En medicina, quimerismo se denomina al proceso mediante el cual el ADN de un donante se mezcla con el del receptor. Una de las formas en que esto ocurre es a través de un trasplante de médula ósea. Y esto fue lo que me ocurrió a mí la mañana del 13 de diciembre de 2019, cuando recibí la médula de mi hijo Mateo, y que me permitió sobrevivir a una leucemia que por segunda vez insistía en sacarme de este mundo. Además de dejarme seguir entre los vivos, el trasplante me dio un ADN nuevo, el de mi hijo, es decir un ADN masculino. Si, desde hace cinco años conviven en mí dos ADN, masculino en la sangre y femenino para el resto.
No soy transgénero, ni intersex. Sigo siendo la misma de antes sólo que si se analiza mi sangre es la de un varón, más precisamente la de mi hijo. Si, lo sé, rarísimo.
Esta mañana juega en Francia la boxeadora taiwanesa Lin Yu-ting. Ayer lo hizo la argelina Imane Khelif. Desde que Khelif dejó fuera de los Juegos Olímpicos a la italiana Angela Carini, sobre ellas cayó lo más rancio de lo rancio, ese ejército de los siempre dispuestos a desplegar toda su crueldad.
Imane Khelif y Lin Yu-ting fueron excluidas del pasado Mundial de Boxeo de Nueva Delhi de 2023, por la Asociación Internacional (IBA), bajo un cuestionado argumento de que ambas tenían cromosomas XY, el de los hombres, como yo tengo en mi sangre.
No sabemos si tienen alguna condición que eleva su nivel de testosterona, o sí, como yo, han tenido algún quimerisimo y por esa razón su ADN es masculino. Sí sabemos, porque las dos lo repitieron una y otra vez, que no son ni transgénero ni intersex. También que el Comité Olímpico las aceptó para competir en la categoría de mujeres, decisión que ratificó ayer luego de pelea de Khelif y la polémica que le siguió.
También sabemos que en 46 segundos, el tiempo que necesitó Khelif para dejar fuera de carrera a la italiana, fueron más que suficientes para que sobre ellas se desatara la tormenta perfecta. Es que además de no entrar en los parámetros de lo que se cree “normal” para una “mujer” –con todas las comillas–, Imane Khelif y Lin Yu-ting son boxeadoras y para colmo de males, una argelina y la otra taiwanesa. Y ahí entonces, se fueron encadenando uno tras otros. Miel para la ultraderecha.
El primer paso lo dio la primera ministra de Italia, Georgia Meloni, quizás conmovida por el llanto con que Angela Carini abandonó el ring. “Creo que los deportistas que tienen características genéticas masculinas no deberían ser admitidos en las competiciones femeninas”, dijo. A un tweet de distancia se sumó nuestro Presidente. Como en brocheta, Javier Milei vio la oportunidad de unir en un mismo mensaje un comentario homofóbico –dedicado a dos boxeadoras que pelean a miles de kilómetros de distancia en una disciplina donde además no compite ningún argentino, argentina ni argentine– con su enésima crítica a un progresismo al que solo identificó como “boluprogres”.
La maquinaria de odio se había puesto a andar. No faltó nuestro Fernando Iglesias, siempre a tiro para sumar cualquier comentario que ataque al feminismo, ni tampoco Elon Musk y ni J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, que desde hace unos años no para de hacer comentarios homófobos.
Pero lo que más nos interesa aquí son los posteos del Presidente: 19. Diecinueve posteos dedicados a dos atletas, que nada tienen que ver con lo que pasa en Argentina. En todo ese tiempo en que el Presidente dedicó a navegar por la red social de Elon Musk, ¿no se cruzó con ninguno de los miles de la comunidad LGBT que recordaban que en Argelia los derechos de las minorías están prohibidos?. Es decir que las posibilidades de que Imane Khelif sea una mujer trans compitiendo en los Juegos Olímpicos con la bandera de Argelia son inexistentes. ¿No vio acaso que llegó a ser tendencia ES MUJER, así escrito en mayúsculas?
Para Imane los comentarios no son gratuitos. Poco después de ser descalificada del Mundial de Boxeo confesó: “Frecuentemente sufrí bullying por mi apariencia, resistí y continué a pesar de todo”, dijo.
En Argentina, los comentarios del Presidente tampoco son gratuitos. El Presidente vive –y gobierna– un país donde este año –bajo su gestión– se cometió un femicidio cada 37 horas, según los datos del Observatorio “Ahora Que Sí Nos Ven” . De acuerdo a las cifras de la Corte Suprema, en 2023 hubo un aumento de los femicidios de 10,6% con respecto al año anterior. Se registraron 250 víctimas. El próximo 30 de agosto se conocerá la sentencia por el asesinato de Tehuel de la Torre, el joven trans desaparecido en 2021. Su cuerpo sigue sin aparecer. También está en curso la causa que investiga el triple crimen de las mujeres lesbianas en un hotel de Barracas.
En su libro “Ese que fui”, Candelaria Schamun cuenta las mutilaciones que sufrió a lo largo de su vida para hacerla encajar en modelos preestablecidos. En esta nota para elDiarioAR, Candelaria detalla que el 1,7% de la población global nace con rasgos intersexuales. Es un número similar a la cantidad de personas pelirrojas.
Pasaron unas seis horas entre el primer y el último posteo presidencial dedicado al tema. A lo largo de todo ese tiempo invertido en defenestrar al feminismo, a las minorías, al progresismo, a lo diferente, el Presidente no tuvo un instante para reflexionar en que quizás estaba atacando dos mujeres sin razón.
Los femicidios, los crímenes de odios son un problema en Argentina y los mensajes homófobos y misóginos enviados desde lo más alto del poder no hacen más que agravarlo.
MG