Katerina Gordéyeva, periodista rusa: “Estamos en un momento muy oscuro de la historia de mi país”

El día que Rusia inició su invasión a Ucrania, Katerina Gordéyeva tenía a la mitad de su familia en Kiev. La otra mitad estaba en la urbe rusa de Rostov del Don, a pocos kilómetros de la frontera, donde ella había nacido en 1977.
“Ni siquiera puedo explicar lo que sentí en ese momento”, recuerda en una terraza de Barcelona. “Sentí como toda mi infancia se rompía. Nunca pude imaginar que mi país atacaría Ucrania, pero vi los tanques con mis propios ojos”.
La historia de esta reportera rusa, curtida como enviada especial a todo tipo de guerras para un canal de televisión privado en su país, es la de miles de vecinos que viven —o vivían — en una zona fronteriza y compartían un acervo y familiares a ambos lados de la frontera.
“Teníamos el mismo idioma, las mismas tradiciones y la misma mentalidad”, rememora. “Durante mi infancia Moscú estaba muy lejos, pero Mariupol, Donetsk y el mar de Azov formaban parte de mi identidad”.
Tras sufrir su primer episodio de censura en 2012, Gordéyeva decidió abandonar su país y desde entonces se ha convertido en una de las principales voces rusas contra la invasión. A día de hoy, es considerada un “agente externo” por el Kremlin debido a sus opiniones.
Nunca pude imaginar que mi país atacaría Ucrania, pero vi los tanques con mis propios ojos
Cuando Putin decidió ampliar la guerra a toda Ucrania en 2022, Gordéyeva emprendió un recorrido por Europa para hablar con las víctimas del conflicto. El resultado son 24 entrevistas compiladas en el libro Llévate mi dolor (Comanegra), un durísimo testimonio sobre el efecto que puede tener una guerra sobre las vidas cotidianas de ciudadanos anónimos.
El volumen, un crisol de los distintos dolores que ha causado el conflicto, pone nombres y biografías a la desolación abstracta que aparece en los medios sobre la guerra o, como dice ella, las historias que hay detrás de las cifras.
Explica el caso de una mujer de Mariupol que, estando embarazada, pierde a su marido y a su hija en los bombardeos y se siente culpable por haber protegido solo a su barriga y no a su hija mayor. “Cuando charlamos me dijo que era la última persona con la que iba a hablar en ruso en su vida”, recuerda la autora. “Y eso que ella era profesora de literatura rusa”.
El libro también describe la desdicha de una mujer que se queda ciega porque la alcanza un bombardeo mientras trata de rescatar a su gato o el caso de una niña refugiada en Polonia que le implora a su madre que deje de charlar sobre la guerra con la periodista y le hable de “cosas bonitas”, entre otros dramas cotidianos, la mayoría de ellos femeninos.

“Como periodista estoy siempre con las víctimas”, sostiene, “mi objetivo era recoger todos los testimonios posibles para que el día de mañana mis hijos puedan conocer la historia de primera mano, no como la cuenta la propaganda”, añade.
Gordéyeva no aborda solo una de las dos caras del dolor. La reportera entrevistó también a ciudadanos rusos rotos por el conflicto así como a ucranianos de las zonas de Donetsk y Lugansk que creían que la llegada de Moscú les iba a “liberar”.
Su voz tampoco es neutra, y aprovecha las conversaciones para recordar a los entrevistados quién es el responsable de la invasión. “Era importante para mí entender la otra parte, no culparlos y recordar que ellos también son víctimas”, sostiene. “Pero al mismo tiempo no quería presentarme como alguien externo al conflicto que solo pone el micrófono y pregunta, porque lo que está ocurriendo es también mi historia”.
La periodista es muy crítica con la propaganda rusa y su efecto tanto en su país como en las zonas del este de Ucrania. “La gente en Donetsk lleva diez años bajo las bombas y ni siquiera saben de dónde vienen”, apunta. “En una situación así, la población quiere sentirse protegida y el Estado ruso les da esa falsa sensación de protección y seguridad”.
Gordéyeva, considerada una de las periodistas independientes más relevantes de su país — su canal de Youtube tiene casi dos millones de seguidores— admite que no fue sencillo ganarse la confianza de los entrevistados ucranianos siendo ella rusa.
“Les di mi palabra de que su opinión aparecería sin alterar en el libro”, señala. “Creo que muchos accedieron a hablar porque querían que su rabia y frustración se conociera, que no quedara silenciada”.
Muchos accedieron a hablar porque querían que su rabia y frustración se conociera
La reportera se muestra muy crítica con la deriva de su país. Cuenta que tiene amigas en la cárcel por escribir poemas y que sus compatriotas incluso hablan por mensaje de texto cuando comparten un taxi ante el miedo de que el conductor sea un espía del Kremlin. “Es una locura, la vida se está convirtiendo en algo insoportable”, asegura. “Es un momento muy oscuro en la historia de Rusia”.
Mientras charlamos se está celebrando una reunión al máximo nivel en Moscú entre el Gobierno de Putin y el de Trump para alcanzar un alto al fuego en Ucrania. Gordéyeva no tiene ningún tipo de fe sobre el resultado.
“No me los creo”, responde. “Ahora mismo están hablando de minerales, territorios, metales, dinero… Pero si te fijas, no hablan de la gente, por esto no me los creo”.
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