“Si vendo, si firmo,
si me dan el préstamo,
si acepto otra tarjeta,
si alquilo barato,
si empeño las joyas,
si hipoteco,
si no hago juicio,
si hago caso“
Hace 3 años que mi viejo no tiene laburo.
Te piden que te caigas a los 55 y mueras a los 90. Entre la muerte y el retiro no hay años, hay sudestadas. Lo pendiente es una fila de infancias decepcionadas que flota en el rio porque alguien le dijo “hasta acá”.
El presente se achica y el tiempo deja de estar de tu lado.
La rabia le explota arriba de la boca.
Y como el ruido del tren en la cabeza de Van Gogh, no se va.
Hace 3 años que a mi viejo no lo llama nadie. Maldice a los tipos que no atienden más, aunque ¿Cómo le decís a alguien que se quede si nunca estuvo? La soledad del que está afuera de todo es el verdín de los azulejos de un departamento abandonado.
No les sirve.
No lo buscan.
Ni siquiera para desempatar en esas encuestas que miden niveles de felicidad por cantidad de árboles plantados.
Putea con razón y a veces critica sin tenerla. Cumplió el protocolo del argentino que mereció más: dormir menos, producir más. Salir temprano, llegar tarde. Firmar la cruz. Hacerse cargo de duelos ajenos. Lidiar con miserables, almorzar con verdugos y estrechar la mano de los hijos de puta.
Sabe de memoria la programación del canal Volver y el resto lo completa con VHS:
“La Argentina de Tato”, El show de Sandrini,
“Muchacho” de Sandro, “La carpa del amor” con Darín, Cacho Castaña y Mónica Gonzaga,
Beto Brandoni volviendo a buscar su olor en “Made in Argentina”,
“Las locuras del profesor” con Palito Ortega,
“El tío Disparate”, “Peor es Nada”,
“Matrimonios y algo más” y Sábados Circulares de Mancera.
Los recuerdos le dejan algo que no le puede dar el futuro:
Un lugar.
El pasado es un lugar, en otro lado.
Le pone trampas a los miedos para verlos caer como rivales. Y a veces se tranquiliza viéndolos ahí, tan débiles, como nosotros.
Los ojos tristes de mi viejo duelen las guerras de todo un SIGLO
y muestran como funciona un país: A pocos le importa lo que casi hiciste.
Envejecer sin laburo es caer de rodillas ante los detalles. Despoblarse. Repetir recuerdos. Alargar las anécdotas. Tachar los rostros de la foto como los que sobrevivieron a la despedida y a la bomba. Llenar de mitología partidos de verano que terminan 0 a 0. Y perder la mirada en la calle como si pasara un desfile.
Donde hay desesperación no hay perros sacando la cabeza por la ventanilla del auto.
Ni hay pianos de cola para suavizar el fondo de las cosas.
Ni hay galanes de telenovela que toman whisky con cara de preocupados.
Son autopsias injustas, que obligan al viento a completar la vida, y negociar sentido con los detalles. Ceniceros llenos, buscapinas, café negro, charlas que ya no va a tener, notas de supermercado con la palabra CIF CREMOSO subrayada, facturas impagas, burbujas en la botella de Coca Cola, manteles manchados con espuma de Cinzano, otra tarjeta que manda el banco sin cargo, libros usados para vender, avisos del Veraz, proyectos, sueños y deudas. Todo a la misma altura.
Lo que queda vive en una mesa que hace promesas pero no hace preguntas.
Escribo esto porque en la semana me llamó.
- Hijo, conseguí trabajo, arrancó el martes.
A veces las cosas son como tienen que ser.