La era Merkel en seis momentos clave

Icíar Gutiérrez

elDiario.es —
24 de septiembre de 2021 07:16 h

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Las yemas de los dedos unidas, formando un rombo. Angela Merkel no sabía qué hacer con las manos y eligió este gesto porque contenía “cierta simetría”. A algunos les gusta trazar paralelismos con su estilo, marcado por el pragmatismo y la búsqueda de consenso, pero también criticado por falta de visión política en ciertos momentos.

Tras 16 años al frente del Gobierno federal, Alemania acude a las urnas este domingo para decidir quién será el sucesor de Merkel. Una generación entera ha crecido con ella en el poder y el panorama es incierto. Tras los comicios, una vez se forme nuevo gobierno, Merkel se marchará, y con ella una cultura política y un método singular que han marcado las crisis a las que se ha enfrentado durante sus cuatro mandatos. Con sus partidarios y detractores, para muchos, es la líder europea más influyente de los últimos tiempos. Estos son algunos momentos claves de la era Merkel que llega a su fin.

La primera mujer canciller de Alemania

2005. Angela Merkel, de 51 años, hace historia al convertirse en la primera mujer y en la primera persona procedente de la antigua Alemania del Este​ que ocupa la cancillería. “Tenemos un gran potencial en nuestro país. Alemania está llena de oportunidades”, dice en su primer discurso ante el Parlamento.

Merkel se coloca al frente de su primera ‘gran coalición’ con los socialdemócratas. Cinco años antes, había sido elegida presidenta de la CDU, un cargo al que llegó tras llamar públicamente al partido a emanciparse del que había sido su mentor, el excanciller Helmut Kohl, hundido en un escándalo de financiación irregular de la formación bajo su liderazgo. “Este instante refleja su capacidad de esperar su momento”, dice Miguel Otero, investigador principal del Real Instituto Elcano.

“Merkel venía del otro lado del telón de acero y no entró en política hasta que no cayó el Muro de Berlín, con 35 años. Aterriza en la política como una marciana, en un partido muy masculino, de políticos del oeste. Era una mujer divorciada, sin hijos, protestante. Era una rareza”, dice en una entrevista con elDiario.es Ana Carbajosa, autora de Angela Merkel. Crónica de una era

A ese primer mandato le siguieron tres más: 2009, 2013 y 2018.

La canciller de la austeridad

2010. El Parlamento alemán aprueba la contribución de Berlín al plan de rescate a Grecia. Europa está inmersa en la llamada “crisis del euro”: la recesión mundial provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU había desencadenado una crisis de la balanza de pagos en la eurozona que los Estados miembros no pudieron contrarrestar devaluando su moneda. Merkel pronuncia una de sus frases más célebres: “Si fracasa el euro, fracasa Europa”.

La canciller se mantuvo en la ortodoxia alemana, pero con “flexibilidad táctica”, según explica Otero. “Tradicionalmente, Alemania siempre se resistía a que hubiese algún tipo de fondo de rescate europeo. Durante mucho tiempo, Merkel fue la señora del ‘no’, se resistía a un endeudamiento común europeo, y exigía mucho en las reformas. Pero, en muchos momentos, dijo ‘sí’, cuando veía que el euro corría peligro, con Grecia a punto de salirse de la unión monetaria, ella, que se había ganado la confianza del electorado alemán, cruzó varias líneas rojas”.

En aquellos años, Merkel proyecta una imagen internacional de “canciller de hierro”, exhibe la cara más implacable de las duras políticas de austeridad impulsadas por Berlín –con las que decía al contribuyente alemán que estaba cuidando su dinero–. Se convierte en una villana internacional en muchos países del sur de Europa, rememora en su libro Carbajosa, que fue corresponsal de El País en Berlín y en Bruselas. “Dejó de ser parte de la solución para convertirse en el Problema con mayúsculas. Encarnó el rostro de la austeridad más desalmada. Berlín insistía en que, sin reformas estructurales, de poco servía inyectar dinero”.

“El sociólogo Ulrich Beck la apodó entonces ‘Merkiavel’ para cargar duramente con un liderazgo cargado de dilaciones y concepciones morales sobre cómo se debía afrontar la crisis”, recuerda Carme Colomina, investigadora principal de CIDOB. A su juicio, Merkel “impuso la Europa alemana, pero la UE resultante de aquella crisis fue una unión más desigual y dividida, desde una lógica de países deudores y acreedores, que erosionó profundamente la idea de solidaridad europea”. Carbajosa coincide en que se abrió una herida que aún no ha cicatrizado, sobre todo entre el norte y el sur de Europa. “Pero también, con el paso de los años, tanto sus detractores como sus partidarios consideran que es una figura que ha tratado de mantener Europa unida en todo momento”.

Fukushima, un giro de 180 grados

2011. Las imágenes del desastre nuclear de Fukushima, Japón, llegan a Alemania. Están a punto de derrumbar los pilares de la política energética del país. Tres días después de la catástrofe, Merkel anuncia que suspenderá la extensión recientemente aprobada de la vida de las centrales nucleares. La líder alemana, defensora hasta entonces del uso de la energía atómica y exministra de Medioambiente en los 90, ha cambiado de opinión repentinamente. “[Fukushima] Nos ha enseñado que los riesgos que se consideraban absolutamente improbables todavía no son imposibles”, dice a los periodistas.

Es un giro de 180 grados. El Gobierno de Merkel venía de revertir en 2010 la decisión del último gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes de eliminar gradualmente la energía nuclear. 

“Toma una decisión radical acorde con la tendencia del pueblo alemán de preocuparse por el clima. Pero es una bandera de los Verdes que ella coge, se presenta como alguien que incorpora la agenda verde. Iba en contra de la posición de la CDU, y se enfrenta al establishment y las bases de su partido”, dice Otero.

Matt Qvortrup, autor de la biografía Angela Merkel: Europe's Most Influential Leader [Angela Merkel: la líder más influyente de Europa] coincide en que la decisión también fue fruto de un cálculo político. “Los Verdes eran vistos como un potencial socio de coalición. Hace tiempo que exigen el abandono progresivo de la energía nuclear. Así que era una decisión políticamente comprensible. Sin embargo, no se pensó bien en las implicaciones”.

Merkel ha cambiado de postura en varias ocasiones a lo largo de su carrera: pasó con Fukushima, pero también en otras cuestiones, por ejemplo, con las cuotas obligatorias para mujeres en los consejos de administración. Según sus críticos, el coste de su éxito ha sido una erosión del panorama político: al apropiarse de las políticas de otras formaciones, ha hecho que los partidos tradicionales de Alemania sean cada vez más indistinguibles.

En junio de 2011, el Bundestag da el espaldarazo definitivo al 'apagón' nuclear para 2022.

Todavía quedan seis centrales nucleares en Alemania. Para finales del año próximo, no habrá ninguna. Según la revista Nature, la decisión ha hecho que la descarbonización sea aún más difícil de lograr, pero los partidarios argumentan que el plan impulsó un auge de las fuentes de energía renovables que no se habría producido de otro modo.

“Podemos hacerlo”

2015. La adolescente palestina Reem Sahwil rompe a llorar en un encuentro con Merkel. Tras decir que no sabe si será deportada a Líbano tras varios años de Alemania, la canciller acaba de decirle que Alemania no puede acoger a todas los refugiados “y algunos tendrán que regresar”. Merkel se acerca a consolarla. El vídeo se vuelve viral y muchos la acusan de frialdad y falta de empatía.

Aquel año, más de un millón de migrantes y refugiados, la mayoría de los cuales han huido de la persecución y los conflictos en Siria, Afganistán o Irak, llegan a Europa. El foco se desplaza hacia la tragedia de quienes tratan de llegar a las costas europeas, la llamada “crisis de los refugiados” copa titulares y provoca turbulentos debates políticos en el continente.

Merkel decide no cerrar las fronteras: 890.000 solicitantes de asilo logran cruzar al país ese año. Promueve políticas basadas en la necesidad moral de atender a quienes huyen de la guerra y pronuncia otra frase para la posteridad: “Wir schaffen Das”, algo así como “podemos hacerlo” o “lo conseguiremos”. “Si tenemos que disculparnos por mostrar una cara amable en situaciones de emergencia, entonces este no es mi país”, dice en otra ocasión. 

Esa cara amable, que contrasta con otras posturas más duras y de rechazo, despierta admiración en todo el mundo. La revista Time la nombra personaje del año 2015. Pero en Europa se abre una brecha, particularmente con los países del este. En Alemania, las deportaciones se endurecen. Berlín impulsa el polémico acuerdo con Turquía para frenar la llegada de refugiados que hizo saltar todas las alarmas. El flujo se desploma. El sistema de reparto acordado en la UE fracasará dos años después. 

“Fue la primera vez que Merkel se quedó sola en su intento de liderar el compromiso europeo con la recepción de refugiados de la guerra siria. El ‘podemos hacerlo’ de la canciller se convirtió en una nueva conciencia de los límites de su poder. Sus socios europeos no la siguieron”, dice Colomina. “Aquella crisis y aquella falta de solidaridad colectiva se tradujeron en un endurecimiento de la política migratoria en la UE, que Merkel también secundó con el acuerdo con Turquía”. A juicio de Otero, la líder alemana “dejó que el problema llegara a sus puertas, una constante en ella”. “Intentó convencer de que se puede lograr, y después buscó una solución pragmática con Turquía. Pero no iba al problema de fondo. La política de asilo y refugio de la UE no está resuelta”.

Karl Kopp, director de Asuntos Europeos de Pro Asyl, la mayor organización de defensa de los migrantes en Alemania recuerda que el historial de Merkel en materia migratoria es desigual.

“Antes de 2015, no se preocupaba por los solicitantes de asilo. En septiembre de 2015, Merkel dio una respuesta correcta y humana. Pero ya desde octubre, fue la arquitecta europea del cínico acuerdo con Erdogan. También fue decisiva en el cruento acuerdo con Libia en 2017. En resumen, en el círculo de Estados de la UE predominantemente reacios a aceptar refugiados en Europa, el Gobierno de Merkel es uno de los más receptivos. Pero Merkel se equivoca al llevar el título internacional de 'canciller de los refugiados”.

Para Qvortrup, aquella crisis fue el “mejor momento” de Merkel. “Alemania acogió a más de 1,5 millones de refugiados entre 2015 y 2017. Estos contribuyeron masivamente a la economía y la mayoría de ellos tienen ahora empleos estables. Pero tuvo implicaciones políticas”.

La crisis política en Alemania es enorme, también dentro de su partido, y Merkel sale muy debilitada. Los círculos de ultraderecha se radicalizan aún más, con ataques a los refugios en los años siguientes. En 2019, un neonazi asesina al político conservador Walter Lübcke, amenazado por defender la acogida de refugiados.

El partido antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD) avanza. En las elecciones de 2017, la ultraderecha entra por primera vez en el Parlamento desde la Segunda Guerra Mundial como tercera fuerza política. 

Contra el odio

2019. Merkel, conocida por su personalidad hierática, pronuncia un apasionado discurso ante el Bundestag alertando del peligro del discurso extremista. “La libertad de expresión tiene sus límites. Esos límites comienzan cuando se propaga el odio. Empiezan cuando se viola la dignidad de otra persona”. Un año antes, dice que Alemania sigue sufriendo el “extremismo de derechas” más de siete décadas después de la derrota del nazismo, y alerta de que el discurso de odio político “juega con fuego, porque quien siembra violencia con palabras corre el riesgo de cosechar violencia”. Merkel es blanco de los abucheos furiosos de la ultraderecha.

La canciller ha mantenido hasta el final de sus mandatos un estricto cordón sanitario a la ultraderechista AfD. Pactar con ella no entra en las quinielas de coaliciones tras las elecciones del 26 de septiembre.

En 2016, Merkel anuncia que se presentará a un cuarto mandato como canciller en los comicios de 2017. Han pasado pocos días desde la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses y todos los focos habían girado hacia ella. Es vista como una fuerza estabilizadora en medio de la incertidumbre.

“Decidió dar un nuevo giro en 2017 tras una reunión con Barack Obama, que la convenció de que debía quedarse para ser un contrapeso a Trump. Y lo consiguió. La política consiste en resolver problemas, pero también va de emoción. Y a veces Merkel no ha sabido apreciar esto”, opina Qvortrup.

Unos meses después, la canciller afirma que la UE debe “tomar las riendas de su destino”.

En 2018, una foto del G7 del Gobierno alemán da la vuelta al mundo: muestra a Trump, con los brazos cruzados, sentado y rodeado por un grupo de líderes mundiales y sus asesores. Merkel está en el centro del escenario, con los brazos plantados sobre la mesa. Para muchos, la imagen resume la situación: es Trump contra el mundo.

“Hubo momentos en que no había entendimiento entre los dos”, dice Otero. “La relación trasatlántica, que es muy importante para Alemania, se enfrió. Ella asume riesgos por convencimiento y siempre se resistió a esa visión de una nueva Guerra Fría, a un seguidismo americano de ver a China como amenaza. Hizo de contrapeso, defendiendo el multilateralismo, el orden internacional y el Estado de derecho”.

Una científica a los mandos

2018. Merkel anuncia que esta será su última legislatura como canciller de Alemania. Su partido se ha visto debilitado tras las recientes derrotas en elecciones regionales. Parecía el ocaso de Merkel, pero su reto más difícil en 16 años estaba por venir.

Queda apenas año y medio para las elecciones que pondrán fin a su mandato. Es marzo de 2020, la canciller se dirige a los ciudadanos por televisión. La lucha contra el coronavirus, dice, es el mayor desafío de Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial: “La situación es grave”.

Alemania es alabada por su gestión durante la primera ola, cuando las medidas mantuvieron las tasas de infección y el número de muertos relativamente bajo en comparación con los países vecinos. Merkel, que estudió Física antes de dar el salto a la política, vuelve a brillar y sobresale por sus explicaciones.

“En sus últimos años en el poder, Merkel ha sabido humanizarse. Ha hecho esfuerzos para conectar con sus ciudadanos y empatizar en un momento de incertidumbre máxima como es la pandemia”, dice Colomina.

Con la llegada de la segunda ola, el virus expone las debilidades y las fortalezas del sistema federal. Merkel presiona para que haya medidas más estrictas, pero hay diferencias con los líderes regionales.

“No puede ser que ahora antes de navidades tengamos muchos contactos y después sean las últimas navidades con los abuelos”, dice en otro discurso inusualmente emocional en el Bundestag.

“Alemania lo ha hecho bien en comparación con otros países. En este caso, tener una científica al frente es positivo. Sin embargo, ha tenido dificultades, ya que muchas decisiones deben ser tomadas por los estados federados”, dice Qvortrup.

El país sufre en los primeros momentos de la campaña de inmunización. Merkel defiende la compra conjunta de vacunas de la UE para todo el bloque. Su gobierno también recibe críticas por oponerse a suspender temporalmente las patentes de las vacunas tras el giro de EEUU.

Merkel respalda el endeudamiento común decidido por la UE en su plan de reconstrucción contra la pandemia. “Va en contra de la postura alemana de siempre, apoyada por el hecho de que ya no se tiene que presentar a las elecciones. Explica que es una pandemia no vista en 100 años, que hay que invertir”, dice Otero. “Con la negociación de los fondos europeos, ha demostrado haber aprendido de los errores cometidos en la crisis financiera, donde la dilación, las dudas y la infravaloración de la capacidad de contagio de la crisis recrudecieron la duración y los costes económicos y políticos de la austeridad. Con la crisis del coronavirus, Merkel lideró en la UE una negociación económica sin precedentes”, dice Colomina.

El liderazgo de Merkel, recuerda la experta, está inevitablemente ligado a “las crisis existenciales que han azotado el proyecto europeo” en los últimos 15 años. “Ningún otro país tiene tanta capacidad de influencia en la UE como Alemania. Pero, a la vez, cada una de las crisis refleja también la propia evolución de Merkel, de su liderazgo, y de su aproximación a la UE”.