OPINIÓN

3J: En el país del Nunca Más, el #NiUnaMenos resiste y crece

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Toda acción genera una reacción igual, pero en sentido opuesto. Conocida como principio de acción y reacción, esta frase es la tercera de las leyes de la física postuladas por el físico y matemático inglés Isaac Newton en 1687, que describen los movimientos de los cuerpos en un espacio lineal.

La fórmula de la tercera ley es: F1-2 = ­F2-1

Desplegada, significa que la fuerza del cuerpo 1 sobre el cuerpo 2 (F1-2), o fuerza de acción, es igual a la fuerza del cuerpo 2 sobre el cuerpo 1 (­F2-1), o fuerza de reacción. La fuerza de reacción tendrá la misma dirección y magnitud que la fuerza de acción, pero en sentido contrario a esta.

Toda acción genera una reacción: el corte previo de la frase permite trasladar el principio al ámbito de lo social y de lo político para abordar la pregunta: ¿por qué nos siguen matando?

La reacción contra las acciones de los feminismos es desproporcionada, como lo fue en todas las protestas, rebeliones, revoluciones, piquetes y otras manifestaciones populares, en las que las fuerzas represivas actuaron en consecuencia y, sin embargo, no pudieron matar las ideas, ni avanzar sobre todos los cuerpos, ni doblegar a todos los pueblos.

Se trata de una reacción conservadora: la del patriarcado que no soporta la pérdida de privilegios. La del capitalismo que necesita que se mantenga un statu quo para seguir depredando.

Por eso, el #NiUNaMenos es una acción política. Porque va contra los poderes reaccionarios.

Las cifras gritan: el conteo realizado por los distintos observatorios que miden los caso arroja número que se acerca a las 2.000 víctimas de femicidios en siete años, desde el primer #NiUnaMenos, el 3 de junio de 2015, una convocatoria que surgió de periodistas y militantes tras la muerte de Chiara Páez, hasta fin de mayo de 2022. Ese total incluye femicidios vinculados y transfemicidios, categorías que se fueron sumando.

Según un informe del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina realizado por la Oficina de la Mujer (OM) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), en 2021 se registró un total de 251 femicidios, lo que promedia un crimen con motivos de género cada 35 horas y representa un 13 por ciento menos a la cantidad de casos registrados en 2020.

Lo que aumentó en plena pandemia es el porcentaje de femicidios causados por la pareja de la víctima. La convivencia de parejas y familias forzada durante el encierro en pandemia agravó la situación de violencia de género prexistente y al mismo tiempo evidenció otra disparidad de fuerzas: las mujeres cargan con el 70 por ciento de las tareas domésticas y cuidados, es decir, el trabajo invisible, aun en aquellas mujeres con trabajos pagos, estables o en la economía informal, doblemente precarizadas.

Las categorías de análisis y de estadísticas que incluye hoy el concepto de #NiUnaMenos no solo refiere a las muertes de mujeres sino también a la de personas trans, del colectivo LGBTQI+, hijas, hijos y masculinidades, y considera toda la cadena de violencia de género que deriva en esa situación extrema, y que abarca las distintas formas de violencia: simbólica, psicológica, económica, física.

Los casos de hombres que se suicidan después de matar a mujeres es un dato a tener en cuenta si se piensa en acción y reacción, así como las muertes producidas por miembros de las fuerzas de seguridad y el impacto del uso de armas de fuego. Por eso, una vez más, en el marco de la violencia de género, toda acción genera una reacción desmesurada.

El Sur le enseña al Norte: exporta derechos. Y la Argentina es un país modelo por su práctica y su historia de reclamos en las calles.

Es importante mirar en simultáneo el avance de las ultraderechas en el mundo y el retroceso de algunos de los derechos fundamentales que los feminismos fueron obteniendo a lo largo de la historia. Como ocurre en Estados Unidos, país del #MeToo, con el intento de dar marcha atrás de las leyes de aborto. O en El Salvador, país penalizado por organismos de derechos humanos por las leyes restrictivas y el punitivismo extremo, como lo muestra el documental Cuerpos juzgados, de la periodista Mariana Carbajal.

Pero la acción continúa y los feminismos resisten y avanzan. México, con el #NoesNo; Colombia se suma a los países latinoamericanos en aprobar una ley de interrupción voluntaria del embarazo.

El Sur le enseña al Norte: exporta derechos. Y la Argentina es un país modelo por su práctica y su historia de reclamos en las calles: esa sana costumbre de ocupar el espacio público que hoy, 3J, después de dos años de pandemia, vuelve a convocar el reclamo, a amplificar el grito.

Ocurrió en las gestas de la Independencia, movimientos obreros, todos los –azos (del Cordobazo a los cacerolazos), las Madres de Plaza de Mayo, la Marcha blanca de los docentes.

Hoy, las banderas, flyers y pancartas vuelven y trenzan reclamos. Se escucha, y se lee, en las calles y en las redes, con frases que son más que consignas: “libres, vivas y desendeudadas nos queremos”. “Que paguen los que las fugaron”. “El estado es responsable”.

Toda acción genera una reacción, pero muchas acciones engendran otras, y los feminismos, con el #NiUnaMenos como nave insignia, maternaron acciones que derivaron en leyes como la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, la Ley Micaela, la Ley de IVE. Y también, los paros de mujeres el 8M.

En el país del Nunca Más, estuvieron dadas las condiciones de posibilidad del #NiUnaMenos que también logró expandirse a través de esas otras calles, las virtuales, y se pintó de verde pañuelo. Ese pañuelo de las pibas que revolucionan, un pañuelo intergeneracional que anida aquel otro, el de las Madres. Las que siempre supieron que, contra toda fuerza contraria, contra toda reacción, se trata de resistir.

GS