Sofía Castro Riglos continúa la lucha por recuperarse de las quemaduras que sufrió la noche del 10 de mayo, noche en que Justo Fernando Barrientos, su vecino en un hotel de Barracas, decidió prenderla fuego con un explosivo casero a ella y a su pareja, Andrea Amarante, y a la pareja amiga con quienes compartían el cuarto: Pamela Cobbas y Mercedes Roxana Figueroa. Andrea, Pamela y Mercedes murieron a causa del ataque.
Barrientos había amenazado e insultado muchísimas veces a las compañeras, tratándolas de “engendro”, “gorda puta” o “torta”. Sus insultos se acumularon en lo que parecían solo palabras, hasta que el asesino se vio respaldado por el contexto sociopolítico actual, lo suficiente como para llevar a cabo a la acción física sus agresiones verbales. Con un odio permitido por los discursos de dirigentes políticos y actores cercanos al poder, terminó concretando este acto de máxima crueldad. Un ataque homoodiante, un lesbicidio que los medios masivos de comunicación informaron superficialmente y que incluso es negado por el vocero de la más alta autoridad argentina. Todo esto aunque el crimen de odio haya sido más que reconocido y repudiado internacionalmente por países como Estados Unidos, España, México, Brasil y Uruguay, entre otros.
¿Qué vida va a tener Sofía cuando se recupere? ¿Estamos “preparades” para contener a esta mujer que no solamente perdió a su pareja sino también a sus amigas? ¿Cómo podemos acompañarla? Definitivamente, y antes que nada, tenemos que sentarnos y escucharla: no sabemos por dónde arrancar con una persona que acaba de sufrir la destrucción de su vida. Por lo pronto, un buen comienzo es, sin dudas, estar atentxs a los canales de difusión alternativos en las redes de la comunidad y acercarnos, virtual o físicamente, para dar nuestra ayuda económica, así sea poca.
Desde mi lugar, me siento más que identificada con el mecanismo de supervivencia que tenían estas dos parejas de mujeres lesbianas; solo alguien que ha sobrevivido en comunidad comprende con el corazón lo que aquí sucedió. Pamela, Mercedes, Andrea y Sofía se encontraban resistiendo, juntas, en un cuarto de pensión, como lo hicimos y seguimos haciendo nosotras, las personas trans, hasta el día de hoy. Y temo que este acto de odio sea solo el comienzo de lo que nos espera.
MBC/SN/DTC