“Le pedimos a los simpatizantes de la parcialidad gimnasista que no salten”. La frase repetida varias veces por la voz del estadio aquella tarde del 25 de junio de 1995 todavía resuena en mi cabeza. Faltaban al menos 4 horas para el inicio del partido entre Gimnasia y Esgrima La Plata e Independiente y la capacidad del estadio ya estaba claramente superada. Nunca en los 65 años de profesionalismo en el fútbol argentino, el Lobo había estado tan cerca de salir campeón y los tablones de madera en las tribunas del bosque crujían. Mi viejo nos tranquilizaba diciendo que flexionáramos las rodillas para no saltar. Aunque de cualquier forma era imposible tener algún tipo de movimiento autónomo en ese contexto. La hinchada tripera era una masa uniforme de gente que solo podía accionar en bloque adherida entre sí por un canto: “que de la mano... de Timoteo... todos la vuelta vamos a dar”.
La historia posterior es conocida. La suerte del club más viejo del fútbol argentino hizo que los tablones resistieran e impidió que Gimnasia festejara el título. Pero lo que para el clásico rival (entonces en la segunda división) es todavía objeto de burla, para muchos de nosotros sigue siendo motivo de orgullo e identidad: la persistente capacidad para ilusionarse y la confianza en el trabajo como motor de lo que viene. Eso, al menos para los triperos de mi generación, nos lo enseñó Carlos Timoteo Griguol.
Gimnasia siguió protagonizando la pelea por el título un par de años más. Ayer casualmente se cumplieron 25 años del 6 a 0 histórico en cancha de Boca, el día que Macri había preparado una fiesta por la reinauguración de la bombonera tras unos meses cerrada para construir los palcos. Ese equipo, bastante distinto al del 95, también tenía a Griguol en el banco de suplentes. De hecho, todos los planteles de Gimnasia que desde entonces pelearon campeonatos lo hicieron con él como entrenador (dirigió entre el 94 y el 99) o con algún ex jugador entrenado por él como director técnico. Pero quedarse con el recuerdo de Griguol por sus resultados no haría justicia a su legado, porque precisamente lo que Timoteo enseñó es que eso llega como fruto del trabajo.
Todos los planteles de Gimnasia que pelearon campeonatos lo hicieron con él como entrenador o con algún ex jugador entrenado por él como director técnico. Pero quedarse con el recuerdo de Griguol por sus resultados no haría justicia a su legado
“Petiso, si no terminás el secundario y me traés el analítico, no hacés la pretemporada” le dijo a Mariano Messera en 1998. “Potrerito”, como le decían en las inferiores, ya tenía 40 partidos en Primera División y era la joven figura del equipo. “Tuve que ir corriendo al Carlos Vergara a rendir Inglés, Cívica y Literatura de quinto año. No lo iba a poner a prueba”, recuerda el hoy técnico del Lobo en esta gran entrevista de Roberto Parrottino para Tiempo Argentino. “El Viejo se preocupaba para que todos los chicos estudiaran. Que con los primeros pesos que pudieras ganar con el fútbol no compraras un auto, sino un techo, o ayudaras a tu familia. A los más grandes les hacía comprar un cuaderno para que anotaran los ejercicios, por si querían ser entrenadores. Era un docente. Esos detalles te quedan para que después puedas transmitirlos”. Messera sucedió a Diego Armando Maradona en el banco de Gimnasia luego de su fallecimiento. Hasta entonces dirigía a las divisiones inferiores del club. Precisamente ese era el camino que recomendaba Griguol para los que quisieran ser entrenadores.
Recuerdo al Timoteo técnico en el tractor que pidió para cortar el pasto en Estancia Chica, el predio de entrenamiento de Gimnasia que tanto cuidaba. Me acuerdo de sus gorritas con visera y publicidad de distintas marcas, muchas de ellas en carácter de canje para obtener un beneficio para los juveniles que se formaban en el club. Se me vienen a la mente sus declaraciones provocadoras para incentivar a la hinchada a que llene las tribunas aún de visitante y aliente hasta el final, costumbre justificada porque sus equipos solían ganar puntos en los últimos minutos, producto de una preparación física superior a sus rivales. Y me acuerdo de todo esto porque mi viejo siempre nos resaltó esas características de Griguol a mis hermanos y a mí. Porque él vio en ese técnico de fútbol, al que llamaban el viejo, la expresión de algunos de los valores que quiso transmitirnos y hoy también nos identifican. Por eso también su muerte nos conmueve, como esa palmada en el pecho que le daba a sus jugadores antes de salir a la cancha. Gracias viejo, nos toca jugar a nosotros.
JB