Hay quien dice que es suicida. Hay quien cree que era la única opción. Tras la estrepitosa derrota en las municipales y autonómicas, Pedro Sánchez acaba de anunciar un adelanto electoral. El 23 de julio, medio año antes de lo esperado, volveremos a votar. Es una inesperada jugada de alto riesgo, que puede que no sirva para parar la ola reaccionaria, pero que responde a una lógica sencilla de explicar. En resumen: Sánchez cree que, en dos meses, el PSOE tendrá más opciones que en seis.
¿Los cálculos que llevan a esta conclusión? Primero, los números. El PSOE está a solo tres puntos y 750.000 votos del PP, en una foto fija donde la izquierda no ha estado movilizada: la derecha ha votado como si fueran unas generales, mientras que la izquierda no. Y no me refiero solo al voto en aquellas autonomías donde la derecha ha arrasado: hablo de Catalunya y Euskadi, donde la derecha española no rasca nada y la participación ha sido sensiblemente menor.
Hay también votantes que no actúan igual en las autonómicas y municipales que en las generales. El ejemplo más evidente es la Comunidad de Madrid, donde parte del electorado de Más Madrid suele regresar al PSOE cuando se votan generales.
A pesar de lo que parece, a pesar de la enorme pérdida de poder, la distancia en votos entre el PP y el PSOE no es tan grande como para que Sánchez no pueda remontar.
La segunda razón tiene que ver con el estado de ánimo: aprovechar el shock para movilizar a la izquierda. Cambiar lo más rápido posible el marco del debate. Lanzar la resistencia desde el momento siguente a la derrota, en vez de esperar a que el triunfo de la derecha se asiente. Aguantar a final de año significaba también que todo el poder institucional que el PP y Vox han ganado empiece a asar al Gobierno a fuego lento.
La tercera razón de Pedro Sánchez tiene que ver con la calamitosa situación del resto de la izquierda. A la que le ha ido bastante peor que al PSOE, y donde sigue sin estar claro qué piezas conformarán Sumar. Aún es una incógnita si habrá un acuerdo de Yolanda Díaz con Podemos, o si el partido de Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Iglesias se presentará en solitario, con muy pocas opciones aparentes de llegar siquiera a conseguir grupo parlamentario, por los datos que hemos visto este domingo y los fundamentos del reparto provincial.
Para Yolanda Díaz la decisión que tiene por delante no va a ser fácil. Porque se da una curiosa contradicción. Las opciones de repetir el gobierno de coalición son en teoría mucho mayores si se alcanza un acuerdo con Podemos. Aunque en Sumar hay quien cree que sus números serían mejores sin Podemos dentro. Pero la decisión de Pedro Sánchez provoca de entrada una consecuencia muy directa: que sea lo que sea, tendrá que ser ya. Sumar y Podemos no van a poder retrasar este debate mucho más, con el desmoralizador espectáculo que ese choque supone para toda la izquierda. Tienen solo diez días para aclararse; están obligados a ese plazo por la ley electoral.
Con este maremágnum, con estos datos sobre la mesa, Pedro Sánchez ha preferido lanzarse a tumba abierta: a la victoria inesperada o a la derrota final. Es coherente con su carácter y con histórica manera de actuar. La otra opción era cocerse a fuego lento durante seis meses, con una jaula de grillos a su izquierda y otra en el PSOE, por la pérdida de poder institucional.
Es una operación suicida. Pero no parece que la alternativa sea mejor.