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¿Alguna vez te preguntaste de qué está hecha tu ropa? La elección entre las fibras naturales y sintéticas puede parecer insignificante, pero tiene implicaciones significativas para el medio ambiente. A medida que el calentamiento global se intensifica, todas las decisiones que tomamos como consumidores tienen un impacto, aunque sea pequeño.
La industria mundial de la confección es inmensa. En 2022, el mercado mundial de ropa y calzado tenía un valor de dos billones de dólares en ventas anuales, y se espera que en 2030 la producción anual alcance los 102 millones de toneladas de prendas, valoradas en 3,3 billones de dólares. China, que es el mayor importador y exportador de prendas de vestir del mundo, representa alrededor del 30% de la producción mundial de estas.
Esta producción, alimentada por tendencias como el fast fashion y el ultra fast fashion (moda rápida y ultrarrápida), ambas basadas en prendas de baja calidad que duran poco tiempo y son reemplazadas, genera una enorme cantidad de desechos y consume grandes cantidades de recursos y energía.
Cada año, 92 millones de toneladas de prendas terminan en vertederos. Esto es el equivalente a un camión de basura lleno de ropa cada segundo. Según la ONU, la ropa es responsable de entre el 2 y el 8% de las emisiones de CO2, y el segundo sector más contaminante del agua. Si te preocupa el agua necesaria para tener un bife de vaca, debés saber que unos jeans necesitan mucha más, unos 7.500 litros por prenda.
¿Natural o artificial?
De todas las prendas producidas en el mundo, un 70% están hechas con fibras sintéticas, con el poliéster representando un 54% del total. Siguen las prendas de algodón, que palidecen en comparación con un 22% de las prendas del mundo.
La cifra de prendas sintéticas aumentó drásticamente desde la década de 1960. Esto quiere decir que, en la actualidad, la batalla de la sostenibilidad se libra entre dos contendientes: el algodón y el poliéster.
El proceso de producción de las fibras sintéticas consume grandes cantidades de energía, contribuyendo significativamente a la emisión de gases de efecto invernadero.
Un estudio de 2017 publicado por la Fundación Ellen MacArthur reveló que la producción de poliéster produce casi tres veces más CO2 por kilogramo que la producción de algodón.
Las emisiones totales de gases de efecto invernadero de la producción textil, tanto de fibras sintéticas como naturales, son de 1.200 millones de toneladas anuales, superiores a las de todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos.
Pero esto no quiere decir que las fibras naturales, como el algodón y la lana, estén exentas de impacto medioambiental. Según la ONU, el algodón representa el 2,1% de la tierra cultivable del mundo y sostiene a 100 millones de familias pero, a cambio, consume el 24% de los insecticidas y el 11% de los pesticidas mundiales, y su cultivo se califica como insostenible por la WWF.
El algodón es el mayor consumidor de agua de todos los productos agrícolas. Las aguas superficiales y subterráneas suelen desviarse para regar los campos de algodón, lo que provoca pérdidas de agua dulce por evaporación y una gestión ineficaz de este recurso.
La sostenibilidad de una prenda de vestir no se limita a su producción. Según el citado informe de la Ellen MacArthur Foundation, el lavado de ropa sintética puede liberar hasta 500.000 toneladas de microfibras al océano cada año.
Las iniciativas como las bolsas de lavado que capturan microplásticos y la promoción de temperaturas de lavado más bajas pueden ayudar a mitigar este problema, pero su uso no está muy extendido.
Las fibras semisintéticas, como el rayón y la viscosa, derivadas de recursos naturales pero transformadas químicamente, están ganando popularidad. Aunque su producción aún requiere energía y productos químicos, generalmente consumen menos agua que el algodón y liberan menos CO2 que el poliéster.
El sector de la moda está explorando nuevas formas de abordar estos desafíos. Según la Asociación de Ropa Sostenible (SCA), en las recomendaciones a sus miembros, la innovación en materiales, como el uso de algodón orgánico que reduce la dependencia de pesticidas y agua, el desarrollo de fibras sintéticas recicladas y nuevos materiales como el cuero a partir de fibras vegetales, son los avances que podrían reducir el impacto ambiental de la ropa que llena nuestros armarios.
¿Cuántas veces te ponés esos pantalones antes de tirarlos?
Además, se está prestando cada vez más atención a la vida útil de la ropa. A medida que aumenta el número de unidades producidas, disminuye el número de veces que la gente se pone sus prendas antes de tirarlas. Si en el año 2000 una prenda se usaba 200 veces en promedio, el número de veces que se usa una prenda disminuyó un 36% en 15 años.
Según la ONG británica WRAP, aumentar la vida útil de la ropa de dos a tres años reduciría las emisiones de carbono, el agua y los desechos en un 20-30%. Esto destaca la importancia de la durabilidad y el cuidado de las prendas, independientemente del tipo de fibra.
Es esencial considerar los sistemas de producción y los modelos de negocio. Un estudio realizado en China en 2021 sugiere que un enfoque en la economía circular, que promueva la reutilización y el reciclaje, puede ser fundamental para mejorar la sostenibilidad de la industria textil.
Los modelos de negocio que favorecen el alquiler de ropa, la segunda mano y el reciclaje están emergiendo, desafiando el paradigma de la moda rápida y de usar y tirar. La ONU cita a algunas marcas, como EcoAlf, que fabrica a partir de basura de plástico, o Nudie Jeans, que fabrica jeans con algodón sostenible y ofrece reparaciones gratis de por vida.
En última instancia, tanto las fibras naturales como las sintéticas tienen pros y contras en términos de sostenibilidad ambiental. El desafío radica en equilibrar estas consideraciones con las demandas de la producción y el consumo de ropa a escala global.
La elección entre fibras sintéticas y naturales no es una cuestión de blanco o negro, ni de otros colores. La sostenibilidad de nuestra ropa se ve afectada por una serie de factores, desde el tipo de fibras hasta la producción, el cuidado y la disposición de las prendas. A medida que aumenta la conciencia y la innovación, tenemos la esperanza de vestirnos de una manera que sea más amable con nuestro planeta.
DP