La importancia de enojarse

El enojo tiene mala prensa, se dice “el que se enoja, pierde”. Por eso suele ser una emoción subvalorada, a la que a veces no se le reconoce la importancia y la utilidad que tiene. Pero el enojo no sólo es parte de nuestras vidas, sino que puede tener muchos beneficios: nos saca de la apatía, nos empuja a actuar y, manejado con precaución, nos puede hasta ayudar a enfocarnos.
Enojarse es una sensación desagradable, por eso es común intentar evitarla. Aunque no parece que tengamos mucho éxito en eso: 15% de las personas en Argentina dice haber sentido bastante enojo en las últimas 24 horas. Pensá hace cuánto fue la última vez que te enojaste, ¿algún auto que se te cruzó, un compañero de laburo que te clavó con algo, un amigo que canceló a último momento? Hay todo tipo de enojos, con diferentes niveles de intensidad, pero pasa todo el tiempo y, en general, tienen una función.

En un estudio en el que les preguntaban a las personas sobre sus últimos enojos, cómo se sintieron y qué sacaron de ellos, encontraron que más de la mitad decía que un episodio de enojo les había traído resultados positivos, por ejemplo podían identificar mejor sus fallas. “El enojo es una respuesta a la realidad, una emoción primaria para mostrar algo, enunciar algo, que en algunos casos nos envalentona y en otros nos puede frustrar”, explica Mel Gregorini, psicólogo cognitivo conductual.
Además de ayudarnos a expresar un rechazo a algo que ocurrió, el enojo tiene otros efectos sobre nosotros. Uno es que nos enfoca. En un estudio, le pidieron a los participantes que resolvieran una serie de problemas, eran anagramas en los que tenían que reordenar las letras para formar una palabra. Antes de hacerlo los inducían a través de imágenes a sentir diferentes emociones, como tristeza, deseo, rabia o un estado neutro. Encontraron que quienes estaban enojados tendían a resolver más problemas. La rabia puede servir para enfocarse en la meta. ¿Nunca te pasó que te enojaste con algo que no funciona y decidiste probarlo todo hasta hacerlo andar por la bronca? Puede ser un gran motivador.
En algunos casos nos podemos pasar también. En el mismo estudio, pusieron a los participantes a resolver otros problemas y les dieron la posibilidad de hacer trampa: el investigador les decía que dijeran cuántos problemas habían resuelto y que tiraran los resultados a la basura. Después de que los participantes se iban, revisaban lo que habían tirado. Quienes estaban enojados tenían más chance de hacer trampa que los otros. Se ve que la rabia nos enfoca en lograr el mayor número, sin importar cómo. Quizás el foco en la meta puede ser demasiado intenso y perdemos de vista algunas consideraciones en el proceso.
Pero el enojo tiene algo de movilizador que, a diferencia de otras emociones que nos pueden generar una situación negativa, como la tristeza o el miedo, nos puede devolver una sensación de control. Justo después de los ataques terroristas de 2001 en los Estados Unidos, hicieron un estudio en el que le generaban a los participantes estas distintas emociones (miedo, tristeza o enojo) y luego veían cuán temerosos u optimistas eran sobre el futuro. Lo que vieron es que el enojo tenía más probabilidad de llevar al optimismo. Y aunque suena raro, porque en general cuando estamos enojados no estamos en nuestra versión más alegre y optimista, hay algo de esa reacción que nos hace sentir que tenemos más control. Cuando estamos enojados, de cierta manera nos sentimos más poderosos, y creemos que somos capaces de enfrentar al mundo y lograr cosas, que podemos actuar sobre la realidad, según explican los investigadores. Y eso nos hace sentir que las cosas pueden mejorar.
Por eso no es raro que muchos movimientos sociales surjan del enojo. “Hay una asociación muy fuerte entre la injusticia y el enojo, cuando una persona siente algo como injusto trata de rebelarse frente a eso” explica Gregorini. Y esto que ocurre a nivel individual, puede aplicarse también a nivel social: la rabia es un gran catalizador.
De hecho, el enojo parece ser una de las principales motivaciones cuando votamos. Así lo identificó una encuesta en los Estados Unidos (país en el que el voto es voluntario), en la que le preguntaron a las personas, sobre cómo se sintieron antes y después de la elección y si habían ido a votar. Encontraron que quienes más habían participado de la elección, mayores niveles de enojo presentaban.
La rabia puede movilizar mucho. Y, por lo mismo, también puede ser manipulada para dirigirla contra otros grupos o espacios, con todos los riesgos que eso puede traer. A nivel individual también, el enojo mal gestionado nos puede llevar a hacer todo tipo de cosas de las que nos podemos arrepentir después. Pero puede ser muy atractiva.
Quienes lo saben muy bien son las redes sociales, donde generar bronca se recompensa con interacciones y amplificación del contenido. El contenido que genera enojo tiende a ser más replicado, y esto genera un ciclo en el que los usuarios producen más de ese contenido, justamente para aumentar su llegada. Así, terminamos inundados de mensajes que buscan explotar nuestra bronca.
El enojo puede ser muy dañino, a nivel personal cuando sale con una fuerza explosiva y nos lleva a romper todo, y a nivel social, puede ser fácilmente manipulado para llevarnos a extremos. Pero es que es una emoción muy potente que nos puede sacar de la apatía, movilizarnos y generar cambios. Manejado con precaución, sin volvernos adictos a la indignación permanente ni dejar que nos manipulen, puede ser un gran catalizador. Está bien enojarse cada tanto y demostrarlo, es parte de mostrar que lo que pasa nos importa. Amiguémonos con el enojo.
OS/MF
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