El legado social del papa

De “¿quién soy yo para juzgarlos?” al “mariconeo” en los seminarios: Francisco, ¿el papa de los homosexuales?

Marta Borraz

24 de abril de 2025 08:56 h

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Las primeras palabras del papa Francisco con respecto al colectivo LGTBI las pronunció en un avión. Solo cuatro meses después de ser elegido el 266º pontífice de la Iglesia Católica, en su primer viaje oficial, Jorge Bergoglio respondía a los periodistas sobre este tema: “Si una persona es gay, ¿quién soy yo para juzgarla?”, dijo. A la frase, que daría la vuelta al mundo, le precedían dos condiciones –“si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad”– y una distinción entre “ser una persona gay” y el supuesto “lobby gay”, que “no es bueno”, dijo el papa, quien murió este lunes a los 88 años.

La intervención fue calificada de histórica y marcó el inicio de un papado caracterizado por los intentos de reforma y los gestos insólitos que no han sido ajenos al colectivo LGTBI. Con él se tendieron puentes que desataron una férrea oposición interna y se mostró aperturista frente a una realidad que otros pontífices despreciaron reiteradamente. Hay quienes estos días incluso lo llaman “el papa de los homosexuales”. Pero al mismo tiempo Francisco fue el máximo representante de una institución que sigue sin aceptar la diversidad y que mantiene una doctrina que excluye a las parejas del mismo sexo y a las personas trans, un corpus ideológico que no cambió en su mandato.

“Ha abierto ventanas pero no puertas”, resume Raúl Peña, portavoz de Crismhom, la comunidad cristiana LGTBI de Madrid, España. Es la percepción general de quienes siguen los pasos del pontífice desde la doble identidad de ser LGTBI y creyente. “Ha sido una de cal y otra de arena”, lo define Gema Segoviano, coordinadora del grupo de Fe y Espiritualidad de la española Federación Estatal LGTBI (FELGTBI+): “¿Ha hecho un acercamiento? Sí. ¿Ha propuesto avances? Sí. ¿Se ha quedado corto? También”, añade la activista.

Peña considera que el papado de Bergoglio ha dejado tras de sí 12 años de pontificado en los que “el colectivo LGTBI se ha visto especialmente dignificado” porque “ha abierto una rendija de la Iglesia para nosotros, nosotras y nosotres. No está abierta de par en par, pero ya hay una forma de entrar”, esgrime el miembro de Crismhom, consciente de la dificultad para implantar cambios en la institución. “En una situación compleja y en riesgo de ruptura de la Iglesia, ha sabido abrir ventanas y airear la casa”, considera sobre Bergoglio. Entre los aspectos “positivos” de su legado, destaca la declaración de finales de 2023 con la que el Vaticano permite bendecir parejas del mismo sexo.

Declaraciones ambiguas

Tras aquel “¿Quién soy yo para juzgarles?”, vinieron otras tantas declaraciones de Francisco sobre la comunidad LGTBI. Hubo de todo: el tono de muchas de sus palabras ha sido el del acogimiento. El papa se ha reunido con personas y colectivos católicos trans y no heterosexuales, a los que se ha dirigido haciendo afirmaciones alejadas del rechazo. “Toda persona es hijo de Dios, yo no tengo derecho a echar a nadie de la Iglesia. Es más, el deber es aceptar”, le dijo en un documental a una persona no binaria que le preguntaba si había lugar en la Iglesia para personas como ella. En otro momento, defendió las personas LGTBI “tienen derecho a formar una familia”.

Pero paralelamente, otras de sus intervenciones han desatado la polémica, como el “ya hay mucha mariconería dentro” de los seminarios que pronunció al justificar su 'no' al acceso de homosexuales a las formaciones sacerdotales –luego tuvo que emitir un comunicado de disculpa–. Antes, el papa había dejado otra declaración para la historia: “La homosexualidad no es un delito”, afirmó en una entrevista con Associated Press en la que se mostró crítico con los países que condenan las relaciones homosexuales. A la frase, sin embargo, le añadió: “Pero sí es un pecado” igual que “la falta de caridad al prójimo”.

Mar Griera, socióloga de la Universidad Autónoma de Barcelona y directora de ISOR, grupo de investigación de sociología de la religión, explica que “es difícil resumir en una palabra su legado” en cuanto al colectivo LGTBI porque Francisco fue “un papa ambiguo” que hizo declaraciones en un sentido y en otro. “Fue muy radical en cuestiones sociales como la migración, pero en el discurso sobre la comunidad LGTBIQ fue más ambivalente”, sostiene la experta, que aun así subraya que “en general, representa un cambio muy importante” respecto a pontífices anteriores.

Para Griera, lo más reseñable en este sentido es la actitud de “escucha y empatía” que brindó a personas del colectivo católicas, con las que se reunió en múltiples ocasiones. “Alejadas habitualmente de la Iglesia, él ha querido tener una proximidad y decirle al mundo 'sois parte de esto'”, dice la socióloga. Pero, al mismo tiempo, la implementación de transformaciones concretas y profundas “ha sido débil”: “Ha hecho gestos simbólicos importantes de acogida, pero no cambios significativos que estemos seguros de que van a permanecer porque la doctrina sigue siendo la misma”.

Parejas bendecidas, pero no matrimonio

El paso adelante de mayor calado lo dio Francisco en diciembre de 2023 con la firma de la Fiduci supplicans, una declaración con la que permitió a los sacerdotes bendecir a parejas calificadas como “irregulares”, entre ellas, las del mismo sexo. Eso sí: sin “alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio”. Con las personas trans, el Vaticano se ha reafirmado recientemente en que la transición de género “corre el riesgo de atentar contra la dignidad humana”, pero ha dado su visto bueno a que sean bautizadas y sean padrinos o madrinas. Una vez más, con la condición de que no se permita “si existe peligro de escándalo o legitimación indebida”.

Para Raúl Peña estos son “cambios importantes” para el colectivo “que nos hacen sentirnos acogidos” a pesar de que no tengan valor sacramental y no supongan una modificación de la doctrina tradicional católica, que describe los actos homosexuales como “intrínsecamente desordenados”. Esta es una de las “cuestiones pendientes” que Francisco no ha abordado: “Haría falta un cambio profundo en la doctrina sobre el ámbito sexual y que deje de centrarse en la procreación como único medio de expresión del amor. Es algo que el papa no ha llegado a hacer”, lamenta Peña.

Aun así, el integrante de Crismhom reconoce que las reformas “no han sido fáciles” debido a la fuerte oposición de los sectores ultra del Vaticano, que solo por permitir que las personas trans sean bautizadas llegaron a tachar al papa de “hereje”. En la misma línea se expresa Rubén García, gay católico y alcalde socialista de Torrecaballeros (Segovia, España): “Ha llegado donde le han dejado. Han sido avances importantes, aunque no suficientes”, apunta el hombre, cuyo balance del pontificado superpone “las luces a las sombras”: “Su posición ha sido aperturista y ha marcado un antes y un después”.

Cambio de formas, pero no de fondo

Para Gema Segoviano, de la FELGTBI+, la balanza se inclina hacia lo que aún falta por lograr. “Francisco ha tenido una mirada más amplia y ha tenido la decencia de escuchar y acercarse, algo muy diferente a sus predecesores, pero esa apertura ha sido de formas. En el fondo, los cambios profundos no han llegado y para la Iglesia el colectivo LGTBI sigue siendo algo no deseable”, lamenta esta mujer lesbiana. Ronny de la Cruz, presidente de COGAM, también hace su análisis partiendo de la comparación: “En contraste con otros sectores dentro del Vaticano y de la Iglesia, ha sido un papa que no ha atacado de forma muy directa al colectivo y ha mostrado cierta apertura y un intento de restar poder a las corrientes más reaccionarias”.

Las reacciones a la muerte del Papa se han sucedido en todos los ámbitos, también entre personas del colectivo LGTBI no creyentes, como Carla Antonelli, la primera mujer trans convertida en senadora por Más Madrid, que a través de X ha destacado su papel “atrevido e integrador con la realidad LGTBIQ+”. “El Papa que quiso escuchar a los que siempre callaron”, le ha definido Antonelli, que también ha advertido del escenario que se abre con la sucesión del pontífice –“puede sucederle su antítesis”– en un momento en el que la Iglesia debe elegir entre el viraje hacia posiciones más ultracatólicas o el mantenimiento de la línea de Francisco.

Es un temor que comparten todas las voces consultadas para este reportaje. “El miedo al retroceso en las consideraciones de la Iglesia respecto al colectivo es evidente”, sostiene Rubén García, que el pasado enero denunció que el párroco de su municipio le denegó la comunión debido a su orientación sexual. “Solo nos queda confiar en que el Espíritu Santo esté fino y tenga la capacidad de influir en la conciencia del colegio cardenalicio”, se encomienda el alcalde de Torrecaballeros.