Estados Unidos - Análisis

Historia de dos tomas de posesión: por qué el segundo mandato de Trump pinta mucho peor para el país

20 de enero de 2025 06:45 h

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El 20 de enero de 2017 entrevisté en la explanada frente al Capitolio de Washington a un hombre solo que daba vueltas silencioso con una pancarta colgada al cuello. A diferencia de las decenas de miles de personas que se concentraban en Washington para protestar durante la toma de posesión de Donald Trump, Dave Bojanowski me llamó la atención porque no gritaba ni enarbolaba caricaturas o grandes eslóganes. El mensaje de su letrero era sencillo: Really?(“¿de verdad?”). 

La incredulidad de aquel momento se reflejaba bien en la pancarta de este hombre de mediana edad dedicado a la conservación rural en un valle del noroeste del estado de Nueva York. Había llegado a ese mensaje con la ayuda de su hija, Julie: “Intentamos encontrar la manera más simple de expresar el desconcierto que sentimos por haber elegido a Donald Trump como presidente sin ser agresivo o despectivo... No creo que Trump sea una persona viable para ser presidente de Estados Unidos”, me decía entonces.

Un rato más tarde, el expresidente George W. Bush resumió el estado de ánimo tras escuchar el discurso de la primera toma de posesión de Trump: “Menuda mierda tan rara”. De hecho, las palabras de Trump, que había ganado por los pelos y a pesar de haber perdido el voto popular por casi tres millones, fueron inusualmente agresivas, un mensaje oscuro y nacionalista y la visión de un país que, según él, era “una carnicería” de terror, drogas y pobreza. 

Lo que vendría después serían cuatro años de caos en la Casa Blanca, corrupción y conflictos de interés, mentiras, persecución de minorías, violencia supremacista y una pandemia que dividió todavía más a la sociedad. Pero también fueron años en los que los miembros del gabinete de Trump -su secretario de Defensa, el jefe del Estado Mayor, el jefe del FBI o su vicepresidente- pararon ocurrencias del presidente de atacar a Irán o China, disparar armas nucleares a los huracanes, hacer pruebas inyectándose lavandina contra el COVID o no reconocer el resultado de las elecciones. Esos cuatro años terminaron con dos procesos de impeachment contra Trump: uno por intentar chantajear al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para que buscara trapos sucios contra el hijo de Joe Biden; y otro por animar al asalto al Capitolio en 2021 e intentar revertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 que perdió. 

La pancarta de 2025

Ocho años después de aquel 20 de enero, he vuelto a hablar con Dave Bojanowski, que se ha jubilado de la organización de conservación agrícola y medioambiental para la que ha trabajado en los últimos años y que se ha mudado a Ítaca, en el centro del estado de Nueva York, para estar cerca de su hija y su familia.

Le gustaría ir a la toma de posesión este lunes, pero dice que este año no hay autobuses organizados desde su zona a Washington para llegar a tiempo como hace ocho años, y el viaje en tren es demasiado largo. Además, comenta que su esposa prefiere que no vaya por miedo a que los seguidores de Trump le puedan agredir físicamente. 

Su pancarta de “Really?” está hoy en los archivos del Museo Smithsonian de Washington, que tiene una extensa colección de carteles de protesta de aquellos días de 2017. Entonces algún seguidor de Trump le increpó, pero no hubo ningún incidente que pasara de algún grito.

“No estoy seguro de que esta vez llevaría un cartel de protesta porque creo que tendría miedo de hacerlo. Los partidarios de Donald Trump están más envalentonados ahora”, me cuenta Bojanowski. “No puedo expresar mi opinión porque yo también tengo miedo. Es muy diferente a la última vez. La última vez no sabía quiénes eran los Proud Boys”, dice en referencia al grupo neofascista que se ha movilizado a favor de Trump. Sus vecinos y familiares evitan hablar de política. Dice que hasta el periódico local prefiere no publicar cartas al director relacionadas con Trump para no tener problemas.

Hace tiempo que piensa en qué mensaje escribiría ahora si llevara una pancarta: “Llevaría algo tipo ‘¿por qué quieres odiarme?’... O simplemente iría y observaría. Quiero aprender por qué nuestra oposición es tan fuerte”, dice Bojanowski, que cree que Kamala Harris perdió porque no consiguió “pintar” una imagen tan clara para el país como la de Trump. 

Una resistencia 2.0 diferente

El mandato de Trump que empieza este lunes no sólo se siente diferente para personas como Dave Bojanowski, sino que es sustancialmente diferente. 

Pese a todo lo que ocurrió entre 2017 y 2020, Trump tenía entonces frenos dentro de su propio equipo y su propio partido y no contaba con una mayoría conservadora tan clara en el Tribunal Supremo ni con más de 200 jueces nombrados por él dentro del sistema. Para empresarios, periodistas e incluso votantes demócratas parecía un accidente que pasaría.

Incluso lo parecía en 2021, cuando Mitch McConnell, entonces líder del Senado, no quiso votar a favor del segundo impeachment porque creía que lo mejor era ignorar al presidente saliente y así desaparecía de la vida política a la que había llegado casi por casualidad. En febrero de 2021, un portavoz de McConnell dijo que al senador probablemente no se le volvería oír “pronunciar el nombre de Donald Trump nunca más”. En 2024, McConnell apoyó a Trump y en noviembre celebró su victoria como “un día feliz para el Partido Republicano”. 

“La resistencia 2.0 va a ser muy diferente. La primera Administración de Trump rompió las normas y hubo un barullo en ambos partidos, activistas y medios para entender estos cambios rápidos y cómo responder a ellos”, me explica Kimberley Johnson, profesora de Políticas de la Universidad de Nueva York especialista en urbanismo y raza. “El segundo mandato de Trump va a ser mucho más transformador porque su equipo ha tenido un mandato anterior y cuatro años para hacer estrategia”.

Además, la profesora Johnson subraya que los demócratas están “muy tocados por su derrota electoral, en particular entre los hombres jóvenes de color, y el último año de la Presidencia de Biden, que reveló divisiones internas significativas en el partido, ideológicas y generacionales”. Además, recuerda que no hay frenos en el Partido Repúblicano: “MAGA (la sigla del eslogan de Trump) ahora domina el Partido Republicano de una manera que no lo hacía en 2017”.

McConnell es uno de los críticos republicanos que se plegaron, y la mayoría de los de su partido que resistieron ya están fuera del Congreso: sólo quedan dos republicanos de los 10 que votaron a favor del segundo impeachment de Trump en la Cámara de Representantes, y tampoco están los senadores más críticos con Trump, como Mitt Romney, Jeff Flake y Bob Corker. 

El gabinete radical

Esto facilitará la confirmación del gabinete de Trump, que ha propuesto para los cargos a hombres y mujeres con poca experiencia, trayectorias erráticas, problemas con la justicia, conflictos de interés y a menudo una carrera en Fox News.

Ya no hay generales ni especialistas para el Pentágono o el Departamento de Seguridad Nacional. El elegido por Trump para ser secretario de Defensa es Pete Hegseth, presentador de Fox News y veterano de las guerras de Irak y Afganistán que fue expulsado de varias organizaciones por uso de alcohol excesivo, sexismo y gestión irregular, y ha sido acusado de abusos sexuales y denunciado en el ejército como una posible “amenaza” por un tatuaje que utilizan grupos supremacistas.

La directora de Inteligencia Nacional de Trump sería Tulsi Gabbard, una ex congresista demócrata que se pasó al Partido Republicano con Trump y defendió a Bashar Asad en Siria y a Vladímir Putin en Rusia. 

El designado como director del FBI, Kash Patel, ya ha amenazado a periodistas y funcionarios y entre sus credenciales más recientes está la escritura de libros infantiles con Trump como héroe y la venta de falsos remedios contra el COVID. 

Como fiscal general, Trump ha elegido a Pam Bondi, antigua fiscal de Florida que trabajó como abogada para él, defendió sus mentiras sobre las elecciones de 2020, evitó investigar los negocios irregulares del empresario reconvertido en político en su estado después de recibir una donación y dice que perseguirá a los fiscales que han investigado al republicano. 

El secretario de Sanidad, Robert Kennedy, abogado que presiona para que la vacunación infantil no sea obligatoria y quiere eliminar el flúor del agua potable, amasó una fortuna con su negocio para promocionar bulos y falsos remedios durante la pandemia y explotó a niños enfermos para sus campañas antivacunas.

Son algunos de los nombres más conocidos y controvertidos, pero en puestos menos prominentes Trump también quiere colocar a personas menos conocidas pero igualmente dispuestas a aplicar sus ideas más radicales. 

Russell Vought, uno de los artífices del llamado Proyecto 2025 para desmontar el Estado y promocionar ideas ultraconservadoras, es el elegido para llevar la Oficina de Gestión y Presupuesto, y ya ha dicho que quiere “traumatizar” a los funcionarios, eliminar miles de puestos independientes para sustituirlos por empleados a dedo y utilizar al ejército en contra de manifestantes. 

La elegida para llevar el Departamento de Educación, Linda McMahon, es una heredera multimillonaria del negocio de lucha libre que ha sido acusada de pasividad ante abusos sexuales a menores organizados en su empresa. Su misión, según Trump, es desmantelar este Ministerio

El secretario de Energía, Chris Wright, es un empresario millonario de una compañía de fracking que minimiza los efectos del cambio climático y quiere promocionar la industria del gas y el petróleo.

Los pocos que quedan del partido más tradicional hace tiempo que se plegaron a los deseos de Trump, como el caso de Marco Rubio, el senador de Florida elegido para ser secretario de Estado y que una vez criticaba a Putin y defendía la ayuda a Ucrania. 

Los oligarcas 

Los frenos que encontrará Trump fuera de la política también están debilitados. El Washington Post, que contó y detalló las más de 30.000 mentiras y manipulaciones de Trump en cuatro años e investigó a fondo sus abusos, no se atrevió este año ni a publicar el editorial de apoyo a Kamala Harris que la sección de Opinión ya tenía escrito. 

Jeff Bezos, el propietario del Post y de Amazon, ha rendido pleitesía a Trump al igual que Mark Zuckerberg y otros empresarios, que ven una oportunidad para avanzar aún más la posición dominante de sus negocios sin tener que someterse a reglas ni en Estados Unidos ni en la UE si Trump utiliza su poder para chantajear a los europeos a su favor. 

La carrera de empresas y hasta universidades como Harvard por complacer a Trump -a menudo ofreciéndole dinero a empresas de su entorno- no tiene precedentes. Tampoco otro presidente había mantenido un control tan estrecho sobre sus negocios personales incluso después de llegar a la Casa Blanca. 

“Habrá un test de estrés incluso más serio que el anterior para nuestras instituciones democráticas en los próximos cuatro años”, decía hace unos días en una charla organizada por el Instituto de Política del King’s College de Londres Frank Sharry, estratega demócrata. “La cuestión es ¿nos convertiremos más en Polonia o en Hungría?”.

En la charla, Maria Sobolewska, profesora de Políticas en la Universidad de Manchester, le contestó “como polaca” sobre la movilización democrática en su país contra el Gobierno reaccionario y autoritario que perdió en las urnas en 2023: “La dificultad para cambiar la Constitución nos salvó. Eso vale para Estados Unidos también… Si Polonia puede ser Polonia, Estados Unidos desde luego puede ser Polonia”. 

La esperanza

Hablando con Dave Bojanowski, el autor de la pancarta de “Really?”, él reconoce que hasta a su amigo más optimista, un ingeniero, le cuesta encontrar algo positivo en este momento. Teme que Trump intente emular a Putin y maniobrar para quedarse en el poder aunque la Constitución se lo prohíba. 

Bojanowski dice que él y sus amigos tienen “miedo de la cantidad de poder que Donald Trump tratará de tomar y mantener”.

“¿Algo que le dé esperanza?”, le pregunto. “No creo que la mayoría del pueblo estadounidense quiera estar dividido…. Y tenemos alguna gente que se pondrá de pie y se negará a ser controlada de una manera autoritaria, eso me da esperanza”, contesta. “Muchos de nosotros, sé que hablo por muchos de mis amigos, queremos que pasen rápido estos cuatro años. Y dondequiera que estemos dentro de cuatro años, lo afrontaremos”. 

DM