gran Teatro de Ginebra, que es increíble. Voy a ser la única argentina, junto con el director musical. Los tres personajes protagónicos de María de Buenos Aires van a ser tres mujeres a diferencia de lo que se suele hacer, porque originalmente son dos hombres y una mujer. Así que tengo ahí ese horizonte que me genera mucha expectativa y mucha alegría. 

-¿Y cómo te ves en un futuro más lejano? ¿Qué sueños tenés?

-Poder vivir de la música. En este momento, si bien laburo con la música, mi mayor ingreso es la docencia. Tengo la esperanza de que las oportunidades aparezcan como para poder dedicarme también de lleno a eso y no tener que partir mi tiempo y hacer otras cosas que me permitan sostenerme económicamente. Me encantaría eso para mí y para todas mis colegas. No es un deseo personal sino que de verdad deseo que la música se transforme en un posible medio de vida para que podamos dedicarle el tiempo que merece y que necesita. Y, después, seguir recorriendo el país. Si se siguen abriendo las puertas del mundo, genial, porque me encanta, pero, sobre todo, me gustaría viajar por el interior de Argentina, poder recorrer la mayor cantidad de pueblos y compartir con la gente de acá.

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

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