Empeñado en preservar su rol de mediador internacional, justo en el momento en que las expectativas de paz entre Rusia y Ucrania parecen naufragar, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se comunicó días atrás por videoconferencia con su colega ucraniano Volodimir Zelensky. La conversación, que transcurrió con clima afable según definieron en el Palacio del Planalto, fue el marco para que el brasileño le explicara su posición sobre una eventual salida negociadora al ucraniano a partir de una idea básica: “Es urgente que las naciones que no estén involucradas asuman el papel de encaminar negociaciones para reestablecer la armonía entre los dos países”.
Lula también dijo que le asigna mucha importancia al hecho de que los países del G20 reflexionen sobre cómo ayudar a promover el fin de esta contienda y ratificó que “Brasil defiende la integridad territorial de Ucrania” (por eso votó a favor de la reciente resolución de las Naciones Unidas, aprobada el 23 de febrero). Zelensky expresó, a su vez, el deseo de que Lula acerque a Ucrania con América Latina. Durante el diálogo, Lula mencionó las conversaciones que había mantenido con los presidentes de Francia y Estados Unidos, y expresó que estaba dispuesto a hablar del asunto con Xi Jinping, presidente de la República Popular China, con quién se verá a fines de marzo en su visita a Beijín.
La estrategia de Brasil de navegar a dos aguas provoca reparos en Moscú. Serguei Ryabkov, el viceministro de relaciones internacionales, “lamentó” el voto brasileño en la ONU (porque pide, entre otras cosas, el inmediato retiro de las tropas rusas de Ucrania). No obstante, dijo que “respetaba” la voluntad política del gobierno brasileño en la búsqueda de una solución. La crítica ocurrió en una conferencia de prensa ofrecida en Ginebra. Horas después, a mediados de la semana en Nueva Deli, el ministro de Relaciones Exteriores Mauro Vieira se reunió con su par ruso Sergey Lavrov. La cita se extendió a 45 minutos y de acuerdo con el Palacio de Itamaraty, sede de la diplomacia brasileña, el ministro ruso le aseguró que el Kremlin “está dispuesto a discutir la mediación de paz propuesta por el presidente Lula”. Al finalizar, Vieira obtuvo un resultado concreto: Lavrov confirmó que visitará Brasilia en el mes de abril.
En medios diplomáticos brasileños hay “total comprensión” acerca del tiempo que demandará iniciar negociaciones. Está claro que los dos (¿o tres?) contendientes se limitan por el momento apenas a escuchar las iniciativas barajadas; hay también una propuesta China. Ni Rusia de un lado, ni Estados Unidos y Europa del otro, se avienen a aceptar que el conflicto, en algún momento, deberá resolverse con diplomáticos del mundo sentados alrededor de una mesa. En cuanto a Ucrania, la posición del gobierno de Zelensky está en línea con la OTAN, incluso cuando los ucranianos sean los que más sufren los daños materiales y las víctimas civiles.
Zelensky y sus funcionarios siguen declarando su confianza en la derrota de Rusia. En una entrevista concedida a la Agencia Brasil (la agencia oficial de noticias), el 25 de febrero, el embajador ucraniano en Brasilia Anatoliy Tkach, juzgó que la estrategia militar rusa había “fracasado” y señaló que Ucrania solo irá a negociar si antes se verificaran algunas premisas: “El respeto a la Carta de las Naciones Unidas, la restauración de la integridad territorial de Ucrania, la retirada de las tropas rusas y la garantía contra eventuales futuras agresiones”.
La posición brasileña tiene un elemento diferencial. Plantea que para iniciar negociaciones solo hay una condición: el “cese de hostilidades” entre las partes Esa única exigencia permitiría “acelerar los tiempos”. Sólo que el resto del mundo es pesimista con respecto a esa alternativa. Fuentes diplomáticas de las Naciones Unidas, citadas por el corresponsal de UOL en Ginebra, Jamil Chade, indicaron que “hoy, ni rusos ni ucranianos quieren una intermediación”, pese a que en el terreno de las declaraciones ambas partes se manifiesten deseosas de poner fin al conflicto. “Faltan condiciones políticas para que el proyecto negociador pueda tener lugar”, dijeron.
Las fichas de Moscú están puestas en asegurarse los territorios del Dombás y regiones periféricas, antes de sentarse con la contraparte. Hay un antecedente de esto ocurrido en 2006. Por iniciativa del expresidente republicano George W. Bush, la Casa Blanca decidió avanzar en el planteo de incluir a Georgia y Ucrania en la OTAN. Cuando en febrero de 2007 se celebró una de las Conferencias de Seguridad de Múnich, el presidente ruso Vladimir Putin advirtió que era “inaceptable” para la seguridad de su país tener a las fuerzas europeas y americanas en sus fronteras. En agosto de 2008, Rusia movilizó sus tropas sobre Georgia y anexó una parte del territorio en forma permanente.
Frente al complicado escenario mundial de estos días, el canciller brasileño Vieira insistió ante sus colegas del G20: “El mundo atraviesa un momento de crisis múltiples: salud, clima, energía, desigualdad, conflictos y la sensación de que el orden internacional, tal como está, ya no es efectivo ni legítimo. Ninguna de esas crisis puede ser superada por un país de forma aislada; y, en realidad, hay una creciente demanda de acciones colectivas”.
EG