Era una escopeta de caza como la que sirvió para asesinar a Dom Phillips y Bruno Pereira y apuntaba directamente al pecho de Julia Kanamari. “Tú serás la siguiente”, recuerda que gritó el pistolero, con los ojos desorbitados, después de que Kanamari viera cómo sacaba del territorio indígena del Valle del Javari, en la Amazonia brasileña, un barco cargado de tortugas de río cazadas ilegalmente.
Era una mañana de noviembre y la líder indígena, que en este reportaje no se identifica con su nombre real para mantener su anonimato, no había dudado en enfrentarse al hombre después de verlo a él y sus dos cómplices en el río Itaquaí, la misma vía fluvial en la que el periodista británico y el experto indígena brasileño fueron asesinados a tiros el pasado mes de junio.
“Estaba defendiendo nuestro territorio. No me importaba lo que pudiera pasar”, explica Kanamari, que pidió no ser identificada: “Le dije que no temía que me mataran”.
Se cumplen seis meses de la muerte de los dos hombres y la posibilidad de morir asesinado por desafiar a los forajidos medioambientales que saquean los ríos y las selvas del Valle del Javari sigue siendo demasiado real.
El asesinato de Phillips y Pereira provocó la indignación internacional y puso de manifiesto la catástrofe medioambiental que ha tenido lugar durante la presidencia de Jair Bolsonaro, con un ritmo de deforestación que ha alcanzado cifras récord.
Tras la denuncia de la desaparición de los activistas, las autoridades brasileñas ordenaron el despliegue de agentes de policía, el ejército y la marina brasileña con días de retraso. Los cuerpos de los dos hombres fueron recuperados tras 10 días de búsqueda y con un operativo que contó con el apoyo de la población indígena. Los tres presuntos asesinos deberán comparecer ante el tribunal el mes que viene para una vista preliminar.
“Todo como antes”
Sin embargo, los activistas afirman que las fuerzas de seguridad ya han abandonado la zona en su mayor parte y han dejado a los activistas indígenas peligrosamente expuestos a las mafias de la pesca y la minería ilegales. El objetivo de estas mafias es hacerse con las tierras ancestrales indígenas y, presuntamente, cuentan con el apoyo de las oscuras redes de narcotráfico que dominan la región fronteriza entre Brasil, Colombia y Perú.
“Hubo un momento de calma [tras los asesinatos], con toda la cobertura mediática. Pero luego todo siguió como antes, o quizá incluso peor”, lamenta Kanamari.
Eliesio Marubo, otro líder del Valle del Javari, amigo de Pereira, señala que tras los asesinatos pensó que estas muertes servirían para que las autoridades tomaran conciencia de una crisis, en gran parte oculta, que tiene lugar en una región remota que alberga la mayor concentración de pueblos aislados del mundo. “Por desgracia, me equivoqué”.
Marubo, activista y abogado de 42 años, huyó de Javari a mediados de junio, horas después de que se encontraran los cadáveres de los dos hombres en la selva. “No quería quedarme para que me asesinaran a mí también... [así que] lo dejé todo”, explica. Seis meses después, Marubo no ha podido volver a su casa en Tabatinga, la ciudad fronteriza cercana a donde se produjeron los asesinatos.
“Cada vez estoy más preocupado. No hemos visto ninguna mejora, de hecho, la situación se ha deteriorado. Cualquiera que tenga una conexión con el Valle del Javari está en peligro”, indica Marubo, señalando que en el transcurso de una semana de septiembre diez personas recibieron disparos en Tabatinga.
“Es un caos”, afirma al hablar de una región en la que abundan el contrabando de drogas y los delitos medioambientales: “Una locura”.
Cauto optimismo
Los activistas de la Amazonia expresan un cauto optimismo ante la posibilidad de que la llegada del nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que tomará posesión de su cargo el 1 de enero, suponga una mejora para territorios indígenas como el de Javari. El veterano izquierdista ha prometido crear un ministerio para los pueblos nativos, reconstruir las agencias indígenas y medioambientales destruidas bajo el mandato de Bolsonaro, y erradicar la minería ilegal y la deforestación.
La política que se perfila como ministra de Medio Ambiente de Lula, Marina Silva, dijo recientemente a The Guardian que el nuevo Gobierno de Brasil tratará de honrar la memoria de los mártires de la selva tropical, como Phillips y Pereira, tomando medidas para proteger la Amazonia.
“Ha aparecido un pequeño rayo de esperanza al final del túnel y esa esperanza es Lula”, dice Gleissimar Castelo Branco, un activista de la región donde fueron asesinados el periodista de The Guardian y su guía brasileño.
Fábio Ribeiro, coordinador de Opi, el grupo de defensa que Pereira ayudó a fundar para defender a las comunidades indígenas aisladas, instó a Lula a lanzar una “intervención federal” completa en el Javari con la participación del ejército, la policía y la agencia indígena Funai.
En este sentido, Ribeiro subraya que Bolsonaro había debilitado esta agencia hasta tal punto que cada uno de los agentes responsables de la vigilancia de las comunidades indígenas aisladas era responsable de vigilar 700.000 hectáreas de tierra.
“Es ridículo”, señala Ribeiro, que solicita que se refuercen los equipos de vigilancia de los indígenas, como el grupo sobre el que informaba Phillips cuando fue asesinado.
Próximas decisiones
Marubo considera esencial un despliegue de fuerzas de seguridad durante dos años para controlar la violencia. “Justo al comienzo de su mandato, Lula va a tener que tomar varias decisiones con respecto a la seguridad de las personas en esta región”, dice el activista, que trabajó con Pereira en la ONG indígena Univaja. “Va a tener que decidir si las cosas se quedan como están -con la total ausencia e ineficacia del Estado- o si toma medidas de emergencia”.
Por otra parte, cree que la policía debería hacer más esfuerzos por identificar a los autores intelectuales del asesinato de Phillips y Pereira, y no sólo a los hombres armados que les dispararon.
“Esos tres hombres no son nadie en estas redes de crimen organizado”, señala al hablar de los tres sospechosos que están entre rejas acusados de homicidio agravado: “Los peces gordos siguen ahí fuera”.
A finales de noviembre, la policía habría detenido al contrabandista de tortugas sospechoso de amenazar al líder kanamari, aunque posteriormente se cree que fue liberado. Se le llamó Romário da Silva Oliveira y es primo de de Amarildo da Costa Oliveira, el hombre acusado de disparar a Phillips y Pereira.
“Esta banda sigue operando y amenazando a las personas con total libertad”, denuncia Ribeiro, un antropólogo que pasó más de una década trabajando en Funai.
Seis meses después de un crimen que conmocionó al mundo, tal anarquía e impunidad significa que los activistas indígenas de los Javari siguen en la línea de fuego: vulnerables, olvidados, pero decididos a continuar su lucha contra los que saquean sus tierras. “Y una vez más, están solos”, dice Castelo Branco.
Traducción de Emma Reverter