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ESPEJITO, ESPEJITO

Hacer la vertical

Los “vertical drama” o “micro drama” son historias mega dramáticas de trama recargada, en episodios de un minuto: cada serie puede tener 600 o más.

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Hace algunos días caminaba por San Telmo, de noche y, en la esquina frente a Bar Sur, un señor de mi edad miraba en su celular una serie o una película, no quise ser demasiado chismosa, mientras esperaba algo o a alguien. Ya nos acostumbramos, pero además de requerir visión superdotada, esta forma de ver es incómoda y debería ser imposible de disfrutar. ¿Qué calidad de sonido, de imagen, de actuación, se pueden admirar en una pantallita de teléfono? Los hábitos y la tecnología se instalan y, de repente, aparecen formatos nuevos para abastecer este nicho de matar tiempo muerto en microdosis.

La última idea que empezó a romperla comercialmente en mini entretenimiento es lo que se llama “vertical drama” o “micro drama”. Son historias mega dramáticas de trama recargada, en episodios de un minuto: cada serie puede tener 600 o más. Los latinos reconocemos el formato en seguida: son telenovelas con ciertas características diferentes, por su lugar de origen. El nuevo género nació durante la epidemia de covid en China, donde se volvió una industria millonaria. Entre 2021 y 2022 se produjeron allá unas 3.000 series y en 2025 es un negocio valuado en 7 billones de dólares, con 83.000 productoras y ofrecidas por 80 apps. De a poco, el modelo se fue expandiendo a Occidente, donde por lo general toman y adaptan las tramas chinas, en el caso de Estados Unidos acercándola a sus feas soap operas, en América Latina aportando mucho más con nuestra tradición de telenovela. 

Pero, ¿de qué van los vertical dramas? Son series de géneros populares: el romance interclases, el romance sobrenatural con vampiros u hombres lobo, los conflictos de bullying y familias ricas. Es decir: María la del barrio, Crepúsculo, Betty, La Fea, Pasión de Gavilanes. A veces los algoritmos de TikTok o Instagram ofrecen un episodio para tantear: en el mero minuto ya se entiende todo. Por ejemplo, el que se ofrece gratis de Mommy Don’t Cry, Dad is Sorry (“Mamá no llores, papá lo siente mucho”) basta para enterarse de que: mamá, joven y bella, está internada en un cruel neuro psiquiátrico con su hija de pocos años, muere, le avisan al marido ahora viudo, él va a la clínica, no hay cadáver ni hija, se entera de que es padre por una carta, vemos a su actual esposa, la presunta culpable de que él no sepa de ese embarazo y quizá cómplice de haber hospitalizado a la legítima, feliz ante la desgracia y confusión. Todo en un minuto. Si alguien quiere seguir la pérfida intriga, es posible que encuentre algunos de los episodios gratis, pero jamás todos. El modelo de negocio es así: hay que continuar en una app. La app es gratuita, pero no el contenido. Los packs de episodios se compran con monedas virtuales onda casino: por ejemplo, 500 monedas son 4 dólares. Un plan puede salir 25, o se puede pedir Premium a 0.99 por semana. 

La plataforma más popular hoy es ReelShort, y acá se puede ver la oferta www.reelshort.com/shopping. Hay muchas más. Los mini dramas están pensados solo para el teléfono y se publicitan así: “✨ Todo tiene un precio… incluso el corazón. 💸💔 Amelia Cantu haría lo que fuera por salvar a su hermana, incluso aceptar el contrato más arriesgado de su vida. ¿El trato? Casarse con un multimillonario… y darle un bebé. 👶💍 📅 El Contrato del Bebé del Multimillonario estrena este 22 de febrero en #ReelShort.” La plataforma latina tiene apenas 137.000 seguidores, y la de habla inglesa 2.600, pero se espera que explote, como ya sucedió en Asia. 

¿Quiénes ven los dramas? Sobre todo personas jóvenes de entre 17 a 34 años, más mujeres que hombres pero no tan desparejo (se estima un 60/40%). Muchos son universitarios. Los entrevistados por académicos admiten que la fragmentación y la posibilidad de ver en teléfono ofrecen el deseado minuto de escapismo a la explotación laboral. Es un formato ligero y hecho para hacer dinero, comida rápida para la cabeza. Y es privado, está en tu mano, como un placer culpable. Ya tiene estrellas en ciernes como Kasey Esser, actor protagónico de Fated To My Forbidden Alpha (“Destinada a mi Alfa prohibido”), donde interpreta al hombre lobo Alpha Alexander. Kasey también tiene un gimnasio y estudio de entrenamiento en Los Angeles, porque la industria, por si no queda claro, es precaria en toda su cadena. A los trabajadores les pagan salario mínimo y una serie cuesta un promedio de US$200.000. Las actuaciones son las esperables. No hay motivo, sin embargo, para que no puedan crecer en calidad, o cambiar de géneros, o dar paso a sensibilidades indies. Hoy todo es bastante histérico y gritado y maquillado, en plan maldita lisiada pero, hay que reconocer, a veces dan ganas de terminar de ver, como con una bolsa de nachos, para chuparse la sal y la grasa de los dedos al final.  

Los mini dramas verticales son expresión de algo más amplio, más allá de su inserción como chute de opio mental en la era del trabajo fragmentado. Desde el 2020 el formato de pantalla cambió: crece el vertical por sobre el apaisado u horizontal, y es default para reels de contenido y consumo. Es un cambio importante en nuestra forma de ver: el cine y cualquier pantalla, la de televisión, la de computadora, incluso la tablet o las de entretenimiento del avión, hasta ahora todas han sido apaisadas. Primero llegó la publicidad vertical, luego TikTok y el dominio del teléfono como visor.  ¿Cómo sacamos la mayoría de las fotos? Una apaisada y otra para Instagram, decimos siempre. Si estamos viendo el nacimiento de la forma de mirar vertical, estos son sus primeros frenéticos y sobreactuados días. 

ME/DTC

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