La pandemia domina la agenda en la campaña presidencial francesa tanto en el fondo como en la forma. En este principio de año se convirtió en una cuestión omnipresente en los debates parlamentarios, en la organización de los partidos y también en la calle: el pasado jueves, la última gran protesta fue la de profesores, que hicieron huelga para pedir más protocolos de seguridad para volver a las aulas. Todo ello con la ola de contagios impulsada por la variante ómicron, que llevó el número de infecciones a niveles récord, como telón de fondo.
En este contexto, comienzan a aparecer dudas sobre la celebración de los actos de campaña y sobre la organización de las votaciones, previstas para los días 10 y 24 de abril. A fines de diciembre, el primer ministro, Jean Castex, anunciaba la limitación del aforo para los eventos públicos (2.000 personas en interiores y 5.000 al aire libre). Una medida que no afecta a los lugares de culto ni a las actividades políticas “al estar sometidas a disposiciones específicas en el Derecho Constitucional, que le aseguran una mayor protección”, según matizó entonces el primer ministro. El martes, Castex se reunió con representantes de todos los candidatos en su residencia del Hôtel de Matignon para acordar medidas que garanticen el desarrollo de la campaña y de las elecciones.
El miedo a brotes de contagiados o a la infección de un candidato planean sobre la organización de las campañas. Los principales dilemas giran en torno al tamaño de los eventos y a la necesidad de exigir el certificado de vacunación a los asistentes.
Más tiempo de televisión
Ante la probable reducción del número de estos encuentros, se planteó la posibilidad de conceder a los candidatos más tiempo de televisión para presentar sus programas.
En cualquier caso, el Gobierno asegura que no se contempla un retraso de la cita electoral.
El partido de Emmanuel Macron, La République en marche, ya anunció que limitará el aforo en sus actos, mientras que la candidata de Les Républicains, Valérie Pécresse, decidió aplazar su primer gran acto hasta finales de enero, como mínimo.
Al contrario, el Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen no contempla alterar su plan de campaña. “Hasta que se demuestre lo contrario, la Constitución permite la celebración de reuniones y concentraciones políticas sin limitaciones”, justificaba su portavoz Sébastien Chenu ante los micrófonos de la emisora Europe 1.
En cuanto a los partidos de izquierda, Jean-Luc Mélenchon (La France insoumise-LFI) y Fabien Roussel (Partido Comunista) distribuirán barbijos FFP2 en sus actos de campaña, pero anunciaron que no limitarán la entrada. Este domingo se esperan 3.000 personas en Nantes para un acto del candidato LFI.
La socialista Anne Hidalgo declaró que el certificado de vacunación será obligatorio para asistir a su próximo acto, previsto el 22 de enero en París, mientras que el candidato ecologista Yannick Jadot está optando por audiencias reducidas.
Redes sociales y polémicas
La mayoría de candidatos trata de salvar los obstáculos ganando presencia en línea, gracias a videos e imágenes de sus desplazamientos de campaña. Uno de los más avanzados en este campo es La France insoumise, partido pionero en muchas de las plataformas y uno de los más organizados en el ámbito digital. El candidato aparece regularmente en directos emitidos en Twitch y Twitter (sección bautizada como “Allo Mélenchon”).
La campaña en las redes también permite a algunos ocultar debilidades, como la falta de financiación o de militancia. En TikTok un vodeo de Eric Zemmour –candidato de ultraderecha, sin afiliación a un partido ni base de militantes– jugando a los bolos fue visto por 5,4 millones de usuarios. Siguiendo el modelo de Donald Trump, el equipo del ex tertuliano organizó una red de seguidores muy activos en Twitter y Facebook.
La otra vía para ganar peso y espacio en el debate es a través de declaraciones polémicas. El presidente Macron ofreció un ejemplo la semana pasada al afirmar su deseo de “fastidiar (emmerder) a los no vacunados hasta el final”. Una subida de tono calculada que busca incitar a los candidatos de extrema derecha a salir en defensa de los antivacunas, pero que también pone en situación difícil a algunas figuras de la izquierda que mostraron cierta ambigüedad ante la cuestión, como la exministra de Justicia Christiane Taubira. También es una forma de subrayar las incoherencias de Les Républicains, dividido en distintos bloques ante la nueva ley que se tramita en el Parlamento, que busca convertir el certificado sanitario en pasaporte de vacunación, de manera que sólo la vacuna y no los test negativos sean válidos para acceder a ciertos espacios.
La candidata de este partido, Valérie Pécresse, respondió creando una polémica propia. Pécresse retomó una fórmula enunciada por Nicolas Sarkozy en 2005, cuando el entonces ministro del Interior prometió a los habitantes de La Courneuve, en las afueras de París, “limpiar la ciudad con la Kärcher” (en referencia a la marca de limpiadores a presión).
“Es necesario sacar la Kärcher otra vez, porque François Hollande y Emmanuel Macron la tuvieron guardada durante los últimos diez años”, afirmó Pécresse durante un desplazamiento de campaña en Provenza, “es hora de limpiar los barrios, hay que perseguir a los caïds (capos), a los matones, a los delincuentes y a los narcotraficantes”. Un mensaje destinado a endurecer su perfil, a reclamar la herencia política de Sarkozy y a ocupar espacio en las cadenas de noticias.