De hooligans y tuiteros

6 de enero de 2021 01:07 h

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“¡Ah, estaba muerto! Pensé que era un inglés…”. La frase hace referencia al estereotipo imperturbable que se suele asociar con tal gentilicio. Sin embargo, ese pueblo guarda en su interior pasiones intensas, en la guerra, en la sexualidad, en las artes, y también en el fútbol, que combina guerra, sexo y arte en dosis inestables. En Sherlock Holmes, Conan Doyle creó a un detective deductivo y literario - médico, aventurero, ballenero polar, pendenciero y competitivo-, pero nunca se privó de defender la existencia de las hadas.

Alguna vez Churchill dijo que siempre es mejor hacer las noticias que escribirlas. Ese prodigio de hombre, se dedicó a ambas cosas: al tiempo que alborotaba la historia, la contaba con una excelencia sin igual. Como estadista, tuvo muchos más aciertos que errores: enormes aciertos y desastrosos errores. Como escritor, hizo algo más que narrar: cedió a la tentación de implicarse con los hechos; o sea, editorializaba de un modo tal que los gobernantes lo odiaban, porque los desplazaba de su lugar; en los largos períodos durante los que gobernó, odió a los periodistas que buscaban resolver lo que le tocaba a él.

El periodismo que se involucra en una realidad ajena no ha hecho más que proliferar, y en materia deportiva lo concretó llevando el estilo del barroco a un imposible rococó. Por supuesto, cualquier cosa puede hacerse de manera excelsa, o de manera execrable. Incluso cometer excesos.

Con su escritura vivificante, intuitiva e innovadora, el inglés Kevin McCarra cambió el género del periodismo deportivo en su país. Murió hace unos pocos meses, y su desaparición física hizo que se recordaran episodios y anécdotas, que ilustran cómo se forjó su estilo y qué valores lo sustentaban.

Quien fue durante años corresponsal de The Guardian, viajaba en el año 1992 desde Glasgow para cubrir un partido, cuando su tren se atascó por el camino. Al comienzo pensó en cubrir al menos el segundo tiempo, pero el tiempo pasaba. No era época de celulares, pero sí de ocupar en el periódico el espacio asignado. De manera que se puso a narrar la frustración de los fanáticos que compartían el viaje con él. El texto fue magnífico, vívido, divertido e íntimo, mucho más interesante que si hubiera analizado el partido en sí mismo. Fue memorable.

Claro, esa idea necesitaba de un público y McCarra –quien cursó un PhD sobre Robert Henryson, un poeta escocés del siglo XV, situándolo en el contexto europeo– lo tuvo. Hay más de un modo de cometer errores, y el periodismo –cualquiera que fuere– no se produce ni se propala en el socavón de la mina San José, desde donde se rescató con vida a los 33 mineros chilenos enterrados. Es un hecho masivo. Kevin McCarra será recordado por muchas de sus obras, y también por no haberse encarnizado jamás con un jugador de fútbol que perpetraba una equivocación; siempre recordó a la persona que estaba detrás del desacierto que debía analizar.

Deslenguados, incompetentes, asnos y empedernidos hay en todos lados, incluso en el periodismo que cubre el fútbol inglés. Eso sí, hay que tener cuidado en tomar nota del porcentaje de ineptos que ocupan sitios en las grillas respecto del total de la programación, y de qué grado de falta de aptitud estamos hablando. Nada mejor para conocer un país, que averiguar quiénes son sus celebridades viéndolas comportarse.

La prensa inglesa ha señalado algunos de sus más notables hallazgos. De Garth Crooks es esta bonita pieza intitulada: “Sensatez”: “… el 35% de los jugadores negros no son blancos”. Martin Keown, conocido por la impresión de inteligencia que emana de sus susurros, encantó a sus seguidores con “… Brasil es un equipo totalmente dependiente de un solo jugador: Neymar, y Thiago Silva”. El enfático Owen Hargraves dejó a más de varios pasmados con este “enigmático acertijo” (diría Owen Hargraves): “Yo no creo en los milagros, pero en este creo”. El aire de superioridad de Graeme Le Saux no fue suficiente como para considerar agudo el siguiente comentario: “Sterling no sólo es pequeño; además, es minúsculo”. Peter Crouch revalidó la presunción de que es 90% calcio (en el cerebro) con esta delicadeza: “Kyler Walker shoteó al menos uno de sus shots”. Afortunadamente, siempre está a mano el botón que dice mute. La lista es más larga, pero la de excelentes periodistas deportivos lo es más aún. Y, además, como se advierte, lo que resulta risible en esas islas boreales, comparado con nuestras costas australes sería juicioso.

Dentro de este panorama, es una novedad a resaltar la irrupción del género femenino en el Olimpo de los premios. Desde hace 43 años, existe el British Sports Journalism Award, considerado el más importante galardón que puede obtener un periodismo deportivo. El año pasado, tanto en el rubro de escritorxs deportivxs cuanto en el de columnistas de deportes, la presea fue para Marina Hyde, de The Guardian, la primera mujer en obtener ambos reconocimientos.

La presentadora de CNN Christina Macfarlane fue elegida periodista de radio y televisión del año. En Instagram escribió que estaba sorprendida por haber sido la primera mujer en recibir la distinción. Tras una breve alusión a sí misma, escribió un pequeño breviario del periodismo: “… para alguien que siempre experimentó un serio caso de síndrome de impostora, lo que es cierto (se refiere a ser mujer en un ambiente de hombres), creé en tus instintos, seguí a tus tripas, y nunca aceptes un ‘no’ por respuesta”.

Y ya que hablamos de Instagram, y de redes sociales, Twitter pareciera haber sido inventado para los fanáticos del fútbol: reacción instantánea, interacción e incluso futbolistas a los pies del teclado. A estas alturas, la flema británica no es más que un viejo trasto para apilar en el cuarto de las escobas. Para quien no está involucrado en el mundo de las redes sociales y no ha muerto de desinformación, si le gusta el fútbol, éste es el momento de hacerlo (si se interesa por la Premier League). Entretenimiento, estilo y cosmopolitismo garantizados. Jonathan Wilson (táctica); Sid Lowe (experto en fútbol español); Philippe Auclair (es francés, comenta la Liga 1 y va más allá, en ambos lenguajes); Oliver Kay (jefe de corresponsales del Times, y además observador de todo el fútbol inglés); David Conn (investigaciones futbolísticas). Hay muchos más tuiteros, algunos de los cuales son formidables periodistas en los modos clásicos.

Podría seguir con otros formatos (¡los podcasts son formidables!) pero para ser original, debo decir que “el espacio es tirano”. Apenas alcanza, con rezongos, para una cosa más: las comparaciones son odiosas, es cierto. Por eso hay que leer esto: “Media es una palabra que llegó para significar mal periodismo” (Graham Green). Y ahorrarnos ser odiosos.