Una forma de control de la mujer en Afganistán: empujarlas a la drogadicción

elDiarioAR

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Entre las muchas formas de control de la mujer en Afganistán está empujarlas a la drogadicción, evitando así el marido que su esposa se rebele o le abandone. En un centro de rehabilitación en Kabul intentan devolverlas a la sociedad.

Este centro de rehabilitación para mujeres y niños se inauguró en 2017 con el apoyo de diferentes donantes internacionales, y cuenta con capacidad para 150 pacientes, pero la llegada de los talibanes en agosto del año pasado y la huida de muchas organizaciones ha limitado sobre manera los recursos de esta institución.

Su directora, la doctora Shaista Hakeem, explicó a EFE que en la actualidad hay 75 pacientes, los cuales reciben un tratamiento de unos 45 días, un tiempo en el que el apoyo psicológico juega un papel fundamental para que dejen de consumir drogas.

“Hay muchas razones para la adicción en Afganistán, pero las más comunes son la pobreza, el desempleo, la disponibilidad de drogas en el mercado (como país productor), problemas psicológicos, vivir con familiares adictos y tener creencias erróneas sobre el uso de las drogas como medicina”, detalla la doctora.

Sin embargo, añade, otros casos perturbadores son aquellos en los que las pacientes “fueron empujadas a la drogadicción por sus maridos para controlar su vida o no permitirle que se divorcien”.

FORZADAS POR SUS MARIDOS

Fue el caso de Masooda (nombre ficticio), que actualmente se encuentra internada en el centro y responsabiliza de su consumo de drogas a su marido, también adicto.

“Quise divorciarme pero mi esposo me pegaba y me forzó a consumir drogas. Cuando me volví adicta, mis otros familiares también comenzaron a golpearme. Les dije que era culpa de su hijo, pero perdí a mis familiares, incluido mi esposo, y estoy viviendo con mis hijos”, relató a EFE.

Masooda forma parte de los cerca de cuatro millones de afganos adictos a algún tipo de droga en Afganistán, según los informes para la reducción de la demanda de drogas en el país asiático.

Una lista en la que también figura la interna Shakila (nombre ficticio), que recuerda cómo su historia de adicción comenzó un día que se encontraba enferma y tomó opio en lugar de medicamentos, volviéndose progresivamente dependiente hasta que acabó por perder todo lo que tenía.

“Tras mi adicción la situación cambió por completo, no sé dónde está mi esposo, ahora estoy viviendo con mis tres hijas, ya no tengo techo ni familia”, lamentó.

Ahora se esfuerza por poner fin a trece años de adicción, y pide “a todas las mujeres y hombres que no usen ningún tipo de droga, intencionadamente o no, ya que después de la adicción perderán todo, familia, seres queridos, respeto y dignidad”.

PROBLEMAS ECONÓMICOS

El centro que dirige la doctora Hakeem es uno de los pocos que no ha cerrado pese a la crisis económica que atraviesa el país desde la llegada al poder de los talibanes, aunque cada vez afronta más desafíos tras la retirada masiva de los donantes internacionales.

Ahora el centro recibe una partida económica desde el Ministerio de Salud, pero los servicios se han reducido significativamente.

“Nuestros servicios disminuyeron, hemos perdido al contratista de alimentos y al de fruta fresca y tampoco tenemos combustible para la calefacción en invierno”, explicó la directora.

Ante la proximidad del frío invierno, solicita el apoyo de la comunidad internacional, esencial para desarrollar un mecanismo sostenible y a largo plazo que permita reintegrar con éxito a las mujeres y a sus hijos, algunos de ellos también adictos, una vez culminen su proceso de rehabilitación.

PROMESAS VACÍAS

Un problema es el de la reinserción, para el que el Gobierno talibán no propone medidas concretas, a pesar de que el portavoz de la Policía de Kabul, Khalid Zadran, aseguró recientemente en una entrevista en televisión que tiene “buenos planes de futuro”.

Además, Zadran señaló que las autoridades habían llevado a más de cien mujeres a estos centros para su rehabilitación.

Afganistán es el principal país exportador de opio, cubriendo el 80 % de la demanda mundial. El cultivo de adormidera en 2022 alcanzó las 233.000 hectáreas y se calcula que puede convertirse en hasta 380 toneladas de heroína de gran pureza, la droga que más muertes produce a escala global, según reveló este mes en su informe la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD).

El excedente que no exporta acaba suponiendo un gran problema en el país, dando lugar a un producto muy barato y fácil de adquirir, disparando la drogadicción.

EFE.

IG