La violencia electoral se instaló en Brasil, un país que solía ufanarse de una cordialidad ancestral. Poco se sabía hasta ahora de la cantidad de casos de agresiones debidas a las confrontaciones políticas, pero un estudio de la Universidad Federal de Río de Janeiro reveló que en el primer semestre de este año hubo 40 muertos. Y la mayor parte de los damnificados son votantes del Luiz Inácio Lula da Silva.
El último exabrupto ocurrió ayer en un bar de Angra dos Reis. Estéfane de Oliveira fue apaleada por un simpatizante de Jair Bolsonaro, que se sintió “ofendido” por la defensa de la candidatura de Lula por parte de la joven. Un par de días antes, en una pequeña ciudad del interior de San Pablo, un encuestador de la empresa Datafolha también fue agredido por otro adepto al actual presidente brasileño; el hombre empujó a los gritos al empleado de la consultora y provocó su caída. No fue casualidad. Es que los hijos del jefe de Estado y miembros de su gobierno califican esa compañía con larga tradición en el mercado de investigación de tendencias electorales, de “comunista” y la llaman “DataLula”; en síntesis, partidaria del ex presidente. Hay constancia de diez ataques sufridos por esos investigadores en varios lugares del país: Minas Gerais, Alagoas, Maranhao, Goiás, Pará, Río Grande del Sur y Santa Catarina.
Felippe Angeli, del Instituto Soy de la Paz, indicó que hubo un cambio en estos comicios presidenciales: “Los atentados ya no proceden exclusivamente de personas que ejercen el dominio local. Hoy llega a ser ejercida por el ciudadano común”. Como ejemplo, mencionó el caso del “lulista” Marcelo de Arruda asesinado en Foz de Iguazú, mientras festejaba su cumpleaños: el homicida era un policía bolsonarista. En la visión del experto, “Bolsonaro inaugura una narrativa en la cual el arma es instrumento de acción política”. Y eso se traduce en disputas que terminan fuera de control. Fue lo sucedido el 9 de septiembre cuando un trabajador de Mato Grosso, elector de Bolsonaro, mató con un hacha a un compañero, que sólo había manifestado su adhesión al Partido de los Trabajadores.
El conjunto de episodios, algunos con trascendencia en los medios internacionales, tiene implicaciones directas en el proceso electoral. Según Mauro Paulino, director de Datafolha, “es preciso prestar atención al nivel de abstención que pueden provocar las amenazas”. El especialista evaluó que el porcentaje de personas que no irán a las urnas perjudica, sobre todo, la candidatura de Lula: “Históricamente son los más pobres quienes más se abstienen”. Es este escenario el que llevó al senador Randolfe, del partido Rede, que forma parte de la Coalición de la Esperanza de Lula da Silva, “esta es una elección totalmente atípica. Del lado del Palacio del Planalto se propaga odio y terror. Nosotros consideramos que es necesario por parte de las autoridades políticas y jurídicas del proceso electoral, garantizar a todos los ciudadanos las condiciones para que voten como quisieran”.
En el comité de campaña del líder del PT hay aprensión: temen precisamente por el índice de abstención, que viene en aumento y podría llevar los comicios a una segunda vuelta, el 30 de octubre próximo. Es por eso que han decidido montar la mayor cantidad de actos posibles, en lugares centrales como la capital paulista y la carioca, con la presencia de artistas y el objetivo de fomentar la presencia en los lugares de votación. No sólo alarma lo que pueda acontecer en los 7 días que faltan para los comicios. La ansiedad deriva sobre todo por los 28 días (cuatro semanas) que mediarán entre la primera y segunda vuelta, en caso de que la contienda no se dirima el 2 de octubre.
El Tribunal Superior Electoral estableció, ya, un paquete de medidas destinadas a evitar la violencia en las semanas próximas. La Corte prohibió la portación de armas de fuego en todo el país por 48 horas antes del primero y segundo turno; pero también prolongó esta prohibición hasta 24 horas después de la divulgación de los resultados electorales. Los comandantes de las policías militares, que dependen de los estados provinciales, aseguraron que no van a “tolerar” ninguna clase de ruptura de quiebre de las jerarquías. Es decir, enfrentarán cualquier intento de insubordinación de jefes y subordinados, si es que la elección desfavorece a Bolsonaro. Según afirman medios políticos, no se puede omitir ese peligro.