Fumata blanca. Tras dos semanas de intensos cónclaves, el Nuevo Frente Popular (NFP) francés superó sus diferencias y logró acordar una propuesta de nombre para el puesto de primer ministro. Se trata de la economista Lucie Castets, portavoz y cofundadora del colectivo Nos Services Publics [Nuestros Servicios Públicos], según anunció la alianza progresista un comunicado en X este martes.
Los partidos del NFP la presentan como una “líder de las luchas asociativas por la defensa y la promoción de los servicios públicos, comprometida activamente en la batalla de las ideas contra la jubilación a los 64 años”. Agregan que se trata de una alta funcionaria que luchó contra el fraude fiscal y la delincuencia financiera, y con experiencia en el mundo asociativo. En el comunicado, se comprometen “plenamente a trabajar a su lado en el gobierno que dirigirá”.
El comunicado fue publicado en las redes sociales una hora antes de que el presidente Emmanuel Macron tome la palabra en la primera entrevista televisada desde las pasadas elecciones legislativas. “Dispuestos a trabajar juntos, el Nuevo Frente Popular hace un llamamiento a nuestro pueblo para que se implique con sus acciones en el éxito de la aplicación de su programa para satisfacer sus aspiraciones a una vida digna y responder a la crisis medioambiental”, señala.
Las distintas familias de la coalición de izquierda, que se impusieron como primera fuerza parlamentaria en las elecciones legislativas el 7 de julio, llevaban desde la propia noche electoral inmersas en unas tensas negociaciones para consensuar el candidato a jefe de Gobierno, que además de necesitar que Emmanuel Macron acceda a su nombramiento, necesitaría igualmente generar el respaldo suficiente para superar potenciales mociones de censura de la Asamblea Nacional, donde el NFP tendrá 182 escaños, muy lejos de la mayoría absoluta de 289.
Negociaciones atascadas
Pero las discrepancias entre los principales partidos de la coalición atascaron las conversaciones, hasta el punto de colocar al NFP al borde de la ruptura en medio de un cruce de acusaciones de bloqueo y disculpas al electorado por el retraso. El tira y afloja estuvo protagonizado sobre todo por el Partido Socialista y Francia Insumida (LFI), las dos formaciones más importantes de la unión de la izquierda, que en un principio se aferraron a sus respectivos candidatos. Hasta ahora, los intentos de salir del atolladero no habían sido fructíferos. “Estamos ante una guerra de intenciones entre los socialistas, que acusan a los insumisos de no querer gobernar, y los insumisos, que acusan a los socialistas de querer traicionarles”, lamentó en declaraciones a Libération un negociador de Los Verdes.
El bloqueo se vio agravado a mediados de mes por el veto del Partido Socialista (PS) francés a la presidenta de Reunión, Huguette Bello, como candidata de la izquierda, provocando críticas del resto de los socios. Posteriormente, Francia Insumisa anunció que se levantaba de la mesa y rechazó otra candidatura, la de Laurence Tubiana, para el puesto de primera ministra, que habían propuesto sus socios del Nuevo Frente Popular, alegando que supondría “permitir entrar por la ventana a los macronistas que han sido echados” en las elecciones legislativas. Tanto Bello como Tubiana renunciaron a ser candidatas tras constatar el desencuentro en el seno de la alianza de izquierdas.
Entretanto, el entendimiento para elegir al diputado comunista André Chassaigne como candidato común a la presidencia de la Asamblea Nacional ofreció un respiro tras días de divisiones internas y la alianza de izquierda logró combatir unida en este frente. Aun así, la macronista Yaël Braun-Pivet terminó imponiéndose por un estrecho margen a Chassaigne en la votación, asestando un golpe a la coalición progresista.
Los socialistas habían dicho que habría una candidatura conjunta a Matignon “alrededor” del 18 de julio, el día en que la Asamblea Nacional salida de los comicios echó a andar. Entretanto, varias voces habían abogado por que el aspirante fuera votado por los parlamentarios de izquierda escogidos en las legislativas.
El Nuevo Frente Popular está integrado por Francia Insumisa, que quedó en cabeza en número de escaños, junto al Partido Socialista, que le sigue de cerca, los comunistas y los ecologistas. En el tablero político francés se multiplicaron las voces que demonizan a LFI, fundada por Jean-Luc Mélenchon, y que quieren impedir cualquier intento de la formación de izquierdas de acceder al gobierno. Los socialistas se apoyaron en este hecho para reivindicar que un miembro de su partido tendría más opciones de conseguir el respaldo en otros grupos.
La izquierda francesa, que se puso de acuerdo rápidamente para concurrir unida a las elecciones con un programa común, también criticó con dureza el rechazo del presidente Macron a designar un primer ministro hasta que haya una mayoría sólida que asegure la gobernabilidad y exige un nombre que venga del Nuevo Frente Popular, primera fuerza en la Asamblea pero sin mayoría absoluta. Una de las críticas más prominentes fue la líder de los ecologistas, Marine Tondelier, que acusó al presidente de evitar reconocer los resultados de las elecciones tras haber apretado el botón de la disolución de la Asamblea Nacional. Tondelier argumentó que la “lógica institucional dicta” que llame al NFP para pedirles proponer un primer ministro.
El presidente expresó su opinión en una carta a la ciudadanía que se publicó mientras llegaba a Washington para participar en una cumbre de la OTAN. En ella, instó a los partidos del arco republicano a construir una coalición de base amplia, ya que “ninguna fuerza política obtuvo sola una mayoría suficiente”, y los bloques o coaliciones resultantes de los comicios legislativos anticipados del 30 de junio y 7 de julio “son todos minoritarios”. Eso significará “dar a las fuerzas políticas un poco de tiempo”, dijo, y mientras tanto, el actual Gobierno continuará ejerciendo sus responsabilidades en funciones.
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