Esta pequeña isla caribeña esconde uno de los tesoros de la inteligencia artificial

Carlos del Castillo

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Una revolución tecnológica en ciernes, nuevas capacidades sanitarias, un posible drama en el empleo, delitos que antes eran imposibles. El mundo entero mira de frente o de reojo al barco de la inteligencia artificial (IA). Quien puede, se compra un pasaje: la inversión de los fondos en empresas o valores relacionados con esta tecnología se ha disparado, así como la creación de firmas con ideas para explotar ese capital. Como la de la piratería, esta edad de oro de la inteligencia artificial también tiene una base secreta en el Mar Caribe, aunque esta vez no es la isla de Tortuga.

Es Anguila, un territorio británico de ultramar a unos 250 kilómetros al este de Puerto Rico. De 26 kilómetros de largo y apenas cinco en su punto más ancho, la isla se ha convertido en la residencia más deseada de innumerables tripulaciones tanto de startups como de trasatlánticos digitales. El secreto es su dominio web: las páginas registradas en Anguila son las únicas que pueden llevar el .ai (siglas en inglés de artificial inteligence).

Hasta que su potencial empiece a consumarse, la batalla de la inteligencia artificial se juega en el terreno de la imagen. Por eso, el .ai se ha convertido en un dominio fundamental para cualquiera que se precie de querer ser un actor relevante en la industria. Desde los Google.ai, Microsoft.ai o Facebook.ai hasta actores más pequeños, como Character.ai o X.ai (la nueva empresa de inteligencia artificial de Elon Musk). Todos fondean en las playas de Anguila.

En 2021, antes del boom de la IA, los dominios .ai reportaron a la economía de la isla 6,7 millones de euros, de acuerdo con sus registros públicos. Los presupuestos del Gobierno de Anguila preveían que los ingresos siguieran creciendo para este 2023 hasta los 7,9 millones. Pero eso fue antes de la irrupción de ChatGPT y el resto de inteligencias artificiales generativas: ahora, prevé que se superen los 28 millones de euros, según ha explicado su regulador a Bloomberg.

Esa cifra colocaría el registro de dominios .ai cerca de suponer el 30% de los ingresos de a administración de la isla, así como un 10% de todo PIB, que Naciones Unidas estima en unos 280 millones de euros. Con el auge de la inversión y las patentes relacionadas con la inteligencia artificial, las previsiones de la isla es que esta fuente de ingresos siga multiplicándose en el futuro.

En total, los nuevos .ai se han doblado en el último año hasta rozar los 300.000. Pese a este gran crecimiento, sigue siendo una muy lejana a la que registran los principales dominios. Según los datos de Red.es, la institución española que gestiona los .es, en Internet hay dos millones de páginas en total con esta bandera española. El líder absoluto, el .com, está registrado en más de 160 millones de webs.

La ruleta de los dominios

Hasta ahora la economía de Anguila está basada en el turismo, impulsado por sus playas de arena blanca y sus arrecifes de coral. Desde 1995 gestiona los registros del .ai, después de que este le fuera asignado por el Icann (siglas en inglés de Corporación de Asignación de Nombres y Números de Internet).

El Icann es una organización sin fines de lucro formada por representantes gubernamentales, la industria digital, universidades y especialistas técnicos. Aunque es prácticamente desconocida, es la encargada de coordinar un gran número de aspectos clave de la infraestructura de Internet a nivel global.

Uno de ellos, quizá el más conocido, es la asignación de los nombres de domino. Aunque no ha sido el caso de Anguila, que recoge los frutos de una popularidad del .ai que era difícil de prever en 1995 —un golpe de suerte que también han disfrutado pequeños territorios como Tuvalu, una nación insular del Pacífico que gestiona el .tv; o el Territorio Británico del Océano Índico, un conjunto de 60 islas muy escasamente pobladas pero de gran importancia militar para gran Bretaña a las que se les asignó el .io, muy de moda entre iniciativas tecnológicas—, este trabajo no ha estado ni mucho menos exento de polémicas.

Una de las más longeva fue la de Amazon con los ocho países de la cuenca amazónica, que batallaron durante siete años por el control del dominio .amazon. La multinacional reclamó el uso para sus negocios, pero los estados lograron congelar la petición al alegar que el .amazon debía tener una gobernanza compartida Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, que defiende los intereses de la región y sus pueblos originarios.

Tras ese largo impase, el Icann le concedió el .amazon a Amazon, lo que provocó airadas quejas de los países sudamericanos. “El nombre de Amazonas, en cualquier idioma, es parte del patrimonio cultural y la identidad de los países amazónicos”, expresó Colombia, que denunció que la decisión unilateral del Icann ponía en duda “su credibilidad” y amenazó con apoyar a instituciones alternativas para la gestión de Internet. Esto no llegó a concretarse, mientras Amazon prometió una serie de regalos a los pobladores de la Amazonia, como varios millones de libros electrónicos.

En la actualidad, el Icann se encuentra negociando la estandarización de los nuevos dominios de alto nivel, como el .barcelona, el .surf o el .pizza, para que puedan ser utilizados en cualquier lengua y alfabeto del mundo. El .ia, las siglas en español de inteligencia artificial, no está asignado a ningún país.