Laura, la hija de la periodista brasileña Manuela d'Ávila (Porto Alegre, 1981), recibió su primera amenaza de violación cuando tenía apenas 45 días de vida. Casi ocho años después, las amenazas de muerte y violación para D'Avila y su hija continúan. “Tengo que explicarle cosas horrorosas de las amenazas que sufre. Ahora que empezó a preguntar, el ciclo es más macabro todavía”, afirma con un tono de cansancio y frustración.
La fulgurante carrera política de D'Ávila –concejala en Porto Alegre, diputada regional en Rio Grande do Sul y diputada nacional– desembocó en la campaña presidencial de Brasil de 2018, cuando fue candidata a vicepresidenta de Fernando Haddad, del Partido dos Trabalhadores (PT). A pesar de que ella alertó antes de la campaña sobre las fake news, nadie la tomó en serio. Ser mujer comunista (siempre militó en el Partido Comunista do Brasil, PcdoB) transformó su propia figura en uno de los principales epicentros de la desinformación bolsonarista. Algunas fake news la acusaban de haberse masturbado con un crucifijo en una iglesia.
Tras la derrota de la candidatura izquierdista en 2018, D'Ávila fundó el Instituto E Se Fosse Você, cuyo principal objetivo es combatir la desinformación. Desde el instituto, editó libros colectivos como Sempre foi sobre nós, relatos de mujeres políticas que sufrieron amenazas, y lanzó títulos propios como Revolução Laura, sobre la experiencia de la maternidad, o ¿Por qué luchamos?, traducido al castellano. En su último libro, Somos las palabras que usamos, publicado por la filial brasileña de Planeta en 2022, D'Ávila defiende la necesidad de dialogar con aquellos que abrazaron algún tipo de negacionismo o incluso emiten discursos de odio.
La entrevista transcurre en el marco de la última edición de la Festa Internacional de Literatura de Paraty (FLIP), el festival literario más importante de Brasil, en el que D'Avila participó en la mesa Uma prisão mortal, una de las más esperadas.
-La campaña presidencial de Brasil de 2018 fue posiblemente la más prolífica del mundo en la producción de fake news. Después de aquel episodio y de haber sufrido amenazas, decidió abrir un instituto de estudios que, básicamente, publica libros. ¿Los libros funcionan en esta era de redes sociales digitales de ritmo vertiginoso?
-Terminé las elecciones de 2018 sin que ningún sector importante de la sociedad reconociera lo que estaba ocurriendo con esa combinación de desinformación y odio. Es un error hablar de fake news sin asociarlas al odio. La desinformación se viraliza a partir del odio, el modelo de negocio de las plataformas funciona a partir del odio. Los libros intentan descifrar los temas que surgen en la velocidad de Internet.
-En esa campaña presidencial hubo montajes falsos con una mamadeira de piroca (biberones con forma de pene), acusando a su candidatura de querer “sexualizar” a los niños. Hubo mucha desinformación contra Fernando Haddad, pero mucha más alrededor de su figura. ¿Qué relación tiene esto con la misoginia?
-La desinformación se legitima a partir de los prejuicios que estructuran la sociedad brasileña. La mamadeira de piroca no es sobre un biberón y un pene, sino sobre el odio construido y no enfrentado a los gays. Yo tenía 35 años en aquella campaña. Una mujer que no viene de ninguna familia importante, que fraguó su carrera en el movimiento estudiantil, que decide hacer la campaña amamantando a su propia hija, era un objetivo fácil. ¿Por qué? Como dice Dilma Rousseff en un libro que yo edité, el machismo alcanza a todas las mujeres, pero la misoginia afecta especialmente a las mujeres que deciden contestar el lugar que la sociedad reserva para ellas. La política institucional es el lugar más masculinizado, es el cúmulo de todos los prejuicios.
Cuando reconocen que no saben sobre fake news en realidad están diciendo que desconocen los temas que hacen que el pueblo brasileño se movilice. Ocurrió en 2018, también en 2022, y es lo que ocurrió en Argentina.
La política institucional es el lugar más masculinizado, es el cúmulo de todos los prejuicios
-¿Esperaba el triunfo de Javier Milei?
-Era previsible. Cuando yo decía que Milei ganaría, los argentinos me decían 'no, no somos Brasil, somos diferentes'. No entender la dinámica de la desinformación es no entender los ambientes en los que el pueblo decidió hacer política. Las redes democratizaron el placer de hacer política, de participar. No solo están recibiendo un mensaje de Jair Bolsonaro, se sienten constructores de un proyecto de país que la política institucional no permite, porque se hace a puerta cerrada. Aunque sepamos que es un fraude, Bolsonaro abre la puerta a la política cuando abre las redes. Sensorialmente, para las personas, Bolsonaro abrió las puertas de la política.
-Dijo en la FLIP que entra en algunos perfiles de quienes la amenazan y que se sorprende al ver gente normal, chicos con novia, con hijos, fotos en la parrilla. No son monstruos, son gente común. ¿Los espacios digitales favorecen las amenazas?
-Es imposible que yo ignore las amenazas, porque requieren medidas de protección. Lo que mucha gente ignora es que esas amenazas continúan. No hacer públicas las amenazas es una estrategia de supervivencia, no solo mía, sino de casi todas las víctimas de violencia. En muchas ocasiones me encuentro que las amenazas son de personas con vidas normales, gente que ha sido contaminada. Tal vez sus familias ni se den cuenta, veo a hombres muy cariñosos con sus hijas... Tengo que contarle a mi hija que va a cumplir ocho años cosas horrorosas de las amenazas que sufre. Y ahora que empezó a preguntar, el ciclo es más macabro todavía. Siempre me acuerdo de la teorización que hizo Hannah Arendt sobre la deshumanización de los adversarios...
-La deshumanización que hizo el fascismo histórico...
-Exacto. Solo es posible la violación absoluta de un cuerpo cuando no es humano. Los contenidos falsos horrendos que circulan sobre mí legitiman la deshumanización, y eso también tiene que ver con el negocio de las big techs. Una de las imágenes mías que más circulan es una en la que no tengo ojos: están arrancados y hay sangre en su lugar. Existe una construcción de una década de una persona hipócrita, sin escrúpulos, drogada, de una persona que se masturbó con una cruz dentro de una iglesia y no respeta las religiones. Entonces, esa persona no es digna de solidaridad y empatía. Así funciona el sistema de desinformación y fake news, así comenzaron los genocidios. Y las principales víctimas son las mujeres.
La reacción de los hombres públicos es la prueba de que las mujeres víctimas de violencia somos una insignificancia para ellos. Cuando el padre Giulio Lanceloti fue amenazado, recibió solidaridad de todas esas personas, lo protegieron con visibilidad.
-Cuando la amenazada es una mujer, muchos hombres públicos no se manifiestan...
-Exactamente. Los hombres no quieren contaminarse con la radioactividad de esas mujeres que son permanentemente destruidas públicamente por la extrema derecha. Hace bien tocar el cuerpo del padre Giulio, que es un cuerpo santo, y hace mal extender la mano hacia el cuerpo de las mujeres que son víctimas de violencia, porque te puedes contaminar.
-En la campaña presidencial de 2022 hubo más control sobre la desinformación, pero solo desde el Supremo Federal Eleitoral (STF, órgano que depende del tribunal supremo). Sin embargo, en el fondo no cambió tanto. ¿Qué se puede hacer contra los algoritmos? El contenido violento y de odio se viraliza más rápido y las big techs ganan más dinero...
-Brasil tiene un proyecto listo para ser votado, el proyecto de ley de las fake news (PL 2630/2020), que obliga a las plataformas a controlar los contenidos. Varios de los ataques que sufro están coordinados, tienen anuncios impulsados en Google, Instagram, Facebook. Las plataformas se lucran con un sistema de construcción piramidal del odio. La única diferencia en 2022 fue la actuación del Supremo, no hubo ningún tipo de control. No tiene nada que ver con libertad de expresión.
Existe un conjunto de reglas que inspiran la no regulación. La idea de libertad de la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos inspira a que Internet funcione con libertad absoluta, cuando esa libertad no impacta en los negocios, claro. Si impacta en los negocios, en el derecho autoral, ahí sí tiene límites, ahí no es libertad de expresión. La pregunta es por qué existen personas blindadas a la distribución de contenidos de odio, y otras no; por qué algunas defienden los derechos humanos y otras no. Esas respuestas son necesarias para buscar una sociedad que se protege del discurso de odio. Hay gente que votó a la izquierda por ese motivo. Decían: no estoy de acuerdo con sus ideas pero no quiero convivir con la violación de derechos humanos.
-Afirmó que los participantes en el movimiento bolsonarista se sienten parte de un movimiento. La extrema derecha parece que no se limita a divulgar bulos negativos sobre sus enemigos, sino que tiene algo propositivo, de construcción de mundo...
-Los estudiosos hablan de líderes populistas que juegan con los deseos del pueblo, líderes carismáticos que se presentan como salvadores, y mucha gente hablaba así sobre Bolsonaro, el Mesías. Yo me inclino a pensar que es lo contrario: la crisis es tan profunda que la gente común no necesita teorías sobre crisis. No necesitan saber todo sobre crisis climática pero sí saben que su barrio se inunda todos los días. No necesitan entender el flujo migratorio de las guerras o del clima para saber que hay refugiados en todas partes.
El mundo tiene tan poca perspectiva que el significado más profundo que Bolsonaro o Milei representan es “no hay salida”. Milei tenía una propaganda que decía: “Dicen que mi vida se va a transformar en un infierno con Milei, pero mi vida ya es un infierno”. Cuando Bolsonaro dice “vamos a armarnos”, está diciendo que ya que no existe salida para el problema del tráfico de drogas, reconozco tu derecho a matar a quien intenta dispararte.
Ellos son la expresión más horrenda del mundo que vivimos. La gente cada vez trabaja más y recibe menos. Los millonarios son cada vez más millonarios, los problemas del clima son cada vez mayores, la guerra, la violencia. Delante de eso dicen: no hay salida, construye la tuya.
-Resumiendo, la extrema derecha hace un diagnóstico de que está todo muy mal y la izquierda dice que no, que tenemos que conservar el sistema, de una forma... conservadora...
-Eso.
-… y el frente democrático de Lula quiere conservar una democracia liberal que ya estaba en crisis y la extrema derecha se queda con el sentimiento antisistema. En España, Vox ha registrado una web llamada La revuelta, contra el presidente Pedro Sánchez, con los colores morados, de Podemos…
-La gran paradoja de nuestros tiempos es que las fuerzas progresistas terminan defendiendo un sistema que históricamente condenan. La defensa de esas instituciones nos coloca con un sentimiento de contradicción pública. La gente dice: “ahora elogiás la justicia que condenó a Bolsonaro, ¿pero no eras vos la que decías que Sergio Moro era un juez parcial?”. Y existe en el otro lado una multitud de gente marginada por ese mundo en crisis. El mundo está colapsado. Y la izquierda dice: “Esto no funciona, pero funciona un poco”. Y la extrema derecha llega con la idea de que no funciona… Existe una brutal diferencia. Ellos dicen 'no funciona' y ahí llega el neoliberalismo para solucionar. La extrema derecha es la cara más rasa del capitalismo, del neoliberalismo. Dicen: “No funciona el sistema público de salud, espabilate”. Nosotros decimos: “No funciona, pero queremos construir algo juntos”. Mientras la gente está inmersa en una doctrina de individualismo profundo. La extrema derecha mezcla individualismo e indignación.
-¿La izquierda debería hacer alguna autocrítica?, ¿Alguna autocrítica sobre la campaña brasileña de 2018 que ganó Bolsonaro? ¿Sobre la izquierda en general?
-Lo que hacemos es lo que hacemos en la lucha. No existe una gran reunión para discutir nuestros errores. Tenemos que resolver los problemas en la práctica. En el caso de Brasil existe una dificultad de abordar la cuestión central, el racismo, que todavía se asocia a una cuestión de clase. Quien no habla de raza y género no habla de clase trabajadora en Brasil. La clase trabajadora brasileña es negra y femenina, y está explotada y uberizada.
-¿Qué esperar del Gobierno Lula que va a cumplir un año? El 25% del país se reconoce como bolsonarista raíz…
-Brasil fue destruido en el último periodo. Primero, Brasil tiene que ser reconstruido en un mundo en crisis profunda. El mundo no es el mundo de los primeros gobiernos de Lula. Conseguir hacer que Brasil garantice empleo y que no se pase hambre ya es algo osado. La vuelta del protagonismo internacional de Brasil es algo muy bueno para todo el mundo, un mundo sin mediación de gran escala. Estamos viendo ahora el genocidio palestino y el protagonismo brasileño, que ocurre en la ausencia de otros protagonismos, de una ONU absolutamente vulnerable, de una disputa brutal de Estados Unidos con China...
La extrema derecha es la cara más rasa del capitalismo, del neoliberalismo
-Con un boicot total de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a las iniciativas de paz de Brasil para el conflicto palestino...
-Exactamente, boicot a las instituciones y al propio Brasil. Vivimos un momento parecido con el de la II Guerra Mundial. Crisis muy grande, mucho desaliento, poblaciones muy desesperanzadas. No existe forma de hacer política sin tener un sueño, y necesitamos presentar un sueño de un país diferente.
-La extrema derecha parece que sí tiene claro su sueño…
-Sí, aunque sea una pesadilla para la mayoría. Es el sueño del sálvese quien pueda. La salvación individual de algunas prácticas religiosas es muy usada por la extrema derecha. En el fondo, todo el mundo quiere protegerse. Quien tenga hijas víctimas de amenazas como yo sabe cómo es profundo el instinto de protección de los tuyos. El “sálvese quien pueda” es lo opuesto a lo que creemos en la izquierda. Hemos fallado a la hora de presentar una propuesta para salvar a todo el mundo. En realidad solo nos salvamos si salvamos a los otros. Parece ser el único camino para salvar a nuestra especie.
BG