La cantante argentina de jazz Roxana Amed vive en Estados Unidos desde hace una década. Allá se empapó de música, siguió estudiando, creció y se convirtió en figura. Pero siempre buscó conscientemente aportar su bagaje latinoamericano a lo que hace.
Así fue con Ontology, su primer disco grabado en ese país, con el que pasó a la historia el año pasado por ser la primera mujer en alzarse con el Premio Gardel al Mejor Álbum de Jazz (también tuvo dos nominaciones a los Grammy latinos), con Unánime, su segundo álbum allá, con invitados de lujo, que también estuvo nominado a los Gardel, y ahora con Los trabajos y las noches, obra que grabó junto al finlandés Frank Carlberg sobre poemas de Alejandra Pizarnik.
Este último disco, disponible en todas las plataformas desde hoy, tiene una precuela del año 2012, cuando publicó un primer álbum sobre la obra de la poetisa argentina llamado La sombra de su sombra. Entonces todavía vivía en Argentina. La mudanza a Miami en 2013 y todos el proceso de adaptación que conlleva un cambio de país demoraron hasta ahora la salida de la segunda parte.
En una charla con elDiarioAR durante una breve visita a Buenos Aires, Amed contó que conoció a Carlberg en 2010 en el Festival de Jazz de Buenos Aires y le encantó su música. El finlandés residente en Nueva York es compositor y docente del New England Conservatory de Boston. “Maestro de casi todos los jóvenes compositores que andan abriendo caminos por el mundo”, explica la cantante, que al enterarse de que trabajaba con poesía le acercó la obra de Pizarnik.
Eso fue en noviembre de aquel 2010. En marzo, la argentina fue a visitar a Nueva York a Carlberg y a su mujer, la cantante Christine Correa. “Y me sorprende con seis piezas de Alejandra Pizarnik que había compuesto para mí. Sentí que esa era la música para esas palabras, que me resultaba muy natural poder defenderlas desde la melodía, no solamente desde la voz hablada”.
Amed estudió Letras e hizo un postgrado en literatura contemporánea en lengua española. “Por eso, mi relación con la poesía también es técnica, por decirlo de algún modo. No solamente de disfrute de la literatura. Entonces le presté atención técnicamente y me pareció que combinar el jazz y eso era perfecto. Hicimos ese primer disco en dúo, con Christine de invitada. Pero él siguió componiendo”.
Compuso obras para quinteto, pero la mudanza de Amed dejó todo en stand by. No fue hasta el año pasado que la cantante le escribió a Carlberg y le propuso “vamos a grabar”, sin saber que se cumplían justo 50 años del fallecimiento de Pizarnik. “Es una forma de darle visibilidad a su trabajo, aunque la conoce y la quiere mucha gente en los lugares más raros del mundo”. En dos días de estudio, estaba listo el disco, cuyas once canciones se pueden disfrutar desde hoy.
Amed es una estudiosa y trabajadora incansable. Su traslado a Estados Unidos la confrontó más con la importancia del ritmo en la música. “El ritmo en general se volvió una de las cosas más, de algún modo, condicionantes para una buena performance. Para mí, digo. Para muchas personas en el mundo siempre lo fue. Pero los cantantes nunca conectamos tanto con el ritmo como con las melodías. Siempre la palabra y la melodía es lo primero a lo que le damos bolilla y el ritmo viene después. Incluso en todo nuestro entrenamiento vocal hacemos ejercicios para afinar, para cambiar de registro, etc. Nunca para hacer rítmicas. Eso es algo que empecé a incorporar con los años en mis clases porque dije: la cosa está ahí”.
“Si vos cantás jazz o una chacarera o tango o lo que fuere, el ritmo es algo que tiene como el ADN del género mucho más dramática y profundamente que las melodías, que también. Hay melodías que son propias de la bossa nova, etc, pero es un poquito más flexible. El ritmo no. Entonces eso pone un poco en evidencia cómo te llevás no solamente con la parte musical rítmica sino con la parte lingüística también. El inglés, y el inglés vinculado con el jazz, yo sentí, descubrí que necesitaba poder encontrar la forma de articularlo, de pronunciarlo, empezando por colocarlo y tener lugar en donde iluminar el ritmo”, explicó.
En el jazz este cometido es especialmente complicado. “El jazz, por la improvisación y por lo ambicioso de las melodías, muchas de las cuales están inspiradas en melodías de instrumentos, no siempre es vocal friendly ni algo que naturalmente se canta. Nosotros, sobre todos los cantantes de jazz, tenemos que ir habilitando el instrumento para siempre poder pegar el salto que queremos pegar. Yo no creo haber tenido problemas rítmicos en mi vida, pero de pronto sentí que había que prestarle atención a eso y había que enseñarlo y estudiarlo más”.
Cuando se fue a Estados Unidos por una propuesta laboral a su marido, Amed tuvo que empezar prácticamente de cero. Contactó a los músicos que le interesaban y armó una banda, que es la misma con la que sigue tocando hoy. “Todos se coparon con la idea y empezamos a trabajar juntos en una música que tenía mucho de argentino, como sigue teniendo y como no va a dejar de tener nunca, y que era nueva para ellos”.
El toque argentino, de hecho, está en todo lo que hace. “Hoy en día todos han adquirido un montón de cosas del ritmo argentino, de los estilos argentinos, del castellano también. Es lindo eso porque me llevo un poco de la Argentina para otros lados. Siento que a veces está tan contaminado el circuito latino, de música pobre, de algo con un contenido verbal sin demasiada sofisticación, que pareciera que lo latino es lo más berreta que hay en el mundo. Sobre todo en Estados Unidos. Entonces me lo tomé como una empresa personal la de decir no, no, no, no. Nosotros tenemos lingüísticamente un capital maravilloso para compartir que no es el lenguaje funcional que usan muchos de los hispanoparlantes que viven en Estados Unidos para pedir algo, para comunicarse con su familia”.
Sobre Unánime, su aclamado segundo disco grabado en Estados Unidos (acá lo comentó en este diario el crítico Diego Fischerman), relató que buscó a los invitados con intenciones muy precisas. El disco, publicado en 2022, cuenta con la participación de artistas de América Latina y España como Chucho Valdés (Cuba), Pedro Aznar (Argentina), Niño Josele (España), Chico Pinheiro (Brasil), Julio Reyes Copello (Colombia), Tony Succar (Perú) y Linda Briceño (Venezuela). El repertorio recorre obras de autores diversos, desde Miles Davis hasta Luis Alberto Spinetta, pasando por Egberto Gismonti y la propia Amed, que también es compositora (y productora y docente).
Buscó, en principio, mostrar lo latino, pero no desde lo caribeño, que es lo más habitual en el jazz. “Y lo que hay de caribeño quise que fuera con el número uno, Chucho Valdés, y pedirle que en lugar de hacer música de él, o sea, contemporánea cubana o latin jazz, buscara composiciones clásicas cubanas para piano, que es lo que hicimos: dos piezas de Ignacio Cervantes”.
Con “igual criterio de rareza” eligió a los otros invitados. Por ejemplo, al colombiano para Colombia, yo no lo conocía pero tenía acceso al vivir en la misma ciudad, a Julio Reyes Copello, un productor de pop de primer nivel, que ella sabía que tenía obras contemporáneas interesantes. Grabaron una suite para flauta, piano y voz. “Fue dificilísimo, en todo sentido, melódicamente, el registro, todo un desafío. Pero siento que tiene estructuras rítmicas de Colombia y que además es la voz de una persona que a lo mejor no es conocida por eso. Es conocida por otras cosas. Es una persona muy importante en el mundo latino. Y dije: estaría bueno que la gente sepa más de lo que toca en el piano clásico y de lo que compone”.
A la trompetista venezolana Linda Briceño también buscó mostrarla desde una perspectiva menos conocida. “Un día vi que además cantaba. Una voz divina. Entonces le dije: che, ¿te animás? Quiero que toques la trompeta y que cantes. Y elijamos una canción que sea de tu historia folklórica o tradicional venezolana”.
Con su segunda nominación al Gardel, puede decirse que Amed sí es profeta en su tierra. “Siempre me sentí bien tratada. No hago una música para todos. Ese es otro tema largo de conversación: si el artista tiene la responsabilidad de ser universal o no. Yo creo que uno hace lo que puede y a veces no es para todos. Y así fue un poco hasta que me fui. Y después, siempre, cada vez que volví, fue hermoso. Conciertos lindos y llenos. Me queda pendiente poder traer a los músicos con los que toco allá acá para unir los dos mundos. Y que ellos también conozcan de dónde vengo y de dónde viene toda esta locura que tiene el argentino en el momento de producir o de combinar músicas o de componer”.
Además de cantar, su pasión es la docencia. “Siempre digo: la mejor forma de aprender es enseñar. A mí me gusta estudiar, me gusta aprender, me gusta además compartir y ver cómo la gente descubre cosas. Eso es un privilegio del docente. Es vida nueva todo el tiempo. Todos pueden encontrar algo para florecer. No todo el mundo tiene que ser el número uno. Los maestros tenemos que saber que no todos tienen que encontrar la música del mismo modo que uno, pero que si vos decidís compartir la música con alguien, tenés la obligación de que esa persona de algún modo descubra su voz como músico. Es un trabajo exigente. Lo vengo haciendo muy apasionadamente hace muchos años. Y me hace bien. Me conecta con algo bueno mío”.
A lo largo de su carrera, Amed vivió en carne propia la transformación del papel de la mujer en el mundo del jazz. “Hace muchos años cuando yo era jovencita y empecé, por la música que hacía en general tocaba con hombres más grandes. Y ninguno sabía muy bien cómo relacionarse. O te querían proteger o algo más... Pero tratarte como igual, no. Cuando demostrabas que eras música, que eras formada, que sabías, les resultaba un poco más fácil”.
“Creo que esa figura masculina -estoy hablando de hombres que entonces tenían entre 30 y 60- tuvo que cambiar mucho y creo que muchos no sobrevivieron al intento (risas) y muchos siguen muy preocupados por cómo tienen que tratar a una mujer. Están muy confundidos. Y eso creo que tenemos que trabajarlo ambas partes, al margen del desempeño de género que vos hagas. Esto le pasa a una mujer hétero y a una mujer gay. No tiene que ver con que haya una relación de atracción de géneros opuestos”, añade.
“En el jazz empezó a haber mujeres más jóvenes abordando instrumentos, no solamente cantantes, no hace mucho. Te diría que en los últimos diez años empezó a cambiar. Y ahora empezaron a ser figuras a la par. También nosotras enfrentamos este desafío de que por ser mujer no quiere decir que ya te merezcas el aplauso. A lo mejor algunas se pueden haber sentido cómodas en ese rol de 'ya está, como soy mujer me van a bancar un poco más solo por el esfuerzo que hice para llegar hasta acá'. Pero la mayoría estamos tratando de decir: 'quiero llegar al máximo de lo que tenga para dar'”.
Ser mujer implica también todavía ocuparse más del aspecto físico que los hombres. “Yo hago una música compleja en el escenario. Mi cabeza está puesta en eso, pero le tengo que dedicar un tiempo a qué vestido me voy a poner, porque no quiero olvidarme completamente de esa parte. Me quiero divertir con eso. Pero en general no llego. Y después lo lamento. Los hombres van, se cambian el pantalón y la camisa y ya está. Y nosotras estamos que el taco, que el maquillaje, que el pelo. Y no es una frivolidad, es parte de la elegancia y de la belleza de nuestro género. Pero a mí en general no me alcanza la cabeza para explotarlo”.
Por suerte, la situación fue mejorando. “Los hombres contemporáneos, de 40 para abajo, definitivamente están mucho más cómodos con las mujeres, les gusta tocar con mujeres, no evalúan a las mujeres, no especulan con obtener algún beneficio por tener a una mujer en su banda ni necesitan halagarla de más para compensar que es una mujer. Todo ese lío se está yendo. Pero no es fácil. Fijate que en 19 años de categoría de jazz en los premios Gardel hubo solo algunas nominaciones a mujeres. Algo no está todavía del todo cocinado”.
Una vez publicado Los trabajos y las noches, Amed se abocará ahora de pleno a un nuevo proyecto: componer música para una beca que ganó de la fundación Chamber Music America. “Es una beca que han obtenido grandes músicos y pocas cantantes. Y es un desafío para nosotros. Tengo que sacar un disco que tendría que haber salido el año pasado. Son casi todas composiciones mías y que vamos a terminar de armar entre dos o tres de los miembros de la banda. Tengo pocos meses para terminar. Eso me tiene un poquito estresada, pero dicen que para los proyectos hay que tener inspiración y poco tiempo. Así que si es por eso debería salir bien”.
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